Friday, September 23, 2016

Gala de las Estrellas del XXI Festival Internacional de Ballet de Miami (por Baltasar Santiago Martín)

 Fotos/Bernardo Diéguez
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Gala de las Estrellas del XXI Festival Internacional de Ballet de Miami


El sábado 10 de septiembre de 2016 tuvo lugar, en el Miami Dade County Auditorium, la Gran Gala Clásica de las Estrellas del XXI Festival Internacional de Ballet de Miami, que comenzó con la presentación, a cargo de Alina Mayo-Azze, locutora de televisión del Canal 23, del Maestro Pedro Pablo Peña, fundador y director del festival, quien tras sus sentidas palabras de bienvenida, hizo entrega del premio “Una vida por la danza” a Carlos Gacio, quien fuera partenaire de Alicia Alonso en Cuba y luego bailarín, coreógrafo y profesor en importantes compañías europeas, principalmente en la Ópera de Viena, Austria.

Perla Rodríguez e Isanusi García Rodríguez abrieron el desfile dancístico con Gracias, un emotivo dueto con el nombre muy bien escogido, ya que ambos tienen mucho que agradecer a Dios, a la vida y a ellos mismos, porque el amor de una madre por su hijo es el más grande que existe sobre la tierra.

Con música de Frederik Chopin (Nocturne no.15 in F minor, op 55, no. 1), interpretada al piano en escena por el virtuoso Daniel Daroca, Gracias, con coreografía del propio Isanusi, nos mostró a una exquisita Perla Rodríguez, primera bailarina de Danza Nacional de Cuba en su época de oro, en un mano a mano elegante, sobrio, sin la menor cursilería, con su hijo Isanusi, quien ratificó en escena sus dotes para la danza tras su milagrosa recuperación. 


A continuación, Natalia Berrios y José Manuel Ghiso, del Ballet de Santiago (Chile), seleccionaron el adagio del pas de deux del segundo acto de El lago de los cisnes, con música de Chaikosvki y coreografía de Marcia Haydée sobre la original de Petipa, para su debut en el festival.

Con adecuado y evocador fondo azul, Natalia y José Manuel revivieron el primer encuentro entre Sigfrido y Odette, la princesa convertida en cisne por el maléfico brujo Von Rothbart. 

Odette ha recuperado la forma humana por un breve tiempo, por lo que la bailarina que lo interpreta tiene que tenerlo presente, y Natalia, que lo bailó en un tempo lento, demostró su conocimiento del personaje, pues solo un leve aleteo reminiscente nos recordó su hechizada condición.

Sus manos no debieron tocar el piso cuando Sigfrido la sostiene en el adagio, ni tampoco abrirse como compás cuando la eleva, aspectos que la bailarina debe cuidar para que su desempeño sea inobjetable. 

Lo que sí me resultó desconcertante e injustificado fue que, tras el adagio, se incluyera la variación de Sigfrido, en la que José Manuel realizó un buen trabajo de pies y elegantes saltos, mientras que Natalia se quedaba casi inactiva, mirándolo, sin bailar a seguidas la de ella, y por supuesto, sin coda. 

Estheysis Menéndez y Javier Morales, del Bay Area Houston Ballet & Theater (Estados Unidos), salieron luego al ruedo, con un telón de fondo teñido de rojo, para brindar un energético y vibrante Aguas primaverales, con música de Serguéi Rachmáninov y coreografía de Asaf Messerer, en el que ambos se lucieron, sobre todo en las dos riesgosas agarradas y en la exquisita cargada final de Estheysis al hombro de Javier. 

