Introducción
Transcurridos más de 110 años del fin de la conflagración Hispano-Cubano-Americana, existen temas que todavía dividen a los historiadores cubanos y españoles. Por dicho motivo la presente crónica tratará de transmitir una visión más clara y objetiva sobre algunos de estos controvertidos puntos. El alcance de los éxitos de Valeriano Weyler durante su mandato en Cuba y la situación de los subversivos vísperas de la intervención yanqui, serán analizadas con nuevas fuentes (principalmente castellanas y norteamericanas), las cuales muestran una realidad mucho más compleja de lo que tradicionalmente se ha creído con respecto a esta última y decisiva etapa de la lucha mambisa contra el anquilosado imperio español.
“Capitán General Valeriano Weyler pacificó Cuba hasta la Trocha de Júcaro a Morón en 1897”
Esta es una opinión muy extendida entre los cronistas hispanos, quienes consideran que Valeriano Weyler había aniquilado totalmente la insurrección al oeste de la Trocha de Júcaro a Morón y estaba preparando su ofensiva final contra Calixto García en la zona oriental cuando fue intempestivamente remplazado por Sagasta a finales de 1897. Esta premisa es una verdad a medias, ya que si bien es cierto que las medidas del marqués de Tenerife (la Reconcentración y el aumento de operaciones contra la insurgencia) debilitaron a los mambises y restablecieron el control sobre amplias zonas del oeste de Cuba, no es menos válido afirmar que “la “pacificación” de Weyler no fue completa sino que se pasó a una guerra de baja intensidad, con bastante número de muertos cubanos y españoles, tal como se deduce de Mi mando en Cuba”(1).
Los grandes combates entre ibéricos y rebeldes habían cesado en la región occidental y central a la muerte del principal caudillo sedicioso Antonio Maceo, aunque las acciones de mediano y pequeño nivel se mantuvieron hasta el final de la guerra, como lo demuestran los partes militares españoles. En palabras del historiador cubano José Abreu Cardet: “Mientras existan algunos grupos por muy pequeños que sean el estado tendrá que mantener poderosas fuerzas. La guerrilla puede tener más fuerza potencial que real” (2).
Dicha situación, unida al panorama desolador del país, producto del brutal conflicto, había creado escenario que “impedía el desarrollo de la economía, por lo menos en los principales sectores” (3). En medio de este lúgubre ambiente, “el Duque de Rubí” anunciaba a Madrid, avances en la pacificación de Cuba y mejoras en la situación de vida de los pacíficos, y aunque estas proclamas se sostenían sobre algunos evidentes avances, lo cierto era la otrora rica isla se había convertido en un erial.
Fue este insoportable ambiente, unido a las presiones norteamericanas, “la toma de las Tunas por los insurrectos, la sensación que causó en el país la llegada de los repatriados en unas condiciones deplorables y el cambio del Gobierno por la desunión de los conservadores propició el relevo de Weyler” (4).
Para algunos políticos hispánicos su sustitución significó el fin de las posibilidades reales de victoria contra Máximo Gómez y Calixto García, ya que le permitió a estos últimos tomar un respiro necesario ante el incesante acoso al que fueron sometidos durante su mandato (1896-1897). Se iniciaba en España un nuevo formato (la Autonomía) de lidiar con el problema colonial antillano, pero esta vez el resultado sorprendería a todos los poderes involucrados en la contienda.
La rebelión se debilitó considerablemente en 1898
El comienzo del último año de la guerra entre insurrectos y peninsulares estuvo marcado por la instauración de un proyecto autonómico, por medio del cual Madrid otorgó a los cubanos amplias facultades de autogobierno. Dicho plan tuvo la aceptación de una buena parte de la sociedad isleña, quienes veían en él, no solamente una oportunidad para finalizar el conflicto con los independentistas, sino también el inicio de una transición ordenada hacia la emancipación de España, evitando una intervención norteamericana que convirtiera a Cuba en un protectorado.
