Foto/Juan Carlos Valls
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Fotos/Eva M. Vergara
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Palabras leídas por Rodolfo Martínez Sotomayor, director de la Editorial Silueta, en la presentación de La angustia del sábado de Rene Jordán, libro compilado y prologado por Carlos Velazco, Centro Cultural Español, 19 de junio de 2015
Los lugares comunes suelen ser muy útiles a la hora de comunicar conceptos. Ideas que de ser expresiones abstractas se perderían en la intención. Por eso se me ocurre repetir el cliché de que las obras de arte de valor adquieren vida propia, encuentran su espacio y el tiempo preciso para ver la luz, en contra a veces de los caprichos de su creador.
Nunca imaginó el joven crítico de cine y narrador René Jordán, que cincuenta y cinco años después de haber estado listo para su publicación, el libro de relatos La angustia del sábado, se presentaría en la ciudad de Miami. Un poco más al norte, en la ciudad de Nueva York, el autor viviría sus años de exilio y por esa razón fue, junto a tantos otros, borrado de la historia cultural de su país. Debe haber sido una grata sorpresa para él, descubrir que un joven nacido veinticinco años después de su salida de Cuba, y en el mismo lugar donde fue censurado, buscara con vehemencia sus cuentos, fotografiara a escondidas, en instituciones literarias, sus textos prohibidos. Es fácil ver en los anales de la historia, que inútil ha sido toda prohibición a escritores por razones políticas o dogmas de cualquier tipo, el tiempo se encarga de crear un equilibrio y corregir la injusticia del olvido.
El profesor Ian Malcolm, en el filme Parque Jurásico, esa obra maestra del entretenimiento y del cine comercial, diría que “si algo nos ha enseñado la historia de la evolución, es que la vida no puede contenerse, la vida se libera y se extiende a nuevos territorios, rompe las barreras peligrosas y hasta dolorosamente, pero siempre encuentra una vía para sobrevivir, la vida siempre encuentra el camino”. A un amante del cine como Jordán, no le disgustará que busque en un filme comercial una frase que avale o explique la presentación de este día. La buena literatura, como la vida, encuentra siempre el camino de la trascendencia. Aunque lamentablemente, la justicia divina o de la naturaleza, toma más tiempo que la vida individual de cada hombre, y casi nunca las víctimas pueden ver esos actos que los desagravian y dignifican su existencia.
Pensemos entonces que René Jordán está entre nosotros, entre conocidos, amigos, y aquellos que lo serán después de leerlo. Se alegrará de saber que dejó de ser una joven promesa literaria, que La angustia del sábado ha vencido al tiempo, a la censura y lo hará con ese sistema donde intentaron borrarlo de la historia literaria de su país, y agradecerá, como lo hace la Editorial Silueta, al joven escritor y crítico Carlos Velazco por esta noche.
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