Es mejor un mal negocio que una buena bronca. Decía mi abuelo. Pero, afirmaba a renglón seguido, hay que mostrar los músculos. Nadie negocia con los débiles, concluía. Imaginen esto a nivel de “músculos atómicos”.
Cuando dos partes se sientan a negociar es porque se han probado una a la otra su imbatibilidad, y no desean llegar a la eternización de la contienda o al exterminio; ello, sin tener en cuenta, las consecuencias para terceros, los cuales podrían resultar solo daños colaterales.
En toda negociación hay, siempre, intereses propios y aliados interesados. Los intereses propios, priman; los aliados interesados, pueden sacrificarse. De tal sacrificio devienen resquemores contra la negociación y tienden a descalificarla pero eso forma parte del entramado de los acuerdos.
Muchas veces, y ha ocurrido innumerables veces en la historia, un General se ve obligado a sacrificar a un batallón para salvar a todo el ejército, y con ello se granjea vituperios y halagos a la vez. Imaginen esto, otra vez, a nivel nuclear, donde el batallón es un pobre país y el ejército un planeta. Suena cruel pero la realidad se impone.
Pongo un ejemplo que marcó para siempre mi niñez. Yo tenía solo 11 años y, al otro día del relámpago atómico, pude haber amanecido calcinado, como muchos niños de todo el planeta.
Era octubre de 1962. Sí. Exactamente. La Crisis de los Misiles.
John F. Kennedy, en la esquina azul. Nikita Kruschov, en la esquina roja. En la gradería, los aliados interesados, de ambas esquinas.
Los de la esquina roja, encabezados por un loco feroz, enardecido en su delirio, agitaban banderitas, vociferaban obscenidades, mientras azuzaban, enceguecidos, a la muerte, sin saber que era al exterminio a lo que incitaban.
Los de la esquina azul, más informados, comedidos y despiertos, buscaban refugios y oraban por que el relámpago no los alcanzara.
La pelea fue “tabla”. Nikita Kruschov le puso camisa de fuerza al loco feroz. John F. Kennedy prometió no “cuquear” al loco feroz. Los púgiles se dieron la mano. No hubo firmas. Fue un acuerdo de la buena fe, la sensatez y la esperanza.
Los fanes de ambos bando, enfrascados aún en discusiones bizantinas, no se han puesto de acuerdo sobre quién perdió o quien ganó. Pero, a aquellos boxeadores debemos desde entonces los 56 años que hemos sobrevivido.
¿Hizo Kennedy un mal negocio con Kruschov? ¿Es verdad que: Nikita, mariquita/ lo que se da no se quita?
Aún estamos vivos y hemos llegado a esta semana histórica en la que nos preguntamos, ¿hizo Donald Trump un mal negocio? ¿Se acoquinó Kim Jong-Un? ¿Lo hizo Kennedy porque era demócrata? ¿Lo hizo Trump porque es republicano?
Que gracias a Kennedy / Kruschov los cubanos hemos padecido una dictadura de 59 años. Que gracias a Trump / Jong-Un los norcoreanos podrían seguir bajo el azote de una tiranía. Cubanos y norcoreanos somos aliados interesado, y por tanto, sacrificables en la negociación, en la que, siempre, los intereses propios priman.
Que es cruel. Sí. La realidad se impone. Pero mañana mi nieta Salma Lareu Vázquez y mi sobrino Thiago Férnandez Guillarón, volverán a corretear detrás de una mariposa y yo podré darle otro beso a Yolanda cuando vuelva fatigada del trabajo y me cuente que las Damas de Blanco, organización que ella fundó en Cuba, siguen batallando contra la dictadura.
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