Cada viernes, Aleisa Ribalta nos presenta un escritor sueco
La primera novela que leí en sueco fue Aves migratorias de Marianne Fredriksson. Estaba en la biblioteca un día cualquiera y me sorprendí, muy a mi pesar, buscando algo para leer en sueco. Fue durante aquel período de adaptación en que me cansé de todas las novelas del estante vecino. Allí donde se empolvaban las solitarias compañeras escritas en castellano, que no es pequeño, la encontré. No se puede vivir en lo que uno llama "su nuevo país" y seguir leyendo en su propio idioma, y menos cuando el estante de lo escrito en tu lengua se va reduciendo, porque te las has leído todas, mientras en el resto de los estantes crece de todo.
Y realmente, lo digo hasta con suerte, se siente uno diariamente tentado. A nuestro alrededor, hay mucho que espera para ser leído. Ese día en particular, buscaba a un escritor sueco, pero no precisamente, una historia que hablara de Suecia. Entonces me encontré con un pequeño libro con aves que estaban casi volando en la portada y lo tomé prestado sólo por puro amor a primera vista. La novela se llamaba Aves migratorias y era una historia sobre dos mujeres distintas. Arquetipos, me dije, otra más sobre la obviedad de salvar esos obstáculos que tiene la amistad. El tema es bastante manido pero aún así, estaba un poco adaptado a mis necesidades. En ella, una mujer sueca y una mujer latinoamericana se conocen, se hacen amigas y chocan cultural y emocionalmente, de principio a fin. Me gustó tanto que después de esa, he leído ya varias novelas de la misma autora.
No me he arrepentido un segundo de mi viaje a través del universo Fredriksson. Si yo no hubiera dado el paso a Anna, Hanna y Johanna, sé que me habría perdido, muy probablemente, lo mejor de esta autora. Una historia real, una saga familiar, un viaje a través del tiempo y de ese país enorme que es Suecia. Esa increíble capacidad de la autora para tejer una poderosa, convincente y equilibrada perfomance coral, suerte de sinfonía tocada por la más variopinta galería de personajes. Como en la mayoría de sus novelas, los personajes son mujeres. Lo más cotidiano está aquí, situaciones tratadas con total naturalidad. Ah, pero a través de estos personajes femeninos y el reflejo casi sutil de sus emociones, puede ser vista toda la sociedad como en un espejo.
Marianne Fredriksson, escritora y periodista sueca, es uno de los autores más leídos y queridos del país. Nació el 28 de marzo 1927 en Gotemburgo. Comenzó su carrera como periodista. Entre otras cosas, comenzó escribiendo una columna en ese conocido periódico sueco que se llama Svenska Dagbladet. Allí escribió de psicología, de las emociones y otras preguntas existenciales como el amor, la igualdad, el matrimonio. Hizo su debut como novelista algo tardío, a la edad de 53, pero las mujeres a veces tienen que casarse, ser madres y encontrar el camino profesional después del familiar. No siempre, no es regla, pero a veces. Su primera novela, El libro de Eva, llegó en 1980. Después llegaron ya sin parar catorce novelas, que han sido traducidas a 47 idiomas. Simon y los robles (1985) y Anna, Hanna y Johanna (1994), mi favorita y sin dudas de las más conocidas. Lo que no todos saben es que ella fue la editora principal de Todo en el hogar (1962-1974) y comenzó así su carrera, escribiendo lo que los padres quieren saber, sobre los hijos, los muebles, los alimentos. Algo que puede parecer trivial y sin embargo, su voz de novelista agradece ese comienzo, siempre sabe describir lo cotidiano, tal vez por eso.
Al final, una novela no es más que esa historia de todos, tantas veces contada, un cuento de camino, en un callejón chismoso. En las de Fredriksson es el letánico y añejo encontronazo de todos, los nuestros y nuestras barreras generacionales. Las nuevas generaciones a menudo no pueden (o no quieren), comunicarse con la anterior. Ni esta con la de más atrás, ni aquella con la que vendrá, y así, siempre. Por lo general, surgen los mismos conflictos, que Fredriksson actualiza. Entre padres, madres o hijos, abuelos, nietos, lo de siempre. La generación más joven es demasiado arrogante, la anterior se siente olvidada, los mayores incomprendidos y solos. No tenemos tiempo para ellos, tampoco para nosotros mismos. De generación en generación, nos vamos encontrando, perdidos en un círculo vicioso que parece no tener fin.
