Un buen amigo me ha dado en la vena del gusto, poniendo en mis manos, luego de un inevitable viaje trasatlántico Madrid –Habana, y antes Roma-Madrid, donde vive; el magnífico y revelador How It Was, imprescindible libro biográfico con que Mary, la bien conocida cuarta esposa de Papa Hemingway, pone sal y también pimienta, a las no pocas circunstancias de su vida marital con el escritor, extendida por diecisiete años, entre Finca Vigía y cualquiera fuera la coordenada vital en la que pusieran pie en aquellos años.
El libro se lee solo. Está lleno de revelaciones por doquier, pues aunque ya Baker hubiera puntualizado muchas cosas desde su imprescindible biografía, no es lo mismo, ni suena igual, que uno lea de primera mano, muchas de aquellas singulares anécdotas. Mary se encarga con su contundencia narrativa, que no le falta ni le sobra, de revelar desde su propia mirada, la sabrosura de muchas de aquellas circunstancias.
Principiemos hoy por una anécdota con signo marinero, acaecida tan temprano como en 1947, y donde Mary suplanta al capitán Hem, a bordo del Pilar, en una atrevida incursión piscatoria, off Cojimar.
La misión, aunque suene increíble para quienes eran y representaban, consistía en dotar el deep freezer de Finca Vigía, con abundantes reservas de pescado, que menguaban en ese minuto, y que no podían suplir con las de carne res, por estar entonces, increíblemente, en “deseperante escasez”.
Según la misma Mary, la causa de aquel inusitado desabastecimiento, era una huelga de productores que envolvía al tan esperado envío de carne fresca de manos de la no menos famosa Asociación de Ganaderos de Camagüey, a sus receptores habaneros del Matadero Industrial, y que se zanjó, según nos narra una voz autorizada, a favor de los primeros, pero con una inevitable subida final del precio minorista.
Lo cierto es que una buena mañana de junio de aquel 1947, a instancias de Papa, forzado a permanecer como marinero en tierra, y enfermero a tiempo completo de su hijo Patrick, aquejado por entonces por una extraña afección psiquiátrica, Mary puso rumbo a Cojimar donde Gregorio ya la esperaba con el motor del barco en marcha para cumplimentar aquella misión de signo logístico.
Pero dejemos que sea la propia Mary, ya en plan de cierre, quien nos relate la tan inusual experiencia en la que asoma, sin faltar a la modestia, su habilidad para presentar sus cartas credenciales en la lucha desigual contra incluso un poderoso marlín:
Cuando Ernesto me sugirió salir de pesca con Gregorio para aumentar los abastecimientos, yo estuve encantada. Después de quince o veinte minutos ya estábamos en la Corriente del Golfo a la altura de Cojimar, nuestros anzuelos enseguida dieron cuenta de un par de delfines. De pronto uno de los outriggers, se dobló (…), yo dejé descansar la vara en mi , y mantuve la línea tensa, en lo que Gregorio recogía cordel. Era un marlín rayado de unas ochenta libras bien anzuelado dentro de su mandíbula. El peje caminó, bailó, se sumergió y saltó, mientras yo lo odiaba y lo exultaba a una vez, en el proceso de atraerlo lentamente(…) Gregorio estaba encantado, y nosotros tendríamos comida en casa para una semana, incluyendo a la de Gregorio. Pero igual que con la carne de vacuno, la del marlín tiene que ser colgada en una habitación fría por toda una noche, o incluso todo un mes, para que resulte tierna. Nosotros no colgamos mi pequeño pez. Pero con gusto devoramos su carne, la noche siguientes, y la siguiente, y la próxima(1).
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1.How It Was. Mary Welsh Hemingway. Futura Publications. Great Britain. 1978. p.203
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