La escena de Miami, ha tenido la suerte de presentar en estos últimos meses a dos agrupaciones de teatro mexicanas, con sendas obras, que sin duda alguna han estremecido el ámbito teatral de esta ciudad, haciendo que especialistas y público aplaudan a rabiar. Nos referimos a las compañías Los Tristes Tigres, que presentó la obra “Wenses y Lala”, clausurando la pasada edición del Festival de Teatro Hispano de Miami y a Los Colochos Teatro, con la pieza titulada “Mendoza”, que subió a las tablas los pasados días 11 y 12 del ya terminado mes de octubre. Ambos espectáculos han sido un “bocato di cardinale” tanto para los amantes del teatro, como para el propio medio artístico de la ciudad, que ha tenido la suerte de poder disfrutar de dos diferentes, pero excelentes trabajos, con un denominador común: el predominio de un estupendo desempeño actoral.
Ya sobre la primera obra, hablamos en su momento, dejando saber la muy grata impresión que la misma nos había causado, poniendo al descubierto todos los resortes que apuntalaban tal afirmación por nuestra parte, por lo que ahora, estas líneas van dirigidas a comentar nuestra experiencia frente al la segunda y más reciente puesta en escena, nos referimos a “Mendoza”, versión llevada a tiempos de la Revolución Mexicana, de “Macbeth”, obra del gran dramaturgo inglés William Shakespeare, que contó con la adaptación de Juan Carrillo y Antonio Zúñiga, la dirección del propio Carillo y las actuaciones de Marco Vidal, Mónica del Carmen, Erandeni Durán, Leonardo Zamudio, Martín Becerra, Germán Villarreal, Ulises Martínez, Alfredo Monsivais y Yadira Pérez.
Para comenzar, tenemos que decir que desde que se anunció la presentación de la obra nos embargó el sobresalto de como sería la adaptación de uno de los grandes títulos de la dramaturgia del ilustre bardo inglés a una realidad tan significativa y alejada como es el muy conocido período de la Revolución Mexicana, preocupación más que justificada, teniendo en cuenta las muy frecuentes versiones y adaptaciones de obras conocidas del repertorio dramático internacional que aparecen en los escenarios y que en muchos de los casos demeritan el tiempo y el esfuerzo llevado a cabo para su realización. Habíamos leído abundante información sobre el recorrido de esta obra desde su estreno en el año 2012 en el pequeño teatro Lab 13, de Ciudad México, por escenarios nacionales e internacionales, incluso del premio obtenido en el VI Certamen Internacional de Teatro Clásico de Almagro Off, por lo que el interés por presenciar este espectáculo nos fue ganando. A todo lo anterior tenemos que agregar que el tener la posibilidad de disfrutar de teatro proveniente de otras partes del mundo, algo poco habitual en Miami, era una oportunidad que no podíamos dejar pasar.
Según notas encontradas en nuestra búsqueda de información, Los Colochos Teatro es fundado por Juan Carrillo en el año 2009 a partir de una beca otorgada por FONCA, denominada “Jóvenes Creadores”, debido al interés de este artista por crear una agrupación teatral en donde pudiera llevar a vías de hecho sus inquietudes por realizar un tipo de teatro que llegara a cualquier persona que lo disfrutara y no específicamente a un público especializado. Es durante el año 2010, a propósito de la convocatoria al proyecto experimental “Salas de Urgencia”, en donde a través de ensayos que se realizaban en casas particulares, cafeterías y patios de viviendas, de obras en proceso de montaje y en donde se le preguntaba a los espectadores sus opiniones sobre lo que estaban viendo, que Carrillo se lanza a la aventura de tomar la obra de Shakespeare y llevarla al contexto de la Revolución Mexicana, para así podar tomar el pulso del público asistente sobre dicha idea. De esta manera es que nace este texto dramático, que manteniendo la estructura de la obra original, es trasladada al México de 1910 y a los conflictos de esos convulsos tiempos para el país. Manteniendo parlamentos originales junto con formas de decir propias del habla local, haciendo simbiosis entre los personajes de la obra de Shakespeare y los de esta nueva historia, en donde quedan perfectamente identificados, la historia de Macbeth-Mendoza va siendo contada. La tragedia por lograr el poder a toda costa es llevada de una época a otra con igual fuerza y emotividad. El resultado, es presenciar una excelente versión de un gran clásico universal y con ello, se despejó cualquier duda que hubiera podido surgir al respecto.
