por Mons. Álvaro Beyra,
obispo de Bayamo-Manzanillo
Queridos diocesanos: Como todos conocemos los cubanos hemos sido convocados a participar en el proceso de reforma de la Constitución de la República. Una Constitución se define como la ley fundamental de un Estado que organiza la estructura y funcionamiento de la cosa pública y que garantiza el ejercicio de derechos y deberes de sus ciudadanos en justa y próspera armonía.
Como todo ser humano los cristianos somos también ciudadanos de algún país en el cuál se desenvuelve nuestra existencia. Al mismo tiempo todo bautizado forma parte también de una sociedad supra-nacional, universal, la Iglesia de Jesucristo a la cual ingresamos por el Bautismo cuando la persona da su asentimiento a la persona de Jesucristo como “Camino, Verdad y Vida” y se esfuerza por vivir la misma siguiendo sus enseñanzas y ejemplo. Y esta vivencia es total, es decir, en todos los aspectos y dimensiones de la misma, y entre ellos como ciudadano de su país y miembro de su sociedad y como tal debe actuar para ser consecuente con su ser, fiel a su condición de cristiano, a su opción de vida. Ello lo logrará siendo fiel a su fe cristiana, formulada fundamentalmente en las Sagradas Escrituras, muy en especial en los libros de los Evangelios de Nuestro Señor Jesucristo. Escritura que se actualiza, es decir se aplica a las circunstancias y situaciones históricas concretas siempre cambiantes por el Magisterio de la Iglesia instituida por el mismo Cristo y guiada con fidelidad a la Palabra de Dios por el mismo Espíritu de Cristo que Él entregó a su Iglesia.
En concreto en el aspecto que nos ocupa -la participación del bautizado en la vida social y política- tenemos textos muy concretos para toda la Iglesia Universal muy en especial la “Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual” (Gaudium et Spes, sobre todo el capítulo IV de su segunda parte “La vida en la comunidad política”) del Concilio Ecuménico Vaticano II del año 1965 y a nivel más cercano en el tiempo y el espacio los mensajes de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, entre otros “El Amor todo lo espera” de 1993, y “La Esperanza no defrauda” de 2013, en los cuales podrá encontrar una enseñanza actualizada de espíritu evangélico que le permitirán a cada uno discernir los criterios y experiencias personales y de sabiduría ancestral de todo pueblo, para tomar su decisión personal en cuanto a su actuar.
A juzgar por tantos comentarios, es precisamente esa sabiduría del pueblo, tal vez no siempre muy ducha en expresarse en términos técnicos, pero sí con un olfato finísimo la que ha detectado un olor extraño y al cual por inédito y novedoso quisiéramos referirnos por no encontrar referentes al mismo en los documentos antes señalados. En concreto se trata del artículo 68 del nuevo texto que se ha presentado y que sustituiría el artículo 36 del texto actual al cual se parece mucho, pero no es lo mismo.
Artículo 36 (Actual): El matrimonio es la unión voluntariamente concertada de un hombre y una mujer con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común.
Artículo 68 (Propuesta): El matrimonio es la unión voluntariamente concertada entre dos personas con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común.
Lo expresado en el artículo 36 corresponde al concepto de matrimonio desde siempre y en todas las culturas, y lo nuevamente planteado es tan novedoso en lenguaje constitucional que probablemente no esté recogido en ningún otro texto constitucional en este planeta. Pero lo importante de la cuestión no es la novedad ni la originalidad, sino si este cambio extraño corresponde a la realidad del matrimonio, a la esencia y naturaleza del mismo e indirectamente y más abarcador aún a la familia y la sociedad humana, pues como muy bien expresa otro artículo (67) “la familia es concebida como la célula básica de la sociedad” y la constitución y salud general del organismo es lo mismo que la salud de sus células componentes y más aún de su constitución. Luego no es de poca monta el aparentemente insignificante cambio y sus consecuencias, no es un simple detalle de estilo o de redacción.
La realidad del matrimonio universalmente aceptado a través de todos los tiempos, como unión de un hombre y una mujer, forma parte de los hechos esenciales de la vida humana, o sea aquellos que forman parte y constituyen su ser, su esencia, es decir, lo que hace que una cosa sea lo que es y no otra, aunque se le pueda parecer. El reconocimiento y aceptación de estos hechos es lo que forma parte de las verdades esenciales. Siempre han sido así y lo seguirán siendo, no son verdades antiguas, ni modernas, son verdades esenciales y por eso no están atadas al tiempo, sino a la naturaleza del hecho, al ser del hecho, están por encima del tiempo y atraviesan todos los tiempos. Es un hecho esencial como esenciales son también otros hechos que en conjunto constituyen lo que llamamos “vida humana” como por ejemplo la búsqueda de la felicidad en el ser humano. Nunca ha existido un ser humano que no busque la felicidad, independientemente que la idea de en qué consiste y cómo lograrlo puede variar incluso de persona a persona; no ha existido, ni existirá tampoco porque si llegara a existir ya no sería un ser humano, sería otra cosa aunque se le pareciera porque le faltaría un componente esencial.
En un referente más elemental y tomado de nuestro mundo doméstico cotidiano podríamos comparar al matrimonio con nuestro café con leche. Para hacer un café con leche siempre se ha necesitado y siempre se necesitarán café y leche, independientemente de la proporción, la temperatura, la cantidad de azúcar, y no hay otra forma de hacerlo porque el día que faltara alguno de ellos ya no sería un café con leche, sino otra cosa.
Estas verdades de la sabiduría universal los cristianos las vemos confirmadas en nuestra fe. Desde la primera página del primer libro de la Biblia, el Génesis, libro que viene a ser un poco como la “constitución” de la Creación se define también como algo esencial según el Plan de Dios “Y creó Dios a los seres humanos a su imagen: a imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó. Y los bendijo diciéndoles: Crezcan y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla” (Gen 1, 27-28) y Jesús ante las vacilaciones de los judíos confirmaría esta enseñanza cuando recuerda a sus discípulos que… “desde el principio Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos uno solo” (Mc 10, 6-7).
Queridos diocesanos, me he dirigido a Ustedes a través de esta comunicación pensando y deseando que les pueda resultar útil e iluminadora, lo cual es una responsabilidad del obispo y un gusto para mí personalmente. Para el hombre de fe “todo lo que sucede concurre para la mayor gloria de Dios y bien de los hombres”. Sirva la actualidad del asunto para profundizar en nosotros el aprecio por el matrimonio, la familia y la convivencia social y un estímulo para asumir más responsable y evangélicamente nuestras responsabilidades como miembros de ellas.
Con la bendición de la familia trinitaria: Padre, Hijo y Espíritu Santo queda de Ustedes.
+Mons. Álvaro Beyra Luarca
Obispo de Bayamo-Manzanillo
Bayamo, 29 de septiembre de 2018,
festividad de los Santos Arcángeles
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Ver
Carta Pastoral de los los obispos católicos de Cuba, “La Esperanza no defrauda"
"El Amor todo lo Espera". Obispos Católicos de Cuba. Septiembre 1993
Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual” (Gaudium et Spes)
Texto completo del Proyecto de Constitución de la República de Cuba (PDF)
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