En el campo revolucionario, las reacciones ante este intento español de obtener la paz fueron variadas. Si bien es cierto, la mayor parte de los sublevados permanecieron leales a los ideales de Martí y Maceo, un cierto número de combatientes (especialmente en el Occidente y Centro del país) decidieron unirse a los autonomistas. Dichas presentaciones tuvieron múltiples motivos entre los que se cuentan: el agotamiento por una larga lucha, las condiciones deplorables de muchas partidas sediciosas y la pérdida de confianza en la victoria sobre España. Estas traiciones afectaron duramente al Ejército Libertador, creando desconfianzas y debilitando el espíritu combativo en muchos hombres quienes otrora se habían mostrado irreductibles.
Sin embargo, y contra lo que comúnmente se suele creer, los combates, tiroteos y sabotajes continuaron a lo largo y ancho de toda la isla (incluso en zonas que Weyler afirmaba haber controlado), aunque la intensidad de estos variaba dependiendo de la región donde se desarrollaban. Blanco, por su parte, reportaba mensualmente a Sagasta (gobernante español de turno) todas estas acciones y aunque la mayor parte de estas solían terminar en “victoria” para sus fuerzas, era evidente que la disputa no auguraba un final cercano.
“La Época”, prestigioso diario madrileño se hacía eco de esta situación publicando a finales de marzo una serie de telegramas sobre las operaciones realizadas contra la insurrección durante dicho mes.
Novedades desde mi telegrama del 20, además de las comunicadas:
En Pinar (del Río), emboscado en San Luis un cabo de la Guardia civil y 10 paisanos, batieron a la partida de Lino Pérez, compuesta de 60 hombres, cogiéndole un muerto, un caballo y 12 armas blancas; nosotros tuvimos un herido.
Fuerza de Candelaria hizo un muerto en Habana. Batallón Reina, en Gallega, batió a una partida de 100 hombres, que dejó cuatro muertos; nosotros dos heridos.
Batallón Otumba, en Granada, recogió tres muertos.
Batallón Baleares, en Recartón, mató al titulado comandante Rafael Castillo.
Otra fuerza, en Nueva Paz, tomó un campamento en Sabana Guama, un arma de fuego y efectos; nosotros tuvimos un muerto de tropa.
Una emboscada en Hoyo Colorado hizo un muerto.
Acogidos cinco sin armas.
En Matanzas, Molina batió numerosos grupos en Loma Pan, recogiendo un muerto.
En Santa Clara, la guerrilla de Cienfuegos recogió en Santa Rosa un muerto, un arma de fuego y un caballo.
Batallón Burgos, en Coqueiles, hizo un muerto y tres prisioneros, y cogió un arma de fuego. Guerrilla de Remedios, en Pozo Piedra, 5 muertos.
En Baracoa un muerto.
Batallón de Cataluña, en Palo Prieto, un muerto.
Guerrilla de Arimao un muerto.
La de Placetas y Zaragoza tres muertos en Monte.
Urrutia, y en Perindingo dos muertos, uno de ellos Rivadeneira; cogió un caballo, ocho armas de fuego y dos blancas; nosotros herido capitán Ocaña.
Batallones de Albuera y Granada, en Rusos, batieron a la partida Agramonte, de 200 hombres, recogiendo tres caballos y un arma de fuego; nosotros tuvimos un herido.
Acogidos, 54 con tres armas.
En Spíritus, convoy de Jibara a Juan Hernández batió en ingenio Cruz al enemigo, que dejó ocho muertos y cinco caballos; nosotros tuvimos un muerto y siete heridos tropa-.
Acogidos, nueve con dos armas.
En Puerto Príncipe, batallón de Almansa, en Arroyo
Minas, hizo un muerto y cogió un caballo y un arma de fuego.
El de Cádiz, en Guamadillas, dos muertos, dos caballos, dos armas de fuego y dos blancas.
En Cuba, fuerza de la plaza ocupó depósito de machetes, telas y efectos. —Blanco (5).
Además, dicho despacho aludía la intensidad de los enfrentamientos en el territorio oriental (Baire, Sierra de Chaparra y otros lugares) contra las fuerzas de Calixto García y otros jefes revolucionarios. Vale la pena señalar que dichos choques continuaron después de establecido el armisticio hispánico de abril de 1898. Esta medida fue un gran error por parte de la administración liberal, ya que “… ni aumentan las presentaciones (en las filas mambisas), ni cesan los rebeldes en sus correrías” (6).
