Tener esperanza no significa ser optimistas, ingenuos, ignorantes del drama de los males de la humanidad. La esperanza es la virtud de un corazón que no se aferra a las sombras, que no se refugia en el pasado, que no vive a duras penas el presente, sino que sabe ver el mañana. La esperanza es la puerta abierta al porvenir. Es una semilla de vida, humilde y oculta, que con el tiempo se transforma en un gran árbol; es como una levadura invisible que hace levar la pasta, que da sabor a toda la vida. Es capaz de mucho, porque basta solo una pequeña luz que se alimente de esperanza, y la oscuridad ya no estará completa. Basta un solo hombre para que haya esperanza, y este hombre puedes ser tú. Después otro "tú", y otro "tú", y entonces somos "nosotros". Y cuando hay un "nosotros", ¿comienza la esperanza? No, ya ha comenzado con el "tú". Cuando hay un nosotros, comienza una revolución.
El tercer y último mensaje que me gustaría compartir hoy es sobre la revolución: la revolución de la ternura. ¿Qué es la ternura? Es el amor que se acerca y se hace concreto. Es un movimiento que parte del corazón y llega a los ojos, a las orejas, a las manos. La ternura es usar los ojos para ver al otro, usar las orejas para sentir al otro, para escuchar el grito de los niños, de los pobres, de quien teme al futuro; escuchar también el grito silencioso de nuestra casa común, de la Tierra contaminada y enferma. La ternura significa usar las manos y el corazón para acariciar al otro, para cuidarlo.
La ternura es el lenguaje de los más pequeños, de quienes necesitan del otro. Un niño se encariña y conoce al papá y a la mamá por las caricias, por la mirada, por la voz, por la ternura. Me gusta escuchar cuando el papá o la mamá hablan con su hijo pequeño, y ellos también se hacen niños, hablando como habla él, el niño. Eso es la ternura: rebajarse al nivel del otro. También Dios se rebajó en Jesús para estar a nuestro nivel. Este es el camino recorrido por el Buen Samaritano. Es el camino recorrido por Jesús, que se rebajó, que recorrió toda la vida del hombre con el lenguaje concreto del amor.
Sí, la ternura es el camino que han recorrido los hombres y mujeres más valientes y fuertes. La ternura no es debilidad, es fortaleza. Es el camino de la solidaridad, el camino de la humildad. Permítanme decirlo claramente: cuanto más poderoso eres, cuanto más tus acciones tienen un impacto sobre la gente, mucho más humilde has de ser. Porque si no el poder te arruina, y tú arruinarás a los demás. En Argentina, se decía que el poder es como tomar ginebra en ayunas: la cabeza te da vueltas, te embriaga, te hace perder el equilibrio y te lleva a hacerte daño a ti mismo y a los demás, si no lo juntas con la humildad y la ternura. Sin embargo, con humildad y amor concreto el poder - el más alto, el más fuerte - se hace servicio y difunde el bien. (Leer texto completo en español, en el website de TED)
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