En la tarde del domingo 23 de junio de 2019, de nuevo en compañía de la gran bailarina Sonia Calero –“la musa rumbera de la cultura cubana” – y de la multifacética y brillante artista plástica –pintora, escultora y poeta– Zaida del Río, asistí a la Gran Gala de Primavera del Ballet Clásico de la Florida en el Teatro Manuel Artime de Miami.
El programa comenzó con el segundo acto del ballet La Bayadera, con coreografía de Marius Petipa, música del austríaco Ludwig Minkus, y libreto de Sergei Kuschelok y del propio Marius Petipa, inspirado en dos dramas del poeta hindú Kalidasa (la palabra “bayadera” tuvo su origen cuando los navegantes portugueses, entre los siglos XV y XVI, llegaron a la India y llamaron “bailadeiras a las “devadasi”, mujeres consagradas a la danza por la religión, de donde ha derivado a “bayaderas”).
La bella y seductora Sophie Miklosovic y el viril y apuesto Taras Domitro, como Gamzatti y Solor, la pareja protagonista de este acto, comenzaron con un adagio soberbio, con cargadas elegantes y precisas, y un impresionante girar en arabesque de Sophie a 90 grados, sostenida por la mano firme y segura de Taras, para luego subir la parada en sus respectivas variaciones, con penchés a 180 grados de ella, gráciles grand jettés, raudos fouettés sin desplazarse del lugar, y un dominio escénico admirable, sobre todo en personaje, pues Gamzatti no es una perita en dulce, sino una mujer celosa y vengativa.
Taras, a su vez, no se quedó en absoluto detrás en el dominio de su Solor, al que dotó además de esa fabulosa bravura técnica que es ya su “marca de fábrica”, con raudos giros, deslumbrantes saltos –con arriesgadas volteretas en el aire y double cabrioles devant (es el salto con las piernas hacia delante, casi horizontal, con “batido” de los pies), para finalizar con una coda impecable, tras ser arropados ambos en todo momento por los dotados solistas y un muy bien acoplado cuerpo de baile, con lujoso vestuario y adecuado maquillaje incluido –algo que casi nunca se menciona, pero que es importantísimo para poder lograr toda esa magia que logró con creces esta excelente puesta de la esforzada compañía liderada por Magaly Suárez e Ibis Montoto.
A continuación, Brianna Guagliardo y Alejandro Boza salieron a escena como Franz y Swanilda, para bailar el pas de deux de su boda en el ballet Coppélia, coreografíado por Arthur Saint-Léon, música de Léo Delibes y libreto de Charles-Louis-Étienne Nuitter –basado en dos historias de E. T. A. Hoffmann: Der Sandmann (El hombre de arena/The Sandman) y Die Puppe (La muñeca/The Doll).
De igual manera que la pareja anterior, Brianna y Alejandro se lucieron en el adagio –en el que Alejandro evidenció un muy buen trabajo como partenaire, tanto al hacerla girar como en las cargadas–, así como en sus variaciones: ella, con arabesques penchés a 180 grados, sostenidos balances –pese a estar bailando con música grabada– y grand jettés, y él, con audaces saltos con volteretas en el aire y una diagonal de grand jettés finalizada con felices giros.
Brianna Guagliardo y Alejandro Boza
como Franz y Swanilda,
en el pas de deux de su boda
en el ballet Coppélia
en el ballet Coppélia
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Ya en la coda, Brianna me pareció un poco lenta en los fouettés, aunque los terminó con tres pirouettes y nunca se desplazó de su lugar; y Alejandro volvió a convencer con sus saltos y un trabajo de pies –entrechats– encomiable, para luego ambos despedirse con una espectacular cargada.
Les siguieron Suttyn Simon y Walter Gutiérrez, con hermosos trajes orientales –sobre todo el turbante de Walter–, en el Pas d’esclave del ballet El corsario, coreografía de Marius Petipa y música de Riccardo Drigo, en el que brindaron una impecable demostración de técnica, estilo e interpretación, pues no debe olvidarse nunca la importancia de la pantomima en este ballet –como en casi todos–, y Walter, excelente partner por demás, “actuó” la demandante coreografía, amén de impactar con su muy bien dotado arsenal técnico –arriesgada cargada de Suttyn con volteo en su hombro incluida–, en un mano a mano con ella, que no se quedó rezagada, con una rauda diagonal de piqués intercalados con pirouettes; fouettés en el lugar, y un óvalo de piqués, que si bien fueron algo lentos, no deslució su interpretación, para finalizar luego con una audaz cargada por parte de Walter, para desaparecer ambos por el lateral del escenario como una oriental ensoñación.
Suttyn Simon y Walter Gutiérrez
en el Pas d’esclave del ballet El corsario
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Del Medio Oriente, Laura Lissette Moradillos y Jorge Barani fueron los encargados de trasladarnos al París de la Revolucióm Francesa, con el efervescente y delicioso pas de deux del ballet La llama de París, que es como se le conoce en español –Boris Asafiev/Vasily Vainonen–, donde Barani brilló por sus grandes saltos, vertiginosos giros, y su entrega impecable de principio a fin, mientras que la novel Laura sorteó con frescura y musicalidad casi todo el demandante, pero tuvo algunas imprecisiones que debe evitar cuando vuelva a bailar este rol, sobre todo en los fouettés finales.
