Nota del blog: Sección semanal dedicada a la familia por la Dra. Christina Balinotti (https://www.facebook.com/christina.balinotti),
quien ha aceptado la invitación a compartir cada jueves, un
tema relacionado con su proyecto Universidad de la Familia,
programa académico extenso de 45 semanas, en la Humboldt
International University. Los libros de la Dra. Christina
Balinotti se pueden adquirir en Amazon en este enlace.
Para información e inscribirse en el programa puede acceder en este enlace. Para comunicarse puede escribir a Universidaddelafamilia.miami@gmail.com
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Desde el punto de vista etimológico la palabra avaricia viene del latín avarus, la cual proviene del verbo avere, (desear, querer, anhelar, ansiar). Observamos desde su raíz un gran compromiso psicológico del término que luego desgranaremos. Según el diccionario de la lengua española, la avaricia es el afán desordenado de adquirir y poseer riquezas para atesorarlas. Y aquí se observa la diferencia con la codicia y para no confundirnos. Esta última constituye solo un afán excesivo de riquezas sin necesidad de atesorarlas. Una segunda diferencia nos lleva a comparar la avaricia con la ambición. Del latín ambitio, ir por uno y otro lado. Significativa etimología que describe una fuerte inclinación a obtener, riquezas, status, fama, poder, a través de la superación de metas en un ir y venir constante. Una búsqueda con verdadero denuedo para lograr, al cabo, los objetivos fijados. A diferencia de la avaricia, tiene que ver con el deseo inconmensurable de ser mejor aunque puede apartarse de lo justo y razonable y transformarse en un vicio.
Si quisiéramos ilustrar las emociones del avaro acudiríamos a la metáfora de un lobo hambriento o un pozo sin fondo como apuntó, certeramente, Erich Fromm. Un pozo sin fondo por cuanto nunca encuentra la satisfacción plena sino que se demora en satisfacciones de placer efímero. Lobo hambriento a quien ninguna presa ofrece saciedad.
La naturaleza compulsiva de esta conducta denota un impulso mórbido a acumular bienes materiales. Dinero. Bienes que sin duda, disfrazan aquello que en realidad hubiera deseado acumular en primer lugar. Probablemente amor de sus padres, atención, dedicación o tal vez necesidades básicas satisfechas. Una suerte de epistemología oculta acerca de sí mismo y de su pasado se niega a la conciencia del avaro. Cuanto más acumula, menos conoce sobre sí mismo aunque insiste porque en la insistencia encuentra una suerte de resarcimiento afectivo. Conexión errada con la felicidad como el budismo advierte. El avaro invadido por el miedo a un futuro de pobreza, vive pobre en el presente. Miedo irracional a reeditar en el futuro la falta de alguna cosa material o espiritual cuya ausencia lo ha marcado.
Los griegos denominaban PLEONEXIA a tal condición del afecto y Platón la consideraba una enfermedad de carácter moral. Por su parte, Ortega y Gasset le otorga al término una connotación positiva. Casi una virtud. Insiste en que la pleonexia es el henchimiento no material sino personal. El aumento personal de las propias capacidades. Como seres infinitos tendemos a acumular conocimientos y experiencias que nos enriquecen y que constituyen nuestra humanidad. Para el filósofo vivir es crecer ilimitadamente, pues cada vida es una oportunidad de expansión al infinito.
Si pensamos con criterio biológico, la avaricia constituye una discapacidad ontológica que va en contra de nuestra historia evolutiva de colaboración como especie. En contra de la naturaleza humana que, al decir de Aristóteles nos define como animales políticos. Vale decir, que la impronta evolutiva nos compele a vivir juntos, reunidos en polis o ciudades. Nunca separados. Animal de horda, animal gregario, la vida humana en sociedad copia el carácter pluricelular de nuestro organismo. Una organización vital e interconectada de la existencia que tiende a prolongarse en lo social.
Para la religión católica la avaricia es un pecado capital, no por su importancia, sino porque en él germinan muchos otros pecados: traición, violencia, deslealtad, estafa robo, soborno inclusive simonía, vale decir, compra o venta de lo espiritual por vía de bienes materiales. Recordemos que de acuerdo con santo Tomás de Aquino (II-II:153:4) Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal. […] Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada.
Desde el punto de vista literario, ciertas obras han contribuido a inmortalizar el estereotipo del avaro. Hargapón en El avaro de Moliere. Scrooge, Cuento de Navidad de Dickens y otros personajes metonímicos de tiras cómicas: Mr. Burns en los Simpson o tío Gilito, Duck Tales. Personalidades famosas, con dichas características, conocemos al millonario Paul Getty quien instaló un teléfono público en su mansión para que los visitantes no utilizaran su línea telefónica privada. En poesía Tántalo es el emblema del avaro.
