Se trata esta vez de un ya amarillento pasquín comercial de una marca de cigarrillos. Que al cubano le gusta a veces llamar cigarro, aunque ya se sabe que el problema es de una mala traducción desde el idioma inglés cigar, que en verdad es tabaco, pero bueno, no seamos tan exigentes con aquellos comerciantes, y dejemos los purismos del idioma a un lado.
El anuncio de marras al que el lector puede echar un vistazo, data del año de 1927. Colegimos la fecha por el dato que nos da la propia propaganda cuando afirma que la marca de marras databa de 1860, y que llevaba hasta ese minuto 67 años en activo.
La promoción de aquel producto fumable, aseguraba a los interesados, que en su confección sólo se empleaban hojas del siempre distinguido tabaco de Vuelta Abajo.
Pero acaso lo más interesante y hasta original, de la promoción al susodicho cigarrillo de turno, era una oportuna oferta de cambiar a los fumadores impenitentes, las cajetillas vacías por artículos diversos que podían obtenerse en el deposito de la marca, sito entonces en el número 125 de la calle República.
Y si acaso los fumadores gustaban del cine, los avispados comerciantes previo acuerdo con los dueños del entonces flamante Teatro Avellaneda, ofertaban entradas canjeadas por las cajetillas ya inservibles, pero claro signo de la compra de la marca.
Un asiento en el lunetario del siempre concurrido cine en la esquina de Estrada Palma y Avellaneda, importaba 10 cajetillas, y si solo se aspiraba a un asiento en la Galería, entonces se abonaban 5.
El formato a cuatro carillas de la propaganda de marras, completaba espacios con anécdotas curiosas de la historia, algunas de cierto talante intelectual, y a veces con sesgo humorista como aquella que transcribimos ahora:
Un hombre que empezaba a encanecer, se presentó a pedir una gracia a Adriano, y se la negó. Poco tiempo después, aquel mismo hombre, que se había teñido de negro los cabellos, volvió a pedirle la misma gracia.
Conociólo el emperador, y le dijo:
-Ya se la negué a tu padre.
Igualmente en la última carilla, participaba al lector las letras de dos canciones (Con el alma y Cuatro Milpas) que suponemos eran hits sonoros de la época, en el formato de los antiguos discos de vinilo, y que para entonces se expendían en el siempre próspero comercio La Casa de la Música, del señor Cabaña, idealmente situado frente al Parque Agramonte por Cisneros, y en otro espacio, en la esquina de República y San Esteban, y de los que se hacían oportuna mención propagandística.
Del anuncio de aquel cigarrillo, no queda a la distancia ni el recuerdo, a no ser, por esta ya desgastada página que hoy rescatamos del siempre galopante olvido, al parecer y por su propio apelativo, le sentaría bien entonces aquello que decía el poeta: Ayer maravilla fui/hoy sombra de mí no soy!...
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