Wednesday, November 22, 2017

Nostalgias a la camagüeyana (por Carlos A. Peón-Casas)

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Nostalgias a la camagüeyana, o la única y sustanciosa manera de bien recordar.
A propósito del libro Nostalgias de Tinajón de Eduardo F. Peláez Leyva



por Carlos A. Peón-Casas


De mi reciente periplo por tierras floridanas, he tenido una doble satisfacción, la suerte maravillosa de reencontrarme con una parte sustanciosa de mis años de infancia y primera juventud, en las personas entrañables de parientes y amigos, alejados por las desidias de nuestra penosa realidad del agua por todas partes, y otras hierbas, y en segundo termino, last but not least, con otra generación vital que me precede en el tiempo, la de mi padre, representada por esos sus amigos entrañables, a los que dejó de ver desde sus años del Colegio Marista, o cuando hacia los primeros pininos laborales en el Bar San Antonio, propiedad de mi abuelo, en los años finales de la década de los 50s en aquel Camagüey al que no podemos mirar mas que con nostalgias de irredimible perennidad.

Carlos A. Peón-Casas y Eduardo F. Peláez Leyva,
el domingo 15 de octubre de 2017, en el
 Salón Padre Félix Varela de la Ermita de la Caridad 
Foto/Cortesía de Víctor López
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De ese segundo grupo vital, los amigos y conocidos de mi Papa Nicolás, que desde el Cielo vela por nosotros, tuve la suerte de entablar cercanía con el Sr, Eduardo F. Peláez Leyva, autor de un libro sobre sus personales memorias camagüeyanas que con el sugerente titulo de Nostalgias del Tinajón, recibí con emoción y agradecimiento, de manos de su autor, y que hoy comento con satisfacción.

Se trata antes de todo, y como el autor lo aclara igualmente en el titulo de unas Escenas camagüeyanas de los años cincuenta, unas laminas vitales recreadas con la fruición que las vivencias y los recuerdos a tope de su niñez y juventud, desbordadas para bien de la memoria colectiva de esa camagueyanidad, que bien sabemos los que habitamos este mediterráneo terruño, es por definición, un orgullo sobreañadido que llevamos entre pecho y espalda doquier vayamos por este mundo plural.

Eduardo, es hombre singularmente memorioso, y así lo testimonia su enjundioso libro. Hay recuerdos primarios, los de su infancia, su Colegio, su casa, en aquella ciudad que se nos vuelve recuerdo hipostasiante, pero igual, de ambientes y circunstancias que se materializan con prontitud en su bien engrasada maquinaria de recuerdos, y que aluden a un modo de ser y a una realidad vital añorada a como de lugar
(…) la del carbonero con sus sacos tiznantes…el chino de la vianda..el camión de la Paloma de Castilla…la puerta de la calle que nunca se cerraba de dia…entreabierta con un ganchito…el mercado de San Francisco…y unos pollos que se amarraban en el patio hasta que la cocinera les torcia el pescuezo,…y esa noche comíamos pollo frito o arroz con pollo (…)
Pero igual, el libro desgrana otras vitales recurrencias, las de sus vivencias en el largo exilio floridano, que habita desde 1962, y donde fundo familia y sueños, y ha hecho su vida, pero desde no deja de mirar con esa nostalgia fundamental, a su natal Camagüey, del que sigue desgranando en su libro todo ese sabor local, inconfundible e irrepetible que solo es posible escuchar de los labios inspirados de quienes se llevaron la ciudad y su inquebrantable memoria en lo mas profundo del corazón enamorado y, que solo en inspirado trance rememorativo, pueden hacer brotar otra vez, para bien de los que gozamos con tales ejercicios de memoria, tan singulares y siempre bienvenidos.

Invitamos pues, al curioso lector, camagüeyano o no, a disfrutar de este titulo que se paladea con fruición, y del que quedamos con ganas de mas, una oportunidad para hacer el camino de viaje a nuestro inolvidable Camagüey de ayer, ese espacio de la nostalgia fundamental, aupadora de sueños y encantamientos de su emocionante memoria siempre proverbial.


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