Este es un libro fascinante sobre la independencia de la mujer. Fascinante es también seguir a tres generaciones y ver cómo cambia a través de este viaje escrito, una sociedad. El libro usa dialectos locales, tal vez sea un poco difícil de leer. Sin embargo, el uso de dialectos está justificado en la necesidad de perfilar las diferentes personalidades, edades y caracteres de esos personajes. A través de la lengua está todo más que vivo. Los dialectos son sólo la guinda para degustar una historia deliciosa de tragar, con su mezcla de tonos poéticos. Marianne es siempre fantástica y cautivadora. Es una escritora inteligente. Nos atrapa porque trenza las historias y sin embargo, logra crear una armonía que hace que el lector se sienta siempre en toda su obra como en un libro único y no un manojo de historias inconexas. Los saltos en el tiempo también hacen que libro se perciba sobre puntales sólidos. Se podría decir que lo tiene siempre todo planeado, que ella sabe cómo divertir al lector para que no se aburra.
Marianne escribe sobre su país, sus habitantes y esas cíclicas e interminables generaciones, sus conflictos in crescendo, a través de los siglos. Escribe sobre las mujeres, sobre su lucha universal: la soledad, el amor, las relaciones sociales. Las mujeres tenemos sueños, ella los escribe. Creo que no podría haber sido más acertado nuestro encuentro, ese día como tantos otros yo solo soñaba, con los pies en las nubes, con aves para leer.
Toda Suecia la quiere, aunque Marianne se nos fue un 11 de febrero del 2007. Recuerdo que cuando me enteré de la noticia, me calcinó como un rayo y hasta tuve que consolarme con varios de sus libros en compulsivo duelo para que el alma se sintiera, de alguna manera, menos vacía.
Hoy siento que voy a dormir en paz con todo. He leído la última página de una saga de mujeres de una familia maravillosa, en un país enorme y en el que vivo. Claro que al ser una novela escrita por una mujer, muestra su punto de vista, pero no estoy de acuerdo con los que dicen que se trata de "literatura femenina". Puede que haya quien piense que es una novela escrita específicamente para mujeres, o por lo menos que es más fácil de entender por ellas, pero la única verdad es que la novela es dura como una piedra, y punto. Ya tenemos suficiente con tantas etiquetas. La literatura es sólo literatura, y el escritor ni hombre ni mujer, ni lesbiana ni gay, ni infantil ni adolescente.
La historia de mi encuentro con Marianne, es también la de mi abuela y la mía y la de mi madre, ¿Cuántas veces le pregunté a mi madre por sus opciones en la vida? ¡Y cuántas veces le juzgué! ¡Qué triste que ni mis hijas quieran saber que mi abuela era muy pobre, que lavaba la ropa de muchos y la suya, trabajando como empleada doméstica para poder mantener a sus cinco hijos! Marianne Fredriksson me recuerda todo lo que soy. Cuando pienso en Marianne Fredriksson y lo que me ha legado me viene a la mente la frase que ahora intento traducir: "Así de sueca se puede ser". Un día la vi en la tele y me impresionó tanto. Estaba en su jardín, allí en un pequeño invernadero, que es la mejor esquina para inspirar y ser inspirados. "Aquí es donde mejor escribo, porque la vida crece, ¿sabes?". Unos meses después, ella murió. Yo lo sentí, pero la pensaba en el invernadero del jardín y no en un cementerio sombrío y helado. ¡No! Marianne Fredriksson no ha muerto, y en el recuerdo no es más que esa escritora cercana que escribe libros que cuando alguien los lee siempre crece la vida allí.
(Este trabajo fue escrito en sueco para un curso de literatura. Traducirlo es como no reconocerme en nada, mucho menos
en el estilo.)
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Aleisa Ribalta (La Habana, 1971). Reside en Suecia desde 1998. Es
ingeniera de profesión y actualmente se desempeña como docente de
asignaturas no directamente relacionadas a la literatura como: Diseño de
Interfaces Gráficas, Diseño Web y Programación de Aplicaciones.
Escribe desde muy joven, mayormente poesía. Alega que los lenguajes de
programación son también un modo de entender la comunicación y hasta de
saborearla. Para la autora, en esos símbolos para algunos
incomprensibles está también la literatura como forma vital de
expresión. Recientemente publicó Talud (Ekelecuá Ediciones, 2018), su
primer poemario.
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