En este punto, los invito a redirigir nuestra atención a la psicología de tal condición del afecto humano. Como expresamos al comienzo, su raíz etimológica involucra palabras de alto contenido emocional y de habitual concurrencia en el ámbito de la psicología humana, ansia, deseo, anhelo, impulso, afán, emociones que pueden, fácilmente, desbordarse. Los griegos sostenían una máxima, inscripta en el frontispicio del templo de Delfos, Nada con exceso o Meden Agan, aconsejaban. La hibris griega o desmesura era condenada por el pueblo helénico. Intuían en los extremos los embates de la enfermedad mental o moral y la necesidad de limitar la inclinación humana hacia el exceso.
Cabe preguntarnos si el avaro nace o se hace. Múltiples causas lo determinan. Sin duda los factores genéticos influyen ya que, como suelo afirmar, somos seres bio-psico-sociales. Es así que una familia, con padres ausentes montada sobre la predisposición genética y dentro de una sociedad, como la actual, materialista y hedónica. Una sociedad posmoderna donde los vínculos humanos son cada vez más efímeros ofrece en conjunto, el marco adecuado para el desarrollo de cualquier patología psicológica de carácter retentivo. La autoestima básica y la seguridad se obtienen a partir de un punto de apoyo familiar afectivo y no material. Apego necesario y primario que cierra los huecos y vacíos con que llegamos al nacer. Una familia que priva al niño de afecto pero lo colma de bienes materiales o aquella que vive en la extrema pobreza sin ofrecer soporte emocional al hijo puede moldear el perfil de un avaro.
En resumen decimos que un individuo avaro se hace porque nace con una predisposición genética determinada dentro en un ambiente socio-familiar que posibilita el desarrollo de dicha predisposición.
Desde esta perspectiva, la conducta del avaro podría resumirse, grosso modo, en los siguientes cuadros patológicos:
- La avaricia como defensa o formación reactiva frente al impulso de gastar en exceso originada en las conductas citadas más arriba.
- La avaricia como trastorno obsesivo de la personalidad TOCP. La personalidad es el eje a partir del cual nos relacionamos con el mundo. En el avaro existe una estructura de personalidad enferma por múltiples causas, algunas, ya mencionadas. Sin embargo, no debemos confundir el TOCP con el TOC o Trastorno obsesivo compulsivo, denominado también, neurosis obsesivo- compulsivo. Aquí hablamos de un trastorno mental en lugar de trastorno de personalidad.
Notable es descubrir que, a pesar de sus características claramente psico-patológicas, la avaricia en sí misma, no figura como trastorno mental ni de personalidad, en ninguna de las ediciones del manual DSM, la biblia americana de los psicólogos y psiquiatras, mientras que el resto de los llamados pecados capitales se encuentran tipificados en él.
Cabe preguntarnos, a modo de conclusión, sino vivimos en sociedades pleonéxicas que alimentan la codicia y la ambición extrema y que, por ende, favorecen la emergencia de lo psicopatológico. Si el más de lo mismo o tengo mucho definen nuestra forma de vida y de pensamientos. Si hemos reemplazado el tiempo en familia, el diálogo con nuestros hijos por juguetes caros y billetes. El papá cajero automático, culpable, quizá, por su ausencia del hogar y que, por lo tanto, se auto-reemplaza con dinero. Avaros y acumuladores de todo tipo han existido siempre. Sin embargo, así como hoy observamos un aumento de la depresión clínica, el suicido, observamos, además, un aumento de los casos de acumuladores compulsivos. Dinero para despilfarrar o para atesorar son las conductas típicas de nuestra cultura occidental posmoderna. El dinero es necesario. Guardar para el futuro sin temerle es sano. Pero llevarlo a un extremo es siempre negativo.
¿Cuál es límite a nuestra codicia y ambición, entonces? ¿Cuándo suficiente es suficiente? ¿No estaremos educando hijos en eterno estado de carencia afectiva? Con vacíos y huecos internos que intentan llenar con drogas y posesiones materiales.
Como pregunta de cierre les comparto el consejo del griego Epicuro. ¿Quieres ser rico? Pues no te afanes por aumentar tus bienes, sino por disminuir tu codicia.
Todo es una cuestión de equilibrio.
Hasta el próximo artículo.
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Christina
A. Balinotti: Escritora, Personalidad de Televisión y Radio.
Experta en temas de Cultura y Psicología. Mujer de la Semana 2015
CNN Español. Pionera del Movimiento y Organización Femenidad
Holística.
Fundadora/Directora del programa académico Universidad de la Familia, Ahora Sí, Miami 2016.
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