Un solo hombre hizo llorar y cantar a Cuba en el siglo XX. No fue un político. No fue un cirujano famoso. Tampoco un chulo en la estela invicta de Alberto Yarini. Se llamaba Félix Benjamín Caignet Salomón, y fue conocido para siempre como Félix B. Caignet, autor del cubanísimo pregón Frutas del Caney, y de la radionovela más versionada de este mundo, considerada unánimemente la madre de las actuales telenovelas, El derecho de nacer, un fenómeno de masas a escala mundial que se trasmitió por primera vez en Cuba desde el 1ro de abril de 1948 a través de CMQ radio, de lunes a sábado, y que constaba de 314 capítulos de duración.
Caignet, de origen franco-haitiano había nacido en la Finca Burenes, en el San Luis de Las Enramadas de la antigua Provincia de Oriente, el 31 de marzo de 1892. Hizo todo lo que se propuso con un tesón envidiable y una inteligencia que disgustó a unos cuantos. Fue escritor, autor musical, pintor autodidacta y periodista, y también trabajó como mecanógrafo y como oficial de sala en el tribunal de Santiago de Cuba.
Como compositor fue tan prolífico que escribió unas 300 obras musicales, entre las que se cuentan sones, guarachas, boleros, guajiras y música infantil. Las más conocidas son Frutas del Caney, popularizada por el Trío Matamoros, Te odio, inmortalizada por Rita Montaner y Barbarito Diez; y otras piezas como Carabalí, Montañas de Oriente, Quiero besarte, Mentira, En silencio y el infantil El ratoncito Miguel. También escribió poesía costumbrista que formaba parte del repertorio del acuarelista de la poesía antillana Luis Carbonell.
Está considerado el padre de la radionovela y la radiocomedia infantil. En 1934 hizo salir a la luz el primer serial dramático y policíaco de América Latina: La serpiente roja, con su singular personaje de Chan Li Po. Después de eso, el mundo no se concibe sin escuchar y ver al detective chino, que encarnara en el cine Aníbal de Mar antes de ser El Tremendo Juez de La tremenda corte, escudriñando la realidad con sus ojos rasgados, diciendo: “Pachencha, mucha pachencha”.
Entre las grandes contribuciones de Caignet a la radio está la de haber introducido el narrador en los espectáculos radiales.
Incursionó también en género de aventuras para adultos. Caignet escribió y difundió para la RHC, Cadena Azul, en 1941, Aladino y la lámpara maravillosa y en 1946, El Ladrón de Bagdad. Es en ese intervalo, sin embargo cuando se produjo un punto de giro decisivo en su carrera como guionista radial. En 1944, escribió Peor que las víboras y El precio de una vida, su primera radionovela romántica sentimental que le valió al año siguiente, la categoría del autor más destacado, otorgada por la Asociación de Críticos Radiales Cubanos.
Pero la obra que lo ha inmortalizado, y que le valiera ser conocido como “el más humano de los escritores” fue “El derecho de nacer”,
Caignet llamaba a la radionovela “espectáculos para ser vistos con el oído”, y en un rapto de sinceridad que otros tachan de desfachatez declaró que él era “un escritor para lavanderas”.
Felix B. Caignet se fue de Cuba a principio de los años 60s del pasado siglo. Vivió en Miami varios años, pero después regresó a Cuba.
Félix Benjamín Caignet Salomón murió el 25 de mayo de 1976, en la ciudad de La Habana. El presentador Germán Pinelli y el actor Raúl Selis despidieron el duelo y el dúo de las Hermanas Martí le cantaron a capella en la necrópolis de Colón.
Desde 1992 sus restos descansan en el panteón de Santiago de Cuba. Nadie con más derecho a descansar en paz después de haber hecho todo lo que hizo.
Cada vez que alguien llora, pienso en él. Cada vez que el Trío Matamoros, u otro intérprete, desgrana los primeros compases de Frutas del Caney, el universo florece y se llena de dulces aromas: piñas, mameyes, mangos tan dulces que toda la amargura de este mundo desaparece por unos instantes.
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