En cuanto al trabajo de los actores, estamos en la obligación de decir que la entrega y desempeño del elenco en el escenario es de gran realismo , fuerza y credibilidad, si bien saben que están reinventando a un clásico, lo hacen desde la lucidez de entregar una historia que se encuentra muy cerca de ellos, y por qué no, de nosotros los espectadores también. Para los actores el trabajo puede resultar algo difícil si tenemos en cuenta la cercanía con el público que se encuentra rodeando el espacio escénico por los cuatros costados, por lo que la puesta se desarrolla en el conocido termino de “teatro arena”. El trabajo de estos actores conforma el todo de la obra, al no contar con apenas elementos escenográficos, solo una mesa y sillas metálicas de las utilizadas en bares de pueblos, una larga tela blanca y algunos otros elementos a los que se le otorgan diversos significados, por lo que la credibilidad en el quehacer de cada actor es primordial. Un aspecto a destacar es la interrelación constante que establecen los actores-personajes con el espectador, hablándoles directamente a la cara, tocándolos, haciendo que se pongan máscaras, que sostengan ciertos objetos o incluso, llegado el final, que participen en la muerte del personaje protagónico. Durante las 2 horas 15 minutos que dura el espectáculo, el dinamismo de la puesta nos obliga a estar atentos al más mínimo movimiento, gesto, entrada o salida de actor, porque muchas cosas se van sucediendo ante nuestra vista y cada una de ellas es importante.
El trabajo actoral se mueve entre la realidad de un texto escrito en una época lejana y otro sub texto de mediana actualidad. Los actores mezclan formas de decir isabelinas y mexicanas, y aunque su actuar permanece apegado al aquí y ahora, no dejan de mostrarnos un quehacer shakespereano. La dicción de todo el elenco es perfecta, apropiada a cada personaje y a cada estado de ánimo, solo la actriz que encarna el doble reto de personificar a la hechicera y a la Rosario-Lady Macbeth, resulta por momentos plana en el decir, con cierta monotonía que resta expresividad a sus importantes personajes, aunque por breves momentos recobra la variedad de matices que requiere su trabajo. La fuerza expresiva es la marca de esta puesta, que no oculta su rudeza y su sinceridad a la hora de mostrarnos los bajos instintos que envuelven a los personajes. Estamos en presencia de un teatro de emociones y como tal ellas recorren todo el escenario constantemente. Marco Vidal, el actor que encarna a este nuevo Macbeth nos ofrece un personaje isabelino y a la vez mexicano, extremadamente real y convincente, que asume la responsabilidad de tan complejo personaje con una gran variedad de recursos interpretativos, para ofrecernos una magnífica demostración de compromiso sobre el escenario.
Algo poco frecuente en el ámbito escénico es la utilización de animales vivos sobre las tablas y este trabajo como apuesta por lo no convencional, nos ofrece la posibilidad de enfrentarnos a la presencia de una gallina, como animal de conjuro, utilizado por la hechicera-bruja de esta versión, la cual es manejada en escena de manera magistral por la actriz. Valga decir que el ave resulta sin duda el “décimo actor” en el escenario, quien se comporta de manera correcta, asumiendo su rol con dignidad teatral. Ella también merece su aplauso.
Es obvio, después de haber visto el trabajo de este grupo de actores, que los objetivos por los que fueron creados dicha agrupación, se han cumplido. A través de su desempeño podemos apreciar claramente su intención en la construcción y deconstrucción de la escena, que está dirigida a una relación directa con el espectador, a una intervención del mismo, llevando el análisis de un discurso en acción y el proceso creativo por medio de ese modelo de intervención.
Hablar del final de la obra merece un aparte, pues una vez realizado el ajusticiamiento colectivo de este nuevo Macbeth, por parte de actores y público, la atmósfera dramática se transforma en el más común de los jolgorios al estilo mexicano, ranchera y cervezas incluidas, bebidas que también van siendo repartidas a todos los asistentes a la función, para de esta manera alegremente, denunciar a través de la letra cantada, la actual situación de corrupción y violencia que no ha dejado de marcar la historia de esta nación. Un final de “irónica celebración” a un muy fuerte drama, premiado por una larga ovación de más de tres minutos de duración por parte del público asistente.
Y como no hay espectáculo sin un equipo técnico-artístico detrás, no podemos dejar de mencionar el sencillo pero acertado diseño de luces a cargo de Mario Eduardo D’León, los diseños de vestuario de Libertad Mardel, las máscaras de Martín Becerra, la letra y música del corrido a cargo de Lalo Laredo y Roam León y la producción de Los Colochos Teatro, quienes completan este excelente equipo.
Solo nos resta agradecer la gestión de FUNDarte una vez más, y al Miami Dade County Auditorium, por su empeño constante en presentar excelentes espectáculos tanto de Latinoamérica, del Caribe como de España, para el disfrute del público de esta ciudad, y como una opción más de superación estética, tan necesaria por estos días y a la vez lamentar la no existencia en nuestra ciudad de otras instituciones como esta, interesadas en promover y presentar espectáculos que enriquezcan y diversifiquen aún más el panorama cultural de Miami.
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Ver textos anteriores de Wilfredo A. Ramos, en el blog
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