La contienda cubana se había estancado a principios de 1898
Esta cuestión ha sido tremendamente debatida por todas las facciones en pugna (España, Estados Unidos y Cuba) sin que actualmente se haya logrado llegar a una opinión consensuada. Para algunos académicos y políticos ibéricos de aquellos tiempos, tales como el conservador Francisco Silvela:
… la insurrección está completamente terminada en Pinar del Río y en el centro de fe isla, y si falta aún el departamento Oriental, se debe á los auxilios y apoyos que á los insurrectos prestan los Estados Unidos, pues sin ellos la pacificación sería completa.Cree el Sr. Silvela que en el caso de que los Estados Unidos se inspiraran realmente en ideas humanitarias, con sólo renunciar á toda idea de intervención se lograría la pacificación (7).
Para estos estadistas, las guerrillas se mantenían en pie de lucha, solamente por el apoyo de las expediciones que salían desde sus bases en Tampa y ante las cuales el gobierno yanqui “se hacía de la vista gorda”, ya que buscaba intervenir en el conflicto una vez que la metrópoli se encontrase incapaz de solventar sus problemas coloniales.
Sin embargo, el veredicto de Silvela no era compartido por todos en las altas esferas del poder ibérico. Para la Reina Regente María Cristina de Habsburgo, los enemigos de la “Madre Patria” “…han logrado mantener el fuego de la insurrección en aquella querida y desgraciada Isla” (8).
Por su parte, Sagasta manifestó en sesión ante el Congreso de Diputados que el “… Gobierno de una Nación (España) que hace tres años está combatiendo dos insurrecciones coloniales (Cuba y Filipinas) que han consumido sus recursos, que han agotado su sangre, que han absorbido, naturalmente la actividad, el tiempo, los tesoros y la sangre de la Nación” (9).
Estas percepciones también se extendían a importantes personajes foráneos tales como: el ministro galo de la Marina, Edouard Lockroy y el presidente norteamericano William Mckinley (1897-1901). El primero reconocía sin remilgos “que en Cuba arde la insurrección….” (10), mientras que el segundo declaraba ante el Congreso de su país: “The war in Cuba is of such a nature that, short of subjugation or extermination, a final military victory for either side seems impracticable”(11).
Vale la pena destacar que estas divergencias se mantuvieron hasta que España fue obligada a firmar la paz de Paris. Una vez perdidas sus antiguas posesiones, varios relevantes escritores reconocieron “sin medias tintas” que su derrota en Cuba y Filipinas se debían en buena parte al accionar partisano. Uno de estos fue el periodista y militar Genaro Alas quien afirmó tajantemente:
En Cuba los insurrectos han impedido una previa distribución estratégica de las tropas de la isla, y a última hora han estorbado la concentración de las fuerzas de Santiago en la plaza amenazada, así como la llegada a ésta de los víveres y municiones necesarios para una larga resistencia ...Todo esto y el cansancio de tres años de lucha en Cuba (que no se compensa para una guerra regular con la costumbre de arrostrar los peligros del combate), son elementos tan importantes en el triunfo obtenido por los americanos, siquiera en cuanto a la forma y plazo, que muy injustos serán sus historiadores militares si al reseñar la guerra no les consignan y no les atribuyan toda la influencia que en realidad han tenido(12).
El “Duque de Rubí”, realizó una exitosa campaña en las regiones occidentales y centrales cubanas, dicho accionar menguó significativamente a la rebelión. Sin embargo, sería una exageración afirmar que estas zonas fueron totalmente dominadas por las legiones hispánicas, ya que acciones de hostigamiento (de variada intensidad) se mantuvieron hasta la intervención estadounidense. Ambos rivales se encontraban exhaustos y aunque la autonomía provocó la rendición de importantes contingentes mambises y sus jefes (coroneles Juan Massó Parra, Rosendo García, “Cayito” Álvarez y otros menos conocidos), las refriegas y escaramuzas continuaron siendo reportadas por los diarios madrileños.
