De los Magos se habla en el Evangelio de Mateo (2,1-12), considerada la fuente más acreditada, así como en algunos evangelios apócrifos, además de la profecía de David, que hace referencia de los Magos ya en el Antiguo testamento.
Es casi unánime la identificación de estos personajes como pertenecientes a una casta sacerdotal persa, estudiosos de la astronomía y la astrología, y discípulos íntimos y custodios de la doctrina de Zoroastro. La creencia arraigada de que fuesen reyes tiene como origen la profecía del salmo 72 que dice: “Los reyes de Tarsis traerán consigo tributo”, y no menos el hecho de que los dones ofrecidos por ellos tuvieran un valor poco común, que bien podríamos definir como de la realeza.
También hay un buen consenso en considerarlos originarios de Mesopotamia, Persia y Caldea. Un dato es cierto: luego de la adoración del Niño Jesús, no se tuvo más noticia de los Magos. “Y, avisados en sueños de que no volvieran a Herodes, se retiraron a su país por otro camino”: así se concluye el episodio relativo a los Magos en el evangelio de Mateo. Existen algunas historias, leyendas y relatos, pero nada de cierto.
Después del Nacimiento, los tres reaparecen solamente “estando muertos”. Los testimonios refieren que los cuerpos fueron recuperados en la India por santa Elena y portados a Constantinopla; llegaron después a Milán, en el periodo de las Cruzadas, permaneciendo hasta 1164, año en que fueron transferidos por Federico Barbarroja a Colonia y reposan en la catedral, donde hasta ahora son cuidados y venerados por los numerosos peregrinos.
Si históricamente no tenemos muchos documentos relativos a la identidad de estos curiosos personajes, no se puede decir lo mismo de lo que concierne al fuerte valor simbólico de este hecho. La llegada de los Reyes Gentiles, es en efecto, fundamental para el cristianismo, en cuanto fueron los primeros en reconocer al Salvador y justamente echaron las bases al nacimiento de la Iglesia cristiana. La nueva Ecclesia, por tanto, es generada por los súbditos de los Reyes Magos, diversos respecto al pueblo elegido, en cuanto paganos, los llamados no circuncisos. Se dice también que, en cuanto sacerdotes del dios Ahura Mazda, siguiendo la “lectura” del cielo, habrían rastreado y reconocido a su Salvador universal, convirtiéndose así, ellos mismos, en el enlace entre el cristianismo naciente, y los cultos mistéricos orientales (en la antigüedad se creía que los sucesos importantes eran preanunciados por fenómenos celestes en particular).
Para algunos, los Reyes Gentiles podrían indicar las tres razas humanas, descendientes de los tres hijos de Noé, es decir, Sem, Cam y Jafet. Cardini dice que los Magos son el símbolo de la edad del hombre y de la dimensión del tiempo cósmico, expresión por lo tanto del presente, pasado y futuro que giran en torno a Cristo Kosmokrator y Kronokrator. Marsilio Ficino, en cambio, describe los dones de los tres Magos como dones dedicados al “Señor de las estrellas de parte de los tres Señores de los planetas” (Oro=Júpiter; incienso=Sol; mirra=Saturno). Los tres dones pueden representar también los tres continentes de la antigua tradición (Europa, África, Asia). Este mito, en suma, trae consigo múltiples significados e interpretaciones. (Leer texto completo en Zenit)
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