Desde el fondo
Yo nunca tuve mar
ni brazos con qué llevar mi hija a las olas
Nunca tiré piedras al espécimen
mis padres prohibieron el azul
gritaron “hasta allí los límites
la mirada divisoria entre las aguas
hasta allí la sal los ahogados
la fría eternidad de los peces en las rocas”
Siempre creí que el mar estaría en cualquier pueblo
en cualquier casa
en cualquier madre
pero mi madre nunca tuvo mar
y en mi casa solo hubo un balde
donde el amante orinaba su ausencia
El mar fue un barco que se hundía
un anuncio solitario desde arriba
Pero se fue del país
de mis amigos
Nada hizo mi anzuelo para encontrarlo
lancé botellas a ese hueco que alguna vez fue manantial
lancé la geografía la pulcritud
los delfines tan humanos ante la oscuridad de mi pueblo
Alguien dijo “La lluvia nos traerá el mar”
Pero no llovió en cuarenta días
Ni hubo madres felices ancladas con sus hijos
El país fue un arca
a ella solo llegaron animales malditos
(esa ungida inocencia de los animales sin espina
ese vaho silenciosos de los amantes oscuros)
El país solo fue un lugar para los que escapaban
un mapa compartido con la nieve
“Madre” grita mi niña
y el nombre a secas me devuelve aguas
“Madre” qué ciudad nos salvará el naufragio
qué aullido nos pintará el silencio
en qué cuerpo quedarán los brazos abiertos
a ese dolor imposible de lo limpio”
Yo nunca tuve un mar tocándome la puerta
deslizando tranquilo por hendijas su recuerdo migratorio
nunca bañé su fantasma contra mi cuerpo
su ácido contra la imperfección del rostro
Pude lanzar mi corazón en una botella
partir desnuda tras las malolientes gaviotas
pero nunca tuve un mar el soplo de las velas
la danza de su ruido pálido y mecánico
Quien iba a anunciar las aguas
ese arrepentimiento de los que se hundían sin país
las piedras la isla
los ahogados sus bocas abiertas al olvido
Quién iba a empujar hacia este silencio sus tablas
Hundida el arca
vueltos los animales a esa costumbre oscura de la existencia
el mar retornó a golpearnos
y dolió al cuello la nostalgia bulliciosa del tumulto
Mi hija pintaba barcos en la pared
mientras otro amante flotaba prendido a mi cuerpo
Ahora que ardo sobre esta isla animal
mi húmedo hundimiento de vida
y mojo la arena desolada donde perdí mi casa
siento el nombre que duele en las costas
esa frígida felicidad sin brújula
Mi hija y yo
también nos hemos ahogado.
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Nuvia Estévez nació en Puerto Padre, Cuba, 1971. Ha publicado, entre otros, los poemarios “Últimas piedras contra María Magdalena”, “Penancolía”, “Maniquí desnudo entre Escombros”, “Misterio de Clepsidras” y “Las muñecas, las putas, las estatuas”. Su obra aparece en varias antologías y en estudios sobre poesía cubana. Actualmente reside en el Sur de La Florida.
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