Recién acabo de hablar con mi hermano José Raúl Vidal y Franco, escritor especialista en la obra martiana. Hace apenas un mes tuve la dicha de compartir con él y su familia, junto a amigos de mi infancia, en el patio de su casa. Allí nos divertimos, comimos, bailamos y hablamos de los muchos temas que nos enlazan como pueblo. Sobraba la música que siempre me ha gustado, desde el rock hasta el son montuno de nuestra tierra.
Como buenos cubanos, jolgorio total y sobrados temas de conversación al estilo de un buen ajiaco camagüeyano, conversamos también de su último libro Lo de Puerto Príncipe: José Martí entre armas bandidos y traidores. Supe entonces, que otros amigos y antiguos profesores de la Universidad Pedagógica de Camagüey, se alistaban a presentar dicho libro en el corazón de nuestra queridísima comarca de pastores y sombreros. Presentación movida por el sentido de servicio a la historia y cultura de nuestra patria que siempre ha profesado Vidal. Para él, era una ofrenda con la que rendiría honor y culto al Apóstol de todos los cubanos: se hablaría de Martí.
Semanas después, con la cercanía del hecho en sí, le advierto a mi estimado hermano y sin el ánimo de preocuparlo, de lo que pudiera suceder en el evento, cuando la Seguridad del Estado recibiera la nota "en sostenuto" de la pequeña reunión, incluso le advertí de una posible prohibición de entrada al país, por la simple razón de que dicho evento requería de un mínimo de logística como pueden ser la compra de comida, bebidas, local, audio y hasta una lógica captura en vídeo y fotos del momento, la presencia de algunas figuras importantes dentro del ámbito intelectual Camagüeyano y más; por el significado personal que lleva Vidal en la Iglesia Católica Camagüeyana, contactos con el obispo de la ciudad y el muy querido local de la Biblioteca Diocesana en la Casa Diocesana de La Merced, donde se proyectó originalmente la presentación.
La entereza, voluntad y amor personal por la obra y alejado de todo ego que pudiera suscitar tal evento la advertencia pasó a un plano ínfimo .
Vidal llega a Camagüey el miércoles 20 de junio. Todo estaba dispuesto: el local, los presentadores y los libros a obsequiar, también el bufé, los invitados, las cámaras y el audio, todo pagado por su esfuerzo personal.
El viernes 22 de Junio, lo llama la seguridad del estado a la Oficina de Inmigración en Vista Hermosa. Le pidieron que se presentara con todos los documentos de viaje. Cuando llegó, lo encerraron inmediatamente en una oficina, al largo rato entra "el séquito de los harapos"; el capitán Parrada, de emigración, el oficial de seguridad que atiende cultura, Manuel Angel, y una tal Mónica que fungía como secretaria de acta. Grabaron la conversación. Lo interrogaron, lo intimidaron y le advirtieron que si hablaba de José Martí mientras estuviera en Cuba, enfrentaría graves consecuencias para él y su familia.
A esa misma hora, se desplegaba un intenso operativo policiaco en las inmediaciones del Colonial, donde se celebraría, por fin, la presentación, y en el restaurante Madiva, de Amauris, en la calle República (tercera opción). Los invitados que llegaban, ajenos a los que pasaba, quedaron perplejos al ver tal despliegue y pronto salieron del lugar, varios asustados y nerviosos tras haber sido advertidos directamente por los oficiales de la seguridad.
Tremendo! Cuánta fútil inteligencia! Cuánto derroche de infantil estrategia.
No son pocos los de mi generación que piensan que el régimen ha cambiado y que los procedimientos de intimidación, represión y aislamiento han sido abandonados. No, siguen con igual dinámica y fuerza maligna tal y como mismo hicieron conmigo en los años 80s en mi querida Escuela de Artes cuando tenía apenas 13 años, tras acusarme de "agente de la CIA".
Cuando más se sienten inseguros y desesperados, recrudecen más sus métodos. Es lo que le ha pasado a Vidal en su intento de hablar del prohibido Apóstol. No puede el tirano permitirse que alguien del extranjero hable ni de Martí, ni de historia.
Si fuera un americano, se entendería. Pero se trata de un cubano que no está importando ideas subversivas (aunque en verdad Martí siempre ha sido subversivo para el régimen).
No todo en esta vida es tocar y cantar, sino también pensar y escribir libremente. Aquí vienen innumerables cantantes y músicos cubanos a pavonearse en medio de una verdadera democracia como la norteamericana. Sin embargo, algo como la presentación de un libro sobre Martí en el seno de Cuba, no es posible por la paranoia del régimen temeroso se sí mismo. Y hay quien dice que en Cuba todo ha cambiado, que ya no son los 80, donde el boom de la conga de "En silencio ha tenido que ser", ha terminado y que todos somos hermanos...los de aquí y los de allá. ... somos un mismo pueblo .
Me gustaría preguntarle a los músicos que vienen de Cuba si han sido interrogados por el FBI o el Servicio Secreto; si se les ha prohibido hablar en sus conciertos de esto o aquello o lo que mejor le parezca.
Ahora bien, a Vidal no le permiten presentar su libro: un suceso importante en el plano espiritual y personal de un escritor para su pueblo, un libro se presenta en un contexto intelectual muy específico, pues no estamos hablando de reggaetón, fenómeno actual de primer demanda a nivel masivo en una plaza. Cada artista, intelectual, necesita su medio adecuado de exposición.
No creo que ningún artista, creador o escritor que se autodenomine pensador pueda estar ajeno a estas miserias que carcome a nuestro pueblo.
Todo fue gracias a la chivatería y mala voluntad de muchos que sirven al tirano, directa o indirectamente.
Es muy vergonzoso que ese miedo prolifere actualmente en el alma de muchos cubanos aun viviendo en libertad en los Estados Unidos o en cualquier parte del mundo, pues como dice Vidal: el cubano sigue teniendo más miedo que hambre.
Nada; Cuba no cambia nada a pesar de la "nueva conga" y su muñecón.
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