Tuesday, October 10, 2017

Tororico (por Juan Antonio García)


Se llamaba Fidel Recio, pero todos le decían Tororico. Su nombre nunca figurará en las Historias tradicionales del cine cubano, esa donde solo importan las grandes películas y los Autores, con mayúsculas. Mas los camagüeyanos que lo conocimos, todavía lo recordamos como el último representante de un oficio ya en extinción: el de organizar las “colas” para ver los estrenos en el Cine Casablanca de esa ciudad.

Llevaba lo del promotor cultural en vena. Sin estudiar demasiado. Dejándose dominar por lo intuitivo, por lo emocional. Podía vestirse de Tarzán para promover lo último de Johnny Weissmüller. O aullar como Cujo, el perro asesino. Cargar el mismo las bobinas para garantizar una simultánea triple en los cines Casablanca, Guerrero, y Encanto. Muchas veces lo mejor de la película que íbamos a ver, era él tratando de vendérnosla.

Repito que para una Historia tradicional del cine, individuos como Tororico no cuentan. Pero en la nueva Historia del Cine (y la Enciclopedia Digital del Audiovisual Cubano lo persigue) el cine es algo inefable atravesado por los más diversos contextos e intereses. No es solo arte: es sobre todo una compleja práctica cultural. Y promotores como Fidel Recio, alias Tororico, alias El Toro, han tenido un protagonismo fundamental.

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Imagen/Fotograma del documental Luces y sombras de una ciudad sombólica.

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