Wednesday, June 20, 2018

El Cristo de la Veracruz actualización histórica de una leyenda Puerto principeña (por Carlos A. Peón-Casas)


La otrora villa, y luego ciudad del Príncipe, hoy Camagüey, es depositaria singular de lo que hoy viene siendo un reservorio vital: ese patrimonio llamado con toda propiedad intangible, donde se resguardan, entre otras memorabilias, las ancestrales leyendas que distinguen a esta región de entre ríos.

La del Cristo de la Veracruz, referida ya con todo detalle en el imprescindible libro: Leyendas y tradiciones del Camagüey(1), de la autoría del Dr. Roberto Méndez Martínez, también un camagüeyano de pura cepa, tiene inevitablemente un hálito de realidad, de la que se fabrica luego el mito que la hace imperecedera.

Tal circunstancia, es la existencia del celebrado crucifijo, que llega hasta nosotros, y que adquiere en este minuto singular destaque, dado el propósito que busca restituir la referida imagen del Cristo crucificado, a la bellísima Iglesia de Ntra. Señora la Soledad, si no el sitio donde se conservó originariamente, -véase el recuento de la leyenda según lo narra Méndez Martínez(2)-, sí el espacio donde al menos encontró albergue por más de dos siglos, detalles a lo que aludimos a continuación.

Según el testimonio del Sr. Enrique Palacios, cuidador de los Libros Parroquiales de la Iglesia y Parroquia de la Soledad, se sabe que:
Desde el año de 1697, siendo una Ermita la futura parroquia de Ntra. Señora de la Soledad, estaba al cuidado del Pbro. Don Antonio Pablo de Velazco y Miranda. Este Teniente de Cura de la Soledad falleció el 3 de Mayo de 1726. Otro Pbro. Don Adrián de Varona, y su hermana Rosa, a partir de 1758, continuó la construcción con tres cañones (naves) en lo que había sido la Ermita, para dotar a estos barrios alejados del centro de la villa de su Iglesia. Estas edificaciones fueron compulsadas por los Varona señalados que colectaron entre el vecindario para la que luego sería la Parroquia de Nuestra Señora de la Soledad(3).
La existencia de este antedicho presbítero la confirma el obispo Morell de Santa Cruz, en su siempre reveladora Visita Eclesiástica, que cumplimentaría en Puerto Príncipe en Mayo de 1755. Aparece citado en la relación de presbíteros en la otrora villa: como “Don Adrian de Varona y Ortega, su edad 45 años, y 7 de sacerdote(4).”

Igualmente Morell apunta al detalle bastante particular de la existencia de un crucifijo, ¿acaso ya el mismo aludido?, ubicado en la antigua Sacristía, hoy devenido en Salón Parroquial cuando dice:
La Sacristía queda a un lado del Presbiterio con sus vestuarios, ornamentos, quadros, espejos, aguamanil y un crucifijo... (4)
Tan importante argumento calza perfectamente con la narración que el Sr. Enrique Palacios, nuestro muy puntual informador, nos ha compartido, y que continuamos presentando al atento lector, en aras de entender el por qué del actual deseo de retornar dicha pieza a la Iglesia de la Soledad donde se conservara desde tiempo inmemorial en el área de la sacristía.

Así nos los refirió nuestro bien enterado colaborador:
Otra gran contribución del Pbro. Adrián y de Rosa, lo fue dotar de una bella cruz que aún se conserva(6), y que según historiadores de la ciudad la había puesto Doña Rosa en su testamento: para que no se hiciera mal uso de ella o manos ajenas la enajenaran.
Este testamento obró en la Defunción de Doña Rosa en el Libro 3 de la Parroquia, el cual no existe desde hace muchos años(7).
Podríamos suponer entonces, que la donación de tan valiosa pieza artística, podría haber acaecido antes del deceso de Doña Rosa, y que ya estuviera en la Soledad para el minuto en que la visitara el Obispo Morell, quedando luego en su testamento la clausula que evitara su enajenación de aquel lugar.

Y aunque tal evidencia caiga dentro del campo especulativo, no sería en modo alguno, a la voluntad de muchos otros donantes de la época, como acaso sucedió con el caso del Santo Sepulcro, construido con el crecidísimo peculio particular de Fray Manuel Agüero, cuando ingresó a la Orden Mercedaria, conservado desde entonces en la bellísima Iglesia de la Merced, donde radicaba la Orden.


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  1. Leyendas y tradiciones del Camagüey. Roberto Méndez Martínez. Editorial Ácana. Camagüey, 2004. (Ver El Cristo de la Veracruz y el Médico Chino)
  2. A grandes rasgos la leyenda habla del descubrimiento fortuito de la cruz en las aguas de la bahía de Nuevitas, y de su posterior traslado y remate entre los pobladores puerto principeños, siendo sus afortunados dueños los esposos: Ignacio María de Varona y Trinidad de la Torre Cisneros quienes la conservaron en su casa, y la cedían ocasionalmente a la Parroquial Mayor, para una singular Procesión. Ibíd. pp. 52-55
  3. Testimonio del Sr. Enrique Palacios al autor
  4. La visita eclesiástica. Morell de Santa Cruz. Ciencias Sociales. La Habana, 1985. P.78
  5. Ibid. p.74
  6. Estuvo un tiempo ubicada en la Iglesia Parroquial de Sibanicú. Actualmente se resguarda en el Arzobispado de Camagüey
  7. Testimonio del Sr. Enrique Palacios, Op. Cit.

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