José Lorenzo Fuentes (Santa Clara, Cuba, 31 de marzo de 1928-Miami- Diciembe de 2017)
Hoy, cuando se cumplen 14 años de la muerte de mi madre, de modo que ya era un día triste per se, me llega uno de aquellos heraldos negros: murió anoche, aquí en Miami, un amigo a todo. O aún más, un hermano.
“A mi hermano Félix Luis Viera”, constaba en las dedicatorias de sus últimos —ahora sí últimos— libros para mí.
Lo conocí hace unos 40 años, cuando me visitó, allá en la Santa Clara de ambos, acompañado de un amigo común.
Entonces los dos vivíamos, “normalmente”, en Cuba. ¿Cómo sospechar por aquellos días que unas 4 décadas después nos encontraríamos en Miami, en el exilio, en “esa tristeza de a cada rato”?
Hablé con él hace justamente 6 días. Esta semana que comienza hoy, nos veríamos, acordamos entonces. “En un Uber..., tú vienes o yo voy”.
Él había sufrido hacía poco un accidente, una caída que le había causado daño relativo, pero de la cual, pensamos, pensamos él y yo, se recuperaría pronto.
Imposibilitado de escribir con toda la extensión que quisiera, dejo las siguientes constancias:
Murió uno de los grandes de la literatura cubana de todos los tiempos.
Murió uno de los principales “dueños” del cuento cubano.
Murió un raro ejemplo de talento en grande mezclado con una humildad y una modestia aún mayores.
Murió José Lorenzo, que no guardó odio para sus verdugos propietarios de la isla de Cuba.
Aquel que prodigara en uno de sus últimos libros: “la inmediatez lo empequeñece todo”, no volverá a entrar por esa puerta que ahora estoy mirando; no volverá sentarse en esa silla del balcón donde un día nos hicimos una “sesión” de fotos; no me llamará de nuevo por teléfono para decirme que el mundo anda mal pero debemos de confiar en el Hombre.
De cualquier modo, por muchos, muchos años las generaciones venideras —incluidas las de la Cuba que tanto amara— lo verán en ese portarretrato, ese último giro de “Después de la gaviota”. O queriendo hallar, de verdad, en “la vida real”, el “Cementerio de las botellas”.
Esto escribí hace 4 años en Cubaencuentro.com, y esto sostengo:
Ya era hora, faltaba este libro para continuar acercándonos a la justa valoración de la cuentística cubana desde que esta existe hasta hoy; nada descubro si afirmo que José Lorenzo Fuentes (Santa Clara, Cuba, 1928) comparte la cima con los mejores cultores del género en la historia literaria de la Isla.
Y esto, en el mismo sitio, y lo sostengo, cuando reseñé, hace 2 años, su libro Hierba nocturna:
José Lorenzo Fuentes (JLF), quizás el más grande cuentista cubano vivo, nos entrega un libro en el cual hallaremos varias vertientes de asuntos, y por consiguiente de tonos, utilización de puntos de vista narrativos y manejos del lenguaje, así como disímiles locaciones. Una mixtura, esta vez.
Y también en Cubaencuentro.com escribí, 7 años atrás, cuando reseñé Las Arelys de José Lorenzo f
Fuentes:
José Lorenzo Fuentes tiene en su haber un clásico de la literatura cubana, Después de la gaviota, un libro de cuentos que, apuntaba el que suscribe a raíz de su reedición en 2008 por la editorial miamense Iduna: ´resulta un manojo de cuentos que, en la medida en que pasan los años, se mantiene imperturbable mirándonos desde esa cima adonde la pátina del tiempo no puede llegar'.
Ahora, solo me queda afirmar, parafraseando al poeta: “qué tristes y solos se quedan los vivos”.
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