Wednesday, November 11, 2015

La buena ortografía cuesta muy cara (por Carlos. A. Peón-Casas)



Mi hijo del medio que cursa el tercer grado, comete muchos errores ortográficos. La afirmación pudiera ser de Perogrullo, el pan nuestro de cada día entre los colegiales cubanos de su edad, si acaso no aclaro al lector que la escuela primaria, en la ciudad de Camagüey, a que asiste mi pequeño, según se me asegura es de “referencia nacional”, y se supone que todos su personal docente, esté a la altura de tan sofisticada condición. Pero donde dije digo, digo ahora Diego. Su maestra, mal que nos pese a todos los sufridos padres, escribe en el pizarrón con las mismas o parecidas pifias que mi hijo luego copia a su libreta, y repite al por mayor… En otras aulas de ese, y otros sinnúmeros planteles escolares de primaria, la situación se repite, ab absurdum, y ad infinitum.

El niño claro está se defiende cuando se le señalan sus faltas ortográficas: “así la copié de la pizarra”, nos dice lapidariamente y nos desarma en el instante de sugerirle que las corrija, repitiendo la escritura correcta del vocablo en cuestión, diez o veinte veces: “la maestra dice que eso es anti-pedagógico”, vuelve a defenderse…y allí es donde uno se queda sin palabras, y quizás desespera del todo, consciente que en esta batalla por dotar a nuestro vástago de las correcciones imprescindibles de una ortografía impecable es ya de entrada una batalla perdida.

Hemos creído, empero, encontrar una tercera vía para resolver el problema: dotarlo de un buen diccionario de la Lengua Española. De tal suerte, y con el sabio argumento de que es únicamente allí donde está la verdad, y que él mismo pueda enmendar sus descuidos, o los de su flamante profesora, nos parece solución salomónica, hasta que salimos a la caza de un mataburros en una tienda librería dolarizada, que las que se manejan en cup, no saben lo que es vender uno en muchísimo tiempo, y todo llega hasta que procuramos con ansiedad el precio del diccionario más pequeño, casi cabe en la palma de la mano, y cuesta $2.80 CUC, convertido en el humilde dinero cubano, en unos 70 pesos de los míos. Definitivamente, a no ser que mañana salga el sol por el oeste, u ocurra un milagro, mi hijo, y con el su generación escolar completa, seguirá arrastrando el lastre de las dificultades ortográficas per secula seculorum, Amén.

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