A seguidas, Iker Murillo y Vitali Safronkine, de Uniqart Dance Company (España), interpretaron Matching Thoughts (Coincidencia de pensamientos), con coreografía de Vitali –también director artístico de la compañía– y con una pieza de Bálazs Havasi, titulada In the Act of Creation (En el acto de la creación), como fondo musical; un muy interesante y transgresor dueto, que también se podría haber titulado Él y él, pues los dos hombres –que son también pareja en la vida real– lograron transmitir a la perfección el sentimiento de búsqueda reflejado en estas palabras: “Una combinación perfecta es inexistente. Solo los pensamientos pueden traer a dos almas más cerca al unísono. En la búsqueda del alma gemela perfecta, ambas líneas se cruzan y las figuras se mueven libremente, hasta conseguir una conexión inigualable”.

Desde hace tiempo yo ansiaba ver un ballet en que dos hombres –o dos mujeres– reivindicaran su amor, e Iker Murillo y Vitali Safronkine me han dado ese gusto por partida doble, pues sobre un fondo azul turquesa, ambos, cual vista espejo uno del otro, se lucieron además técnicamente, con gran fuerza y belleza plástica, y en una yo diría que “segunda parte”, más lenta y melancólica que la primera, resultaron también actores, para culminar con un clímax cinético que un leve bache de la música no opacó en absoluto. 


Con el escenario todavía vibrante, Anna Chiara Amirante y Alessandro Staiano, del Corpo di Ballo del Teatro di San Carlo de Nápoles, salieron a escena para corporizarse como Diana y Acteón, en el pas de deux homónimo, coreografía de Agripina Vagánova y música de Cesare Pugni.

Con un fondo naranja, ambos recrearon el encuentro entre el vouyerista Acteón y la diosa griega Diana, tras haberlo ella sorprendido escondido mirándola.

Anna Chiara se vio algo lenta y pesada al inicio, pero se reivindicó con sus balances, mientras que Alessandro en el adagio fue un partenaire viril y solícito –aunque en la historia ella quiere flecharlo, y no precisamente con amorosas intenciones–, y la hizo girar muy bien, totalmente centrada.

Ya en sus respectivas variaciones, Alessandro mostró la fortaleza de su batería (el cruce o choque de las piernas en el aire durante un salto, que pueden ser simples o múltiples), especialmente de tipo “tijera”, y su habilidad para las volteretas en el aire, además de giros raudos, todo ello rematado elegantemente, pues saber caer con demi plié le dio suavidad al final, como si no le costara gran esfuerzo. 

Anna Chiara se superó en su variación, y desplegó su arsenal técnico de grand jettés y de fouettés en el lugar, ahora sí a la altura de su compañero, quien por el momento logró evadir y escapar de sus flechas (este pas de deux, afortunadamente, obvia el terrible final de Acteón, convertido en ciervo, devorado por los perros de caza de Diana). 

Esta variada Gala de las Estrellas ofreció después gustosamente su escenario al bailarín Álvaro Madrigal, de la Compañía Nacional de Danza de España, para que se volviera un cisne macho moribundo, gracias a su talento y a la coreografía de Ricardo Cué para El cisne de Camille Saint-Saëns.

Álvaro es un bailarín con magnetismo –una cualidad en extinción, cuya mención aquí se la debo a Francisco Salgado, otro bailarín que también la poseyó–, y su trabajo se vio realzado por el excelente diseño de luces y los efectos de niebla y humo, con apenas el sonido del viento al inicio como fondo.

Su viril port de bras ya de por sí hubiera bastado para el encantamiento, pero Álvaro fue mucho más allá y le otorgó a su danza el drama necesario para que su figura inquietante y sensual nos convenciera de que partía del plano terrenal.

Mayrel Martínez e Ignacio Galíndez, del Ballet Clásico Cubano de Miami, escogieron para su participación en esta gala de lujo el pas de deux de La bayadera, ballet cuyo argumento fue escrito por el dramaturgo Serguéi Kuschelok –inspirado en Sakuntala, una obra maestra del siglo V–, la coreografía de Marius Petipa y la música de Ludwig Minkus. La bayadera cuenta la historia de amor entre Nikiya y el príncipe guerrero Solor, así como las circunstancias y acontecimientos a los que se ven sometidos para impedir su unión. 