Después de un adecuado intermedio, la rutilante Grace- Anne Powers y el siempre elegante Miguel Ángel Blanco salieron a escena transformados en Raymonda y Jean de Brienne respectivamente, para “bordar” –sobre todo ella– el Grand Pas del ballet Raymonda, otra creación del prolífico genio coreográfico Marius Petipa (el renombrado Maître de Ballet de los Teatros Imperiales de San Petersburgo, Rusia), con música del compositor Alexander Glazunov, y libreto de Iván Vsevolozhsky, director de dichos Teatros Imperiales, y de la condesa Lidiya Pashkova.
En esta presentación, el dúo protagonista estuvo secundado por cinco sincronizadas parejas, que replicaron las riesgosas cargadas de Grace-Anne y Miguel al centro, y cuatro de los bailarines partnearon elegantemente a Grace en el adagio y la hicieron girar sin titubeos, para entregarla finalmente en brazos de Miguel Ángel.
Confieso que la Raymonda de la Power me cautivó de principio a fin, pues, absolutamente entregada al personaje –y exquisitamente musical y en estilo– la otrora muy joven debutante en el rol de la Reina de las Wilis del ballet Giselle. con el Ballet Clásico Cubano de Miami en 2009, es ahora ya una consumada intérprete histriónica, sin haber perdido en absoluto su pirotecnia técnica.
Grace-Ann brindó una clase magistral de estilo, vuelvo a repetirlo, con palmadas en música y esa mano detrás de la cabeza, que otras –y otros– olvidan cuando se concentran solo en los pasos de la coreografía en ballets que demandan esas sutilezas, y algo que es de gran importancia para mí (y creo que para todos los amantes del ballet): los saludos en personaje, sin salirse del rol interpretado.
En cuanto a la cuidada técnica de ambos, Miguel Ángel demostró su clase de dotado bailarín, con saltos y volteretas en el aire, amén de un amplio óvalo de grand jettés, con colocación perfecta en la culminación, mientras que Grace- Ann hizo gala de sus arabeques penché y de sus sostenidos balances totalmente en música (¡grabada, no en vivo, recalco!), para cerrar ambos la coda con una cargada perfecta y en estilo, luego de haber sido el centro de una preciosa rueda formada por las parejas solistas que los secundaron en este pas de deux.
Y como broche de amor (mucho más valioso que el oro) para esta memorable Gala del Ballet Clásico de la Florida, en el Teatro Manuel Artime de Miami: el esperado pas de troi del ballet El corsario (coreografía de Petipa y música de Drigo),para celebrar el triunfo del amor de Medora y de Conrad, con Alí, el esclavo favorito de Conrad, incluido; algo muy “vanguardista” para la época, pues sugiere un entendimiento demasiado estrecho entre amo y esclavo, con Medora en el medio, por lo que en muchos festivales las compañías lo ofrecen como pas de deux, eliminando a Conrad.
Tocó a tres muy reconocidas luminarias del ballet interpretar este gustado pas de troi: Adiarys Almeida como Medora, Taras Domitro como Conrad, y Jorge Barani como Alí, y los tres nos regalaron un verdadero tour de force, como si fueran tres divos de la ópera tratando de sostener el agudo más allá que los otros, pero, nada que ver, pues son buenos amigos en la vida real –y Taras y Adiarys un feliz matrimonio.
Adiarys Almeida como Medora,
Taras Domitro como Conrad,
y Jorge Barani como Alí
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El “combate” comenzó con el gran salto de Taras Domitro irrumpiendo en la escena (¿el nuevo Nijinski?), con un estilizado pañuelo en la cabeza, en juego con el anudado en su cintura, seguido de la aparición de Adiarys, y luego de Barani, quienes, después de brindarnos un adagio ejemplar, bello y preciso, subieron la parada aún más en sus respectivas variaciones.
Taras Domitro como Conrad
en el pas de troi de El corsario
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Taras, con sus grandes y audaces saltos, con volteretas en el aire incluidas, hizo un verdadero alarde de bravura en su variación, y Adiarys –cuya sonrisa, “parodiando” a Lezama, es un fiesta nada innombrable, sino todo lo contrario– nos brindó una impresionante cascada virtuosa de giros, balances y extensiones en la suya, para finalizar con unos espectaculares fouettés, clavada en el lugar, intercalados con pirouettes, y finalizados con cinco de ellos, mientras que Barani tampoco se quedó atrás, sino que, a la par de Taras, deslumbró también con sus saltos acrobáticos en el aire –casi horizontales–, con volteretas incluidas, y su correspondiente óvalo de grand jettés, para finalizar el menage a troi con una coda apoteósica, que dejó el escenario incandescente y al agradecido público aplaudiendo enardecido.
Concluyo de nuevo reiterando mi agradecimiento a Magaly y a Ibis; a Adiarys y a Taras, y a todos los esforzados y dotados bailarines participantes, por tanta devoción por el arte del ballet, y tan admirables resultados artísticos y estéticos.
Baltasar Santiago Martín
Hialeah, 4 de julio de 2019
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