Fotos/Eva M. Vergara
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Hoy nos han invitado a "La novia de marmol", un restaurante que ha sobrevivido doscientos años. Nos aguarda un espectáculo de música húngara. Escuchar violines y Zíngalos en la tierra de Lizst y gitanos, augura una gran noche. Platos dibujados cuelgan de las paredes y armonizan con butacas y mesas de madera, creando un ambiente acogedor.
Un músico se acerca y saluda con efusividad a George y Mary, cuando sabe que somos cubanos nos dice que conoce La Habana. Me pareció escuchar la palabra festival y le pregunto si fue en 1978, yo tenía 11 años y recuerdo aquel evento; Hungría era entonces socialista. Nos dice que estuvo en el mismo hotel donde se quedó Al capone, y que apenas pudo dormir tres horas. Lo imagino de joven en el Hotel Nacional, llegado de un país donde predomina la calma, ante el insomnio que provoca la constante atmósfera ruidosa de una Habana que apenas conoce el silencio.
Llega un grupo de turistas asiáticos e intentamos descubrir su origen, decimos que son sudcoreanos; pero el mesero nos aclara que son de Taiwán. La comida húngara tiene un efecto estimulante en nuestro paladar. La variedad va desapareciendo de un plato desbordado. Pido una cerveza y acepto, como siempre, una copa de "Palinka", un aguardiente hecho de frutas, con el que he establecido una afable relación.
Hablo de nuestra visita en la mañana al Palacio Real, y de la bomba americana que le hizo cambiar su Domo en el centro, durante la segunda guerra mundial. George evoca aquellos años y dice que cuando niños, ellos miraban como en una fiesta desde Pest, al palacio rodeado de las tropas rusas, mientras en su interior estaban los alemanes. Nos dice que en aquel año, en que los aliados habían destruido a los puentes con bombardeos, ellos habían ido a Pest a pasar las navidades, y se quedaron tres meses allí, sin poder volver a Buda. El recuerda que su madre, de 32 años y con tres niños, puso el trineo y sus provisiones y se acercó al Danubio, buscando la posibilidad de cruzar. Cuenta que un alemán le dijo que regresaran a su casa, y ella le increpó que estaban en su casa, que eran ellos quienes debían regresar a la suya. De haber sido en el cine, este alemán hubiese ametrallado a la madre y los niños, es por eso que me gusta conocer la intrahistoria, la realidad contada por los testigos que la vivieron o la padecieron.
Comienza la música y los hábiles y acrobáticos giros de bailarinas, con trajes folklóricos, le ponen más color a la noche. El violinista comienza a tocar para nosotros el clásico "Bésame mucho", y la eterna Habanera "La paloma". Una pareja de franceses la baila como un tango, con cierto despiste, pero aún así, su danza es impecable.
Volvemos a casa, y en la parada, Mary nos señala un cartel de la oposición, donde Víctor Orbán es atacado. Otro anuncio está colocado sobre la pancarta con un plástico adhesivo. Mary nos dice que se han creado múltiples partidos, después del ofrecimiento monetario del gobierno, para su existencia.
Llega nuestra guagua y encontramos asientos vacíos al entrar. Todo parece estar a nuestro favor, pero más para George, ya que una bella joven se le acerca emocionada, y le dice que hoy es su cumpleaños, y tiene la suerte de encontrarse con su escritor favorito. Mary le sede el asiento junto a Ferdinandy, y Eva le hace una foto que promete le enviaremos si nos da su correo. Ella se despide emocionada aún. Bromeamos diciéndole a George que se trata de un plan bien elaborado, y que la muchacha recibió un cheque de sus manos. Él le pone un toque de ironía al hecho, y le dice que la muchacha estaba emocionada, ya que era su cumpleaños y estaba sola. Yo pienso en el regocijo de un escritor que vivió en el exilio tantos años, al ser el escritor favorito de una joven, en su propio país. Hoy ha sido una noche de sorpresas placenteras.
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