Desde su impactante aparición sobre una especie de pedestal que emergió sobre el escenario, Mayrel se convirtió en esa bayadera Nikiya que tanto cautivó a Solor, y tanto ella como su partenaire Galíndez evidenciaron en el logrado y elegante adagio dicha atracción, resaltados por el magnífico efecto de las luces sobre el humo y por esos trajes blancos que contribuyeron también a la magia de su feliz entrega. 

Tras esta azarosa historia de amor, nuevamente salieron a escena Estheysis Menéndez y Javier Morales, del Bay Area Houston Ballet & Theater (Estados Unidos), con el pas de deux de la boda de Kitri y Basilio del ballet Don Quijote, también con coreografía de Marius Petipa y música de Ludwig Minkus como La bayadera.

Con un cálido telón de fondo teñido de rojo, la pareja mostró un buen acople en el adagio, en el que Estheysis logró sostenidos balances e hizo gala de sus extensiones a 180 grados, mientras que Javier la secundó elegantemente con sus saltos, y la alzó y la dejó caer sin titubeos hasta barrer casi el piso en el riesgoso final de este adagio. 

Ya en su variación, Javier se lució aún más al complicar sus jettés con volteretas en el aire, y luego con sus raudos giros. 

Estheysis, por su lado, ejecutó su variación con musicalidad y precisión, con fouettés intercalados con pirouettes como remate, para concluir luego la coda en feliz comunión.

La segunda parte del programa se inició con Masiel Alonso, del Ballet Clásico Cubano de Miami (CCBM) y Maikel Hernández, del Bay Area Houston Ballet Theater (BAHBT), en el pas de deux del tercer acto –otra boda de cuento, por cierto– del ballet Coppelia, coreografía de Arthur Saint-Leon y música de Leo Delibes.

Si bien solo se acordaron de la posición de la mano (detrás de la cabeza) característica del estilo de este ballet cuando salieron a saludar al final –Masiel, no Maikel, para ser precisos–, ambos brindaron un adagio muy grato, en el que Maikel hizo girar muy bien a su compañera y se destacó por sus cargadas, mientras que Masiel logró balances sostenidos luego de que Maikel la soltara de la mano sin el menor temblor ni titubeo.

En las variaciones, Maikel ostentó su excelente batería, con saltos “de tijera” hacia delante, y elegantes caídas tras sus giros y volteretas en el aire. Masiel, a su vez, muy musical, sobresalió sobre todo por sus grand jettés y sus precisas diagonales, aunque su reducido óvalo de piqués me pareció corto, con muy pocos fouettés al final.

A la caravana de buen gusto de la gala se sumaron Marizé Fumero y Arionel Vargas, del Milwaukee Ballet (Estados Unidos), con Chaikovski Pas de Deux –coreografía de George Balanchine y música de Piotr I. Chaikovski–, una pareja que se destaca por su elegancia en todo lo que bailan.

Sobre un fondo rojo, los dos vestidos con trajes de color azul, sortearon el hermoso adagio sin la menor dificultad –absolutamente musicales–; ella con sus pasmosas extensiones a 180 grados, él con sus riesgosas volteretas en el aire e impetuosas cargadas de su compañera, para continuar in crescendo en sus variaciones.

Arionel volvió a hacer alarde de su facilidad para los saltos, complicados con volteretas en el aire, y Marizé de la suya para los grand jettés y los fouettés con pirouettes intercalados sin desplazarse del lugar.

Por si fuera poco, ella se lanzó dos veces hacia los brazos de su compañero, quien la recibió sin el menor fallo, y luego se despidieron con una coda perfecta que me dejó con ganas de seguir viéndolos bailar.

