A los padres que somos todos hoy desde nuestra esencial e irrenunciable condición de hijos.
Muchos años ha, recibí de mi padre una indeleble lección acerca del valor que nos exige el misterio que es el vivir. La anécdota, la puede suscribir también desde su recuerdo mi hermano Nicky, y discurrió muy cerca de nuestra casa solariega de Beneficencia, que hoy habito junto a mis hijos, una parte de sus nietos cubanos.
Papá nos llevó hasta la cercana vía férrea, a la que se accedía, franqueando una zanja, si acaso no tan profunda, no menos agraciada con aguas no muy sanctas, antiguo reducto de un ya desconocido arroyuelo segado por la posteridad. Sobre el insignificante “precipicio”, (entonces nos los parecía de veras a nuestros pocos años), discurría un antiguo raíl que servía de improvisado puente.
Para ganar la otra orilla, había que hacer necesario equilibrio por sobre el estrecho camino. Papá, se puso a la cabeza de su “tropa”, y nos invitó a seguirlo: “no miren hacia abajo, nos advirtió, mantengan la vista hacia adelante”, y nos precedió en el intento ganando prontamente el poco elevado promontorio. Recuerdo nuestra indecisión, y otra vez sus palabras de aliento: “Animo, y adelante”.
Haciendo precarios equilibrios, lo imitamos, el gesto pudo parecernos entonces eterno, acaso no menos que para cualquier niño que se “atreve” por vez primera en la oscuridad, o acaso aprende a zambullirse con gesto atrevido, o se aventura a conseguir el equilibrio sobre su primera bicicleta, ejemplos habría muchos en la infancia de cualquiera; pero igualmente habrían otros muchos en la vida adulta, y en ante cuya demandante solución, estamos siempre abocados a reaccionar con valor.
Ganada la cuesta, Papá, nos formuló con su verbo fácil y su tan natural didáctica, la moraleja de aquella “nimia”, pero trascendental acción que hoy me atrevo a repetir desde la lejana memoria de su indeleble recuerdo, que me conforta y acompaña siempre, desde la Gloria que sé que goza, y que testimonio a mis hijos y sobrinos, en la confianza de que les sirva para ser mejores cada día:
La vida es como cruzar este raíl, lo que importa es poner la vista en el otro lado, y superarlo tan rápido como se pueda, y sobre todo no pensar en lo que está debajo, el precipicio,grande o pequeño, siempre va estar por allí, y cuando lo hayamos vencido, ya poco importará cuan poco o muy profundo fuera. Sean siempre valientes, y si no lo son, siéntanse que lo son, y el valor vendrá.
En Camagüey, Domingo 19 de Junio de 2016. Día de los Padres.
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