Víctor y su hermano en la Cafetería Mozo,
que era propiedad de su padre.
que era propiedad de su padre.
Martí esq Independencia. Camagüey, 1961.
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Cordobí era un negrito que había sido limpiabotas en el parque Agramonte a principios de los años 60. Si mi memoria no me falla, en ese tiempo eran más de una docena y ahí estaban siempre esperando a posibles clientes en los bancos que daban prácticamente frente a la cafetería de mi padre que hacía esquina entre Martí e Independencia. Cordobí, Andrés, Zenobio y Tuto son los que más recuerdo. En la época de la abundancia iban allí a tomarse algún refresco o a comprar alguna golosina. Eran mucho mayores que yo, de la edad de mis hermanos que me llevaban 7,8 y 9 años. En la época en que los zapatos debían estar siempre lustrosos, Cordobí limpió los míos en más de una ocasión. La relación se terminaba allí. Un buen día, por obra y gracia de la revolución, los limpiabotas desaparecieron del parque y tiempo después la gran mayoría pasaría también a engrosar las filas de hombres a reformar.
Siempre me llamó la atención cuando acudía a mis citas en el comité militar la diferencia de edad que se notaba entre los citados. Jovencitos como yo había pocos mientras que muchos de los presentes sobrepasaban los 30 años. Aun así, no se me ocurría pensar que algo raro estaba ocurriendo. Tampoco imaginaba que a esa misma hora en otras provincias los comités militares estaban a pie de obra entrevistando, bueno, controlando a miles de jóvenes y menos jóvenes para planificarles un futuro que tendría que ver más con la esclavitud que con un entrenamiento militar.
Durante las dichosas citas, yo que siempre fui reservado, lo era aún más y no buscaba contacto con nadie. Reinaba una gran desconfianza y las conversaciones entre citados que no se conocían eran escasas. Normal, me digo ahora.
Así en una de esas, alguien me llamó por el diminutivo de mi apellido. Era el negrito Cordobí, el limpiabotas.
- Mozito, ¿qué haces aquí?
- Me citaron para el servicio militar creo.
- Ta raro esto Mozito, aquí hay algo que no cuadra.
A Cordobí, desgraciadamente, la vida lo había golpeado duro. Contrariamente a mí, era el tipo de la calle con poca o casi ninguna instrucción, de jugar al duro y sin guante. Si no se las sabía todas, algo le decía su intuición solo con ver la gente que me rodeaba. Mira, Mozito, me dijo, aquí hay mucho puretos. Algo no me cuadra, repitió, mientras yo seguía sin entender.
- Estamos en un comité militar, ¿no?
- Sí Mozito, pero esto etá raro. Aquí hay mucho delincuente, me dijo hablándome en voz baja.
- Mira muchacho, ya no era Mozito, me dijo con tono serio. Trata de librarte porque esto yo lo veo de tranca.
Cordobí con su lenguaje callejero, de solo ver lo que estaba pasando, me alertaba de que la cosa no sería fácil. Yo seguía sin ver pasar la bola.
- ¿Ya te citaron para marchar los domingos?
No, le respondí.
- En cualquier momento recibes una citación.
- ¿Para marchar?
- Sí, como unos comemierdas, con un sol de tranca y sin poder fugarse porque etá el soldao armao que jode.
No sabía qué decir, así que ante mi silencio, Cordobí me dijo para cambiar de tema, oye Mozito, tu puro se mandaba un genio del carajo, pero coño ir allí a comprar un refresco y un turrón de maní de Roselló no tenía precio. Hablaba de otra época. Aun así Cordobí no dejaba de meterme miedo o era quizás su manera alertarme para que me preparara. No se equivocaba, no eran vientos a favor los que soplaban, más tarde que temprano compartiríamos infortunio.
Texte en français Cordobí
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Ver los textos anteriores de Víctor Mozo, en el blog.
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