La música y los movimientos de la rumba de Cuba están esencialmente vinculados a la cultura africana, pero también poseen algunos elementos característicos de la cultura antillana y el flamenco español. La rumba surgió antaño en barrios marginados de algunas ciudades como La Habana y Matanzas, así como en las proximidades de algunos puertos y en poblados de chabolas, llegando a ser especialmente popular en las zonas rurales habitadas por comunidades de esclavos africanos. Al extenderse desde el oeste hacia el este del país, la rumba llegó a ser un símbolo importante de un estrato marginado de la sociedad cubana y de su identidad. Este elemento del patrimonio cultural cubano es la expresión de un espíritu de resistencia y autoestima, así como un instrumento de sociabilidad que enriquece la vida de las comunidades que lo practican. La ejecución de la rumba comprende formas verbales y gestuales de comunicación: cantos, movimientos, palmadas, bailes y un lenguaje corporal específico. Los instrumentos de percusión, las herramientas de trabajo y los utensilios domésticos utilizados para las músicas rumberas forman parte integrante de esta práctica cultural. Cuando los intérpretes ejecutan la rumba con sus códigos culturales específicos y establecen una interacción con el público, se crea una atmósfera festiva y los cantos y bailes evocan una gracia, una sensualidad y una alegría propicias al acercamiento entre las personas, sean cuales sean su condición socioeconómica, su sexo o su origen étnico. La práctica de la rumba cubana se transmite de generación en generación en el seno de las familias y entre vecinos. (Website de la UNESCO)
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