Baracoa (Cuba)
Foto: Ramón Espinosa/ AP
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El título de un conocidísimo relato del maestro Hemingway que se vincula a los azotes de un huracán en las inmediaciones de Key West, me sirve hoy de pretexto por el reciente paso troglodítico, por la porción más oriental de Cuba, del huracán de gran intensidad Matthew, quien ha dejado, por esta zona, una estela de inequívoca devastación.
El relato de marras, que se involucra con una poca aireada anécdota ciclonera en la Cuba de 1919 fue, antes, como casi todos los relatos de Papa, una historia real.
Se la confió uno de sus mejores amigos de Cayo Hueso, Eddy Saunders, más conocido por Bra. Baker nos retrata el minuto del encuentro de un recién llegado Hemingway, en 1928, con aquel:
El relato de marras, que se involucra con una poca aireada anécdota ciclonera en la Cuba de 1919 fue, antes, como casi todos los relatos de Papa, una historia real.
Se la confió uno de sus mejores amigos de Cayo Hueso, Eddy Saunders, más conocido por Bra. Baker nos retrata el minuto del encuentro de un recién llegado Hemingway, en 1928, con aquel:
Pronto conoció a Bra Saunders, un guía profesional de pesca quien sabía al dedillo cada banco de arena, cada cayo, y cada pantano de mangles desde Homestead hasta Dry Tortugas.
El conchero, apelativo con que se conocen los nativos de Cayo Hueso, vivió de primera mano, la historia que Hemingway volvió a recrear años después, la del terrible destino que tuviera el vapor español Valbanera que había zarpado, de Santiago de Cuba, luego de recorrer todo el Atlántico, y tenía por destino la Habana.
A sabiendas de la tormenta, intentó llegar a la capital cubana antes que aquella, pero encontró su fatídico final aquel 10 de septiembre de 1919.
Su trágico signo, lo llevó a hundirse, justo frente a las costas de Cayo Hueso, en un sitio de arenas movedizas, conocido como Rebecca Shoalds. Las pérdidas humanas ascendieron a 488.
El personaje de la historia de Hemingway, claro alter ego de Saunders, después de pasada la tormenta, descubre antes que nadie el pecio, y se toma por su cuenta, la misión del rescate de lo que buenamente pudiera salvar del naufragio.
Pero, su empeño no pasa de allí. Los armadores del barco, avisados del suculento caudal que atesoraba el buque siniestrado, tomaron la delantera, y rescataron el que debió ser un cuantioso caudal.
Nuestro héroe, como casi todos los personajes de esta célebre colección de relatos, terminó por “no llevarse nada”. Sus palabras finales son un poema: “Primero llegaron los pájaros, después yo y después los griegos, y hasta los pájaros le sacaron más que yo”
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