Conclusiones
La lucha independentista que se desarrollaba contra la metrópoli sufrió una evidente mengua durante los años de 1897-1898. Esta reducción se debió a múltiples factores entre ellos: una bien planeada (aunque brutal) contrainsurgencia llevada a cabo por Weyler y la implantación del régimen autonómico que provocó la entrega de varios grupos de revolucionarios. Sin embargo, sería un error asumir que las partidas fueron totalmente aniquiladas (especialmente en la zona al Oeste de la Trocha de Júcaro a Morón) durante dicho periodo de tiempo. Por el contrario, se mantuvieron los choques en todas las provincias, aunque la potencia de estos fluctuó significativamente.
Lo antes mencionado, nos sugiere que la victoria dependería del contrincante que logrará resistir más tiempo o de la aparición de un tercer ente que inclinara la balanza en uno u otro sentido.
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Notas Bibliográficas
1. de Miguel Fernández Enrique, 2008, “Azcárraga, Weyler y la conducción de la guerra de Cuba”, grado de Doctor, Castellón, Don Jaime de Castellón, Departamento de Historia, Geografía y Arte, página 434. Fecha de consulta: 26 de noviembre 2016 Link: http://www.racv.es/files/Guerra_Cuba_0.pdf
2. “Las Muchas Visiones de una Guerra”, José Abreu Cardet, página 141, XIII Coloquio de Historia Canario-Americana, VIII Congreso Internacional de Historia de América, Editores: Cabildo de Gran Canaria Las Palmas, España. Coordinado por Francisco Morales Padrón.
3. “Las Muchas Visiones de una Guerra”, José Abreu Cardet, página 141, XIII Coloquio de Historia Canario-Americana, VIII Congreso Internacional de Historia de América, Editores: Cabildo de Gran Canaria Las Palmas 2000, España. Coordinado por Francisco Morales Padrón.
4. de Miguel Fernández Enrique, 2008, “Azcárraga, Weyler y la conducción de la guerra de Cuba”, página 426.
5. Resumen de operaciones, La Época, Madrid, página 2, 26 de marzo de 1898, Fecha de consulta: 26 de noviembre 2016.
6. Impresiones, La Correspondencia Militar, Madrid, página 2, 15 de abril de 1898, Consulta: 26 de noviembre de 2016.
7. Manifestaciones del Sr Silvela, La Época, Madrid, página 2, 4 de abril de 1898, Consulta: 26 de noviembre de 2016.
8. Discurso de la Corona, La Unión Católica, Madrid, página 3, 20 de abril de 1898, Consulta: 26 de noviembre de 2016.
9. “Información parlamentaria sobre los sucesos de Filipinas”, Práxedes Mateo Sagasta, 23 de junio de 1898, Madrid. Legislatura: 1898-1899 (Cortes de 1898 a 1899) http://aps.unirioja.es/buscasagasta/registro.jsp?id=1652&cad=insurrecciones&tipoBusqueda=alguna&resalta=1 Consultado: 26 de noviembre de 2016
10. “Guerra Marítima”, La Unión Católica, página 1, 22 de marzo de 1898, Consulta: 26 de noviembre de 2016
11. Message to Congress Requesting a Declaration of War With Spain, William McKinley, 11 de abril, 1898, Washington, Estados Unidos. “”La guerra en Cuba es de tal naturaleza que, a falta de subyugación o exterminio, una victoria militar final para cualquiera de las partes parece impracticable”. http://www.presidency.ucsb.edu/ws/?pid=103901 Consultado: 26 de noviembre 2016
12. “La Paz”, La Correspondencia de España, página 1, 15 de agosto de 1898, Consulta: 26 de noviembre 2016
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Bibliografía
“Azcárraga, Weyler y la conducción de la guerra de Cuba”. 2008. Enrique de Miguel Fernández.
“Las Muchas Visiones de una Guerra”, José Abreu Cardet- 2000. XIII Coloquio de Historia Canario-Americana, VIII Congreso Internacional de Historia de América.
Diario español: “La Época”
Diario español: “La Correspondencia Militar”
Diario español: “La Unión Católica”
Diario español: “La Correspondencia de España”
Discursos de Práxedes Mateo Sagasta. Madrid. Legislatura: 1898-1899 (Cortes de 1898 a 1899).
American President Project
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José R. Cernicharo Bustelo
Bachiller de Ciencias de las Comunicaciones de la Universidad de Lima (Perú)
Email: lampara739@hotmail.com
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