Nota del blog: Los miércoles en la sección de Carlos A. Peón-Casas, están siendo publicados una serie de ensayos que formarán parte de su próximo libro, el cuál estará dedicado a la obra poética de Ernest Hemingway.
Carlos A. Peón-Casas publicó, en el año 2017, El Vino Mejor. Ensayos sobre Ernest Hemingway. (Ver información en este enlace)
Mitrailliatrice(1): Un poema hemingwayano singular.
Los golpes en stacatto… de una máquina de escribir marca Corona.
por Carlos A. Peón-Casas
Muchos ante el título de este poema hemingwayano, pensarán de inmediato en los avatares guerreros de su autor, alguna coordenada reveladora de sus tempranas lides en el frente de guerra italiano, y ciertamente no andarían desencaminados, de no ser por la línea complementaria de nuestro título, que remite al sonido inconfundible de aquellos artilugios mecánicos, las ya old fashion máquinas de escribir, verdaderas piezas museables, que todo buen escritor, solía aporrear a su modo, en sus ingentes labores creativas, sustituidas a toda prisa por la modernidad de los teclados silenciosos de las PC’s.
Pero el misterio, comienza a develarse cuando, entendemos la génesis que subyace detrás del acto creativo poético, del motivo singular que movió a aquel joven poeta de sólo veintidós años a escribir aquella andanada, como salida de la boca humeante de aquellas peligrosas armas guerreras que hicieron la diferencia en la primera gran guerra mundial.
La máquina de escribir marca Corona fue acaso el motivo, y también el instrumento donde se tecleó a toda velocidad este texto. Hemingway la había recibido como un presente de cumpleaños, le fue presentada por Hadley Richarson, en ese minuto no más que una amiga de San Luis en Missouri, recién presentada al poeta en ciernes, por otra conocida, Katy Smith, hermana de Y. K. Smith por entonces su compañero de apartamento en Chicago.
Gerogiannis nos ilustra en sus notas a este poema, los pormenores del suceso:
La casa de Smith funcionaba como un salón literario, en las tardes los amigos se dejaban caer por allí para discutir de arte y literatura. Ernest eludía tales discusiones y prefería pasar el tiempo en su habitación leyendo y escribiendo. Sin embargo, se sumaba al grupo cuando las ocasiones eran más festivas, o cuando eran invitados huéspedes de la talla de Sherwood Anderson(2).
El regalo de Hadley fue ciertamente muy bien apreciado por aquel Hemingway, que para entonces no era más que un empleado para la empresa Cooperative Commomwealth.
De inmediato se dio a la tarea de honrar a su amable amiga, por la que inevitablemente sentía ya una especial atracción, con lo que a su parecer sería un presente irresistible, tres poemas tecleados en aquella flamante máquina de escribir, en la que el prometedor narrador, daría a la luz muchas de sus obras, en aquel minuto, todavía inéditas en su estro creativo.
Uno de aquellos poemas era Mitrailliatrice. Se trata de un texto poético breve, inspirado precisamente en su magnífico regalo, seis líneas en sucesión, pero a la vez, dotado de una increíble cohesión, de una fuerza telúrica que nos desgrana su contenido, una sucesión de imágenes metafóricas de alto vuelo, que incorporan la sustancia primordial contentiva de un poema a todas luces enigmático.
Sin dudas, un innegable paralelo sonoro entre el sonido de su máquina de escribir de entonces, aquella Corona flamante, y el tableteo del arma de marras, encajando en estos versos, su muy particular vivencia del acto creativo, como un ensordecedor combate, así lo recrea el poema:
Los molinos de los dioses muelen lentamente
Pero este molino
Tabletea con stacatto mecánico.
La amenazante infantería de la mente
Avanza sobre terreno difícil
Y hace de esta Corona, una ametralladora.
Aunque Hadley quedó encantada con aquel presente, al igual que con los dos textos acompañantes, no sucedió lo mismo con los editores de la conocida revista Dial, a los que Hemingway ya había sometido algunos poemas a su consideración sin éxito aparente, y lo mismo sucedería ya en 1923, en su etapa parisina, cuando Ezra Pound los habría remitido nuevamente en su nombre a Scofield Thayer, el editor principal.
Hemingway no perdonó nunca la negativa. Gerogiannis nos sigue recordando como, el entonces escritor en ciernes, todavía ganándose la vida como reportero para el Toronto Star en París:
tomó gran placer en malignizar a la publicación, y en particular a su manager editorial, Gilbert Seldes, junto a Scofield Thayer. Pero al parecer, como Seldes no tuvo nada que ver con el envío de Pound a Thayer, hay todavía cierta confusión en por qué Hemingway escogió a Seldes como blanco(3).
Hemingway logró finalmente verlo en blanco y negro, cuando lo publicara en sus Tres Historias y Diez Poemas, en aquel propio año 1923.
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Ametralladora. En Complete Poems. Ernest Hemingway. University of Nebraska Press. U.S.A, 1982
Ibíd. p.136
Ibíd.p. 137
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