Ya casi nadie recuerda que lo que somos lo debemos a quienes fueron nuestros ancestrales precursores, los taínos, siboneyes y guanahatebeyes, mezclados a conveniencia con la sangre de los colonizadores y la de los esclavos negros del Africa profunda, para conformar esa amalgama que nos caracteriza como pueblo.
Quiérase o no, esa herencia genética pesa y mucho sobre nuestras concepciones, y maneras de ver las cosas. Y aunque poco se diga, quizás la culpa la tuvo la dieta de nuestros ancestros, que por cosas del destino hemos tenido en común por largo tiempo. Si lo duda déjese convencer por las evidencias que esbozan los entendidos.
Se dice de muy buena tinta que:
Quiérase o no, esa herencia genética pesa y mucho sobre nuestras concepciones, y maneras de ver las cosas. Y aunque poco se diga, quizás la culpa la tuvo la dieta de nuestros ancestros, que por cosas del destino hemos tenido en común por largo tiempo. Si lo duda déjese convencer por las evidencias que esbozan los entendidos.
Se dice de muy buena tinta que:
... la dieta no balanceada de los indocubanos resultaba insuficiente y la ausencia de determinadas sustancias necesarias al organismo convertía el indígena en un ser endeble. Resultaba muy precario el suministro al organismo de grasas animales, y las de origen vegetal se encuentran solo en proporción muy insuficiente en los alimentos que utilizaban. El casabe en mas el 95% contiene solamente carbohidratos y la harina de maíz no llega al 3% de grasa(1).
Resultaban notorio el contraste entre lo que comía el colonizador, y lo que ingerían los nativos, el español deglutía en un día mas de lo que los aborígenes en un mes, no es de extrañar que no durasen los segundos mucho y se extinguieran por ominosa necesidad.
Fray Bernadino de Manzanedo asi lo hacia constar en 1518:
Fray Bernadino de Manzanedo asi lo hacia constar en 1518:
... los indios es gente flaca e de pocas fuerzas y sus mantenimientos son débiles porque beben agua y comen casabi que es pan de poco mantenimiento(2)
Como van las cosas, creo que haremos mutis por el foro muy prontamente como acaso nuestros ancestrales parientes, de no ser que ocurra un milagro y los plátanos burros, arrasados por los vientos no precisamente plataneros, se maduren en un santiamén, y los boniatos y las yucas crezcan de la noche e a la mañana. Después de Irma, conseguir unas vianditas resulta tarea ciclópea y a precios de cielo.
Al menos los aborígenes, que no eran muy buenos en eso de la agricultura según lo aclaran los entendidos, tenían la suerte de que con sus rudimentarias coas, se proveían de los tubérculos mas imprescindibles.
Al menos los aborígenes, que no eran muy buenos en eso de la agricultura según lo aclaran los entendidos, tenían la suerte de que con sus rudimentarias coas, se proveían de los tubérculos mas imprescindibles.
... especialmente la yuca y el aje que rendían mucho por área; del maíz, que comían tierno, hervido o asado, y la pesca y la caza, contribuían a complementar una dieta que debió carecer de equilibrio adecuado en cuanto a grasas y proteínas ya que faltaban los animales domésticos que los garantizaran(3).
Cualquier parecido con aquella realidad esta a ojos vista, y según lo veo venir, no falta mucho para que volvamos a dormir en hamacas, usemos otra vez los cibucanes, los guayos y el buren de barro para cocer las tortas de casabe; volvamos a tejer jabas con guano de palma, bebamos de las jícaras hechas de güira, y al final del día nos mal iluminemos con las clásicas cocuyeras, “donde una docena de cocuyos, a través de numerosos agujeritos perforados en la jícara, iluminarían, a falta de otra luz, las noches del bohío”(4).
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- Ingeniero Cosculluela citado por Levi Marrero en Cuba Economia y Sociedad. Tomo 1. S. XVI, p. 73)
- Ibid. p.72
- Ibid. p. 72
- Ibid. p 73
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