Fotos/Patricia Laine
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El Cascanueces es un ballet basado en el cuento El Cascanueces y el Príncipe de los ratones, de Ernst Theodor Amadeus Hoffman, con coreografía de Lev Ivanov, el asistente de Marius Petipa –quien aprobaba y hasta modificaba a veces las creaciones de Ivanov– y música de Piotr Ilich Chaikovski, estrenado el 18 de diciembre de 1892 en el teatro Marinski de San Petersburgo, Rusia. A pesar de su bellísima música, es considerado un ballet “para niños”, y las principales compañías lo han asumido más como una bonita tradición navideña que como un tour de force para sus bailarines.
No obstante estos “prejuicios”, yo diría que la calidad y la altura de una compañía de ballet puede juzgarse perfectamente por el rigor y la seriedad con la que aborde esta “tradición navideña”, y Arts Ballet Theatre of Florida, bajo la experta dirección del Maestro Vladimir Issaev, ha pasado la prueba una vez más –como ya lo ha hecho con los “hermanos mayores”, por así decirlo, de El Cascanueces–, pues ha logrado recrear su Cascanueces de la temporada navideña de 2016 con mucha disciplina, buen gusto y el aliciente adicional de una presencia de verdadero lujo: el gran coreógrafo Alberto Méndez en el papel de Herr Drosselmeyer, el Consejal padrino de Clara y de su hermano, el malcriado y travieso Fritz.
Con un programa de mano de agradable diseño y abundante información, Arts Ballet Theatre of Florida recibió al numeroso público que acudió a disfrutar de la representación de El Cascanueces en el Aventura Arts Center durante los días 9, 10 y 11 de diciembre del 2016.
El día 11, ticket en mano, cortesía de ABTF, aguardé expectante el comienzo de la función, y desde el bello preludio, la partitura del genial músico ruso para esta historia de encanto victoriano, magia, artificios y mucho baile magnífico me volvió a enamorar.
Muy buena idea ese desfile preliminar de los niños, solos o con sus padres, demostrando sus precoces habilidades para la danza, y luego, ya en el interior de la mansión de los Stahlbaum, mi primera impresión fue completamente favorable: un vestuario muy elegante, tanto para los niños como para sus padres, y un telón de fondo de agradable diseño, con el consabido árbol de Navidad omnipresente en esa Noche de Fin de Año.
Los hermanos Stahlbaum fueron deliciosamente interpretados por Dalia Saba, una Clara inocente y juguetona, en verdadero rol de bailarina –a diferencia de otras versiones menos rigurosas–, y Alexander Sokolov, eficaz y simpático como el payaso y malcriado Fritz.
El Maestro Alberto Méndez, como Herr Drosselmeyer, el Consejal padrino de ambos, nos brindó una interpretación notable por su expresividad y su mímica actoral, muy acorde con el desarrollo dramatúrgico de la escena.
La inclusión en esta puesta del abuelo de los hermanos Stahlbaum, personaje a cargo del cantante lírico y actor Jorge Arcila, me pareció forzada y gratuita, y aunque en el programa de mano se menciona a Joanie Weiss como su esposa, en esta puesta su presencia pasó casi inadvertida, al punto de que pensé que era su cuidadora y no la abuela de los muchachos.
Todos los bailes de grupo –hasta seis parejas en escena–estuvieron caracterizados por su excelente acople y fluidez. De una gran caja de regalo salen el Soldado y la Muñeca interpretados por Theresse Racpan y Pablo Manzo que estuvieron muy precisos en sus personajes.
Alexander Sokolov, en su rol inicial de Fritz, se destacó por la altura y abertura de sus saltos y su rotura malcriada del Cascanueces fue resuelta con una muy buena secuencia y dramaturgia.
Extrañé el efecto del reloj “virtual” del fondo, avanzando hacia la medianoche, así como el del árbol de Navidad que se suele agigantar ante los ojos asombrados de Clara. Clara se queda dormida en un butacón, e inmediatamente su padrino la “despierta” –debió haber habido un lapso “razonable” entre ambos momentos– para presenciar la batalla entre el ejército de su Cascanueces y el del Rey de los Ratones.
El combate estuvo muy bien escenificado, y la coreografía de la derrota inicial aparente del Cascanueces muy lograda.
El cuerpo de baile de los Copos de Nieve – doce en total– estuvo deslumbrante, con un vestuario a la altura de su desempeño.
La Reina de las Nieves y su caballero, interpretados por Lillian Hill y Zihan Min –que se supone que acuden para acompañar a los protagonistas a su blanco reino–, ejecutaron un pas de deux de presentación, en el que Zihan debió hacer girar a Lillian más centrada y vertical, quien en su variación demostró que posee técnica y musicalidad. Me hubiera gustado que un trineo o algo así hubiera indicado, al final del primer acto, el viaje de Clara y su Cascanueces al País de las Nieves.
En el Segundo Acto, los “angelitos” estuvieron realmente “angelicales”, para dar a un desfile “multicultural” en honor de la soñadora visitante y su acompañante, que fue iniciado por Yasamin Haghayegh y Kevin Zong en la Danza Española, asunto que Chaicovski también usaría en su emblemático Lago con diferente partitura.
En la Danza China, las bailarinas estuvieron seguras y precisas, jugando con las sombrillas y los pasos de la coreografía sin cometer errores, saliendo al final en puntas como bailarinas consagradas.
En el Cuadro Árabe, excelente el vestuario del Harén y del Príncipe, con Astrid Zuluaga como la Reina y Luke Stolkton como el Príncipe, quienes sortearon el reto sin el menor tropiezo.
En la Danza Rusa, los hermanos Danil y Denis Osipov se lucieron con bravura en sus roles de cosacos, con grandes alardes acrobáticos.
En el Cuadro de las Flores, Lillian Hill, como la figura central, se destacó por su excelente ejecución y acople con las otras seis bailarinas del cuadro, admirables extensiones, y por quedarse “clavada” en el lugar –como es lo correcto–al realizar los fouettés; en fin, una verdadera promesa a la que hay que alentar y seguir muy de cerca.
Tras esta caravana de deliciosos divertimentos, el Hada de Azúcar apareció, acompañada de su Caballero, para brindarnos el bello Pas de deux que constituye el momento cumbre de este ballet.
La primera bailarina Mary Carmen Catoya brilló en el rol del Hada del Azúcar por su técnica, estilo e interpretación en perfecto equilibrio, mientras que Kazuya Arima, como su Caballero, estuvo a la altura de su consagrada compañera.
Con un apoteósico final, donde todos los participantes de los divertimentos volvieron a desfilar y a convencer al complacido público, faltó el que Clara retornara a su butacón de la mano de su mago-padrino, para enseguida despertar e ir en busca de su Cascanueces para acunarlo en sus brazos, concluyendo así esta bella fantasía que nos hizo sentir niños otra vez y olvidarnos por un buen rato de nuestras preocupaciones terrenales.
por Baltasar Santiago Martín
Fundación Apogeo
Aventura, 12 de diciembre de 2016
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