Se trata esta vez de un apetitoso postre de la variada y a veces poco conocida, repostería de la otrora comarca principeña: el bizcochuelo camagüeyano. Aquel dulce proverbial, “especie de panetela o bizcocho que el sacarse del horno tiene un color tostado, un aspecto esponjoso, un olor estimulante, un sabor amelcochado”(1), hacía las delicias de las tardes del San Juan, cuando era servido a los concurrentes a cualquiera de las casas señoriales de la otrora calle homónima, para ver “pasar la procesión”(2), léase el siempre atrayente paseo de quitrines y volantas, atractivo imprescindible de aquel sui géneris carnaval de tierra adentro.
El deleitoso plato era acompañado, “con grandes tazas del sabroso y oloroso chocolate pilado a mano…”(3) al decir de la propia cronista ya citada, quien recrea de memoria la anécdota y la receta que a su vez le legara, su suegra, la Sra. Doña Clemencia Masvidal, viuda de Boza.
Pero si aquel dulce tan impar, ya era en sí todo un success para el paladar, lo era igualmente el ambiente tan acogedor de aquellas casonas proverbiales, como lo fuera en específico los de aquella familia de tanta prosapia y que la cronista evoca no sin nostalgia(4):
con grandes salas de techos de vigas de caoba trabajada, con bellas rejas de hierro forjado, con amplios patios llenos de rosales circundados por galerías con arcos de medio punto con cristales de brillantes colores, por cuyas columnas trepaban madreselvas y las kiskalias, con los típicos tinajones entre macizos de malangas y jazmines…(5)
La ocasión de aquellas alegres reuniones de las tardes del San Juan, era el pretexto perfecto para que la dueña de casa agasajara a sus invitados en la mesa del bien puesto comedor, con lo mejor de la mantelería de alemanisco con sus iniciales bordadas, “un centro de cristal lleno de flores y frutas, las bandejas de plata con mil golosinas y confituras, la preciosa vajilla de fina porcelana con orla verde y oro…”(6) y presidiendo aquel goloso convite el recién horneado bizcochuelo preparado con los más selectos ingredientes: huevos criollos, azúcar blanca, harina de Castilla, polvos de hornear, y un imprescindible agrego: media libra de almendras peladas y tostadas que eran el adorno final, enterradas hasta la mitad sobre su tostada superficie.
Ante el recuerdo de aquel tan suntuoso postre camagueyanensis, que hizo las delicias de nuestros ancestros, sólo quedaría exclamar: Bon apetit!
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Citas y Notas
- Biscochuleo Camagüeyano. Por Guillermina Domínguez Roldán de Boza Masvidal. En ¿Gusta Usted? (Prontuario Culinario). VV.AA. Ucar y García. La Habana, 1956. p. 393
- Ibíd.
- Ibíd. p.394
- La foto que acompaña esta reseña corresponde a la de la casa citada, ubicada en la otrora calle de San Juan o de las Carreras, hoy Avellaneda, marcada con el número 18 antiguo. El inmueble, en estado de altísimo deterioro, y que dejara de fungir como vivienda durante muchos años, está siendo reacondicionado por parte de la Oficina del Historiador
- Ibíd. p393
- Ibíd. p. 394
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