Iglesia de Santa Ana, Camagüey
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Queridos hijos e hijas:
Damos gracias a Dios quien nos regaló al P. José Luis por el amor de José Antonio y Lucrecia y también damos gracias por sus tías quienes, cuando faltaron sus padres, se convirtieron en mamás.
Damos gracias a Dios por los hermanos Maristas quienes le enseñaron las ciencias, las letras y el catecismo que él después enseñó a los niños humildes del Barrio Florat. El Señor lo llamó y él dijo que sí en un momento difícil para la Iglesia cuando fueron expulsados sacerdotes e intervenidas escuelas religiosas y confiscados muchos templos. ¿A qué dijo sí José Luis? Al Señor y nada más.
Entró al Seminario San Basilio en El Cobre, al Buen Pastor de Arroyo Arenas y cuando fue intervenido, al Seminario San Carlos y San Ambrosio. Terminados los estudios brillantemente y la preparación humana y espiritual fue ordenado en esta misma Catedral el 2 de febrero de 1971 junto a cuatro sacerdotes presentes hoy aquí. Se convirtió en sacerdote y pastor de Nuevitas, la Catedral, Santa Ana, Vertientes, Sibanicú… y de innumerables ovejas.
Lo esperan en el cielo alcohólicos a quienes él ayudó a salir de su esclavitud y los que están vivos le agradecen y, muy especialmente sus familias, su labor salvadora. Lo esperan en el cielo muchos enfermos de los hospitales y casas a quienes él atendió. En un momento determinado y delicado la Iglesia le pidió ser rector del Seminario San Carlos en la Habana. Realizó su servicio con entrega y ante la admiración de los seminaristas. Nunca sabemos el bien que hace un sacerdote. Damos gracias a Dios por lo que sabemos y lo que no conocemos.
Si quienes dan un vaso de agua a quienes siguen al Mesías, recibirán una recompensa, ¿cuál será la del Dr. Nelson Aguilar, siempre disponible para atender al P. José Luis? ¿cuál será la recompensa de quienes lo cuidaron, alimentaron, bañaron, asearon y lo acompañaron mañana, tarde y noche en medio de su enfermedad? No se lo pueden imaginar. Dios la tiene preparada.
Lamentamos que su servicio sacerdotal haya concluido relativamente temprano. No se cuidó. Hay un mensaje implícito de parte del Espíritu Santo para los sacerdotes fumadores, para los sacerdotes que no siguen las prescripciones médicas, para los sacerdotes que demoran la cirugía necesaria. Sus ovejas pierden su servicio sacerdotal como el P. José Luis ha dejado su misión pudiendo haber continuado si se hubiera cuidado. Los sacerdotes que no cuidan su salud se van al cielo por la misericordia de Dios pero nos vemos sin su ministerio sacerdotal nosotros, los hijos, los nietos, el rebaño, el pueblo. Cuiden a sus sacerdotes y exíjanles que se cuiden.
El P. José Luis repetía con frecuencia que si supiéramos cinco minutos antes la hora de nuestra muerte, nos prepararíamos muy bien para el encuentro con el Señor pero como casi nunca sabemos la hora, hemos de estar siempre atentos y alertas para este encuentro. Sus últimos 15 minutos fueron así: El P. Raúl Fernández y él rezaron juntos el oficio de lectura, rezo que los sacerdotes hacemos todas las mañanas como es costumbre en el Arzobispado, y no pudo concluir. Pidió una taza de café y cuando el P. Raúl la dio, el P. José Luis murió.
Pidamos a Dios Padre morir después de rezar y tener personas al lado que nos hagan obras de misericordia.
Nuestro Dios y Padre es eterno. Nos creó a su imagen. Somos hijos eternos con derecho a una herencia de felicidad que nos regala nuestro Padre.
El Señor nos conceda vivir como imagen de Dios, hijos de Dios, hermanos todos, miembros de la Iglesia y estar con él para siempre al lado de la Virgen, los santos, el P. José Luis y nuestros familiares y amigos difuntos.
Catedral Metropolitana, 17 de noviembre de 2015
(Texto tomado del website de la COCC)
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