Lo que reitere del tema podrá parecer manido al lector habitual. Pero lo que si puedo asegurar sin que me quede nada por dentro, es que cada año la siempre anhelada playa de Santa Lucía, con su relumbrante historia pasada, me sigue pareciendo cada vez más lejos.
Y no es para menos. Una excursión hasta esos predios, de las más triviales que acometa el camagüeyano de a pie, siempre a lomo de camión, equipara y supera, a no dudarlo la más penosa de las travesías que los antiguos principeños acometían desde el embarcadero de Santa María, hasta la otrora villa, por caminos polvosos o lodosos, según la época, hasta alcanzar el mediterráneo villorrio también homónimo.
Y créanme que sólo el que se somete a la prueba lo sabe. Si usted tiene la suerte de viajar en su “carrito”, o si acaso se viste de turista por un día, y lo hace a bordo de las climatizadas guaguas turísticas, que te pasan por el lado, echándote en cara su magnificencia, y recordándote siempre tu misérrimo lugar cuando eres pasajero del depauperado camión de marras, con su carga de sudores y sensaciones conexas de claustrofia y otras hierbas…. sin dudas, usted si sabes de que va el asunto de recorrer los más de cien kilómetros hasta la costa noreste del Camagüey, para un rato de sol bueno y mar de espuma….
Si alguien quiere intentarlo que se pase por aca….y me imite…y que luego me deje saber de sus avatares..sospecho que al final, entenderá al cronista, y para la próxima, barrunto que no haría ni por todo el oro del moro… no ser que disfrute el displacer y la angustia añadida a la experiencia, o no le quede otra, como si le pasa a este escribidor cada angustiante verano para verle la cara al siempre añorado mare nostrum camagueyanensis…
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