Llegaron las papas a Camagüey. Sí, me refiero a ese anhelado tubérculo, conocido en España y otros países hispanoparlantes como la patata. Fue todo un acontecimiento en la legendaria ciudad de más de 500 años. Pronto corrió la voz y acudieron los vecinos a las bodegas y vendutas con la libreta de abastecimiento en la mano. Les relato el diálogo que escuché en la cola de la papa.
-¿Cuántas libras por persona venden? Preguntó una buena señora con los rolos puestos.
-Son dos libras por persona respondió un anciano, adulto mayor como se dice ahora.
-¿Pero quién es la última persona en esta molotera? Volvió a preguntar la señora de los rolos y las bermudas.
-Soy yo respondió el viejo, pero marqué para cinco.
-¡Cómo que para cinco!
-Sí, para tres vecinos que vienen ahora y dos señoras del círculo de abuelos.
-¿A cómo la venden?
-A cinco pesos la libra.
-¿Y toda esta matazón por solamente dos libritas de papa?
-Bueno compañera, hace más de tres años que no vendían papa en Camagüey.
-Total, si a veces la venden los merolicos por la calle.
-No que va. Esa es a 15 pesos la libra, yo no puedo pagar esa barbaridad con mi jubilación, me sale casi a cinco pesos la papa. Llevo casi cinco años sin comer papa.
-Pero insiste la señora, ¿Por qué llegaron ahora las papas? ¿Será por las elecciones del domingo? Dijo en un susurro.
-No sé, seguro que es una casualidad, respondió el anciano de la gorrita blanca.
-¿Usted cree? Dijo la señora mirando fijo y sonriente a su interlocutor.
-Mire señora yo no sé y tampoco me interesa, lo mío es comprar la papa y resolver la comida de hoy.
-Bueno yo me voy, que se cojan las cuatro papitas podridas que me tocan, total para la leche que da la vaca que se la mame el ternero. No voy a perder el día en la cola y se marchó la buena señora apurada con sus rolos.
Camagüey. 8 de marzo de 2018.
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