Continuando la cascada de talentos asistentes a este festival, Laura Massague, del Bay Area Houston Ballet & Theater, y Gian Carlo Pérez, del Washington Ballet, nos trasladaron al Medio Oriente, con el pas de deux del ballet El corsario (coreografía de Petipa y música de Drigo), donde, tras un adagio vibrante, se lucieron también en sus variaciones, pues Laura no escatimó fouettés intercalados con varios pirouettes, una rauda diagonal de piqués, amén de balances y extensiones, mientras que Gian Carlo la secundó con un óvalo de saltos con extensiones a 180 grados y audaces volteretas en el aire, algunas casi horizontales –acrobáticas diría yo– y muy veloces giros con la pierna a 90 grados. 


Y después de esta “aventura” con esclavas, corsarios y piratas, Agustina Galizzi y Argenis Montalvo, de la Compañía Nacional de Danza de México, nos llevaron nada menos que a Escocia mediante el pas de deux del ballet La sílfide –conocido también como La sílfide y el escocés–, con coreografía de August Bournonville y música de Herman Severin Lovenskiold, que, por cierto, lo pude ver completo en el Teatro Marinski, de San Petersburgo, el pasado mes de mayo de 2016.

Bueno, pues les diré que me encantó la interpretación de esta talentosa pareja, totalmente en estilo, muy atentos siempre al drama de su argumento, pues no se trata solo de ejecutar los pasos de baile, sino de saberse conectar con la historia y con el personaje, y Agustina y Argenis lo consiguieron en grado superlativo, lo que no quiere decir que descuidaran en ningún momento la técnica.

El estilo Bournonville demanda de los bailarines un gran trabajo de pies, y Auguste se hubiera sentido muy satisfecho si los hubiera visto, pues tanto Agustina como Argenis sobresalieron en esto.

De Edimburgo para la capital francesa, fueron Luciana Barrirero, del Ballet Estable del Teatro Colón de Buenos Aires (Argentina), y Lucas Erni, del Ballet Nacional Sodre (Uruguay), los encargados de regalarnos este “viaje”, con el delicioso y efervescente pas de deux del ballet La llama de París como medio, coreografía del soviético Vasily Vainonen y música de Boris Asafiev, donde Lucas brilló por sus audaces saltos, vertiginosos giros, y su entrega impecable de principio a fin, mientras que Luciana mostró un buen trabajo de pies y realizó una excelente semidiagonal en punta, y luego una diagonal completa de giros vertiginosos y elegantes, rematando su entrega con unos breves fouettés, todos sencillos, aunque cometió leves imprecisiones que debe evitar cuando vuelva a bailar este rol.

María Muñoz y Álvaro Madrigal, de la Compañía Nacional de Danza de España, prefirieron Italia para su presentación como pareja en esta gala, pues escogieron el pas de deux Scarlatti para ello, con coreografía y diseño de luces de José Carlos Martínez, y música del susodicho compositor italiano, ¡ah!, y vestidos por Agnès Letestu, con los trajes más interesantes y perturbadores de este festival. Sin música al inicio, la pareja mostró gran coordinación en el el adagio, y ya con música, verdadera bravura en sus variaciones.

Para concluir esta estelar gala, Sena Hidaka y Shushei Yoshida, del Ballet de la Ópera Nacional de Bucarest (Rumanía), salieron a escena para bailar el Pas d'sclave (Marius Petipa/ Adolph Adam), del ballet El corsario.

Tras un adagio correcto, Shushei realizó su variación con precisos saltos, volteretas y giros, mientras que Sena ejecutó una muy lucida diagonal de piqués con pirouettes, intercalados con buen gusto y musicalidad.

En la coda, Shushei la hizo girar centradamente, y el final fue muy logrado e impactante, ambos en personaje, lo cual mantuvieron durante los saludos, aspecto que considero muy loable. 




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ver en el blog: Gala de danza moderna y contemporánea del XXI Festival Internacional de Ballet de Miami (por Baltasar Santiago Martín)

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