Mollie Jumper, pudo perfectamente encarnar a cualquier personaje de la mítica conquista del oeste norteamericano, pero su aventura personal pioneering junto a un grupo de norteamericanos en la naciente colonia de nativos norteños en tierras de Camaguey, es tan singular como aquellas primeras experiencias de expansión territorial hacia el oeste de la frontera de los Estados Unidos.
Mollie vino a las playas camagüeyanas a bordo del vapor S.S. Esperanza en Octubre de 1909. Había embarcado en Nueva York, junto a su madre, el destino inicial fue el puerto de Antilla, pero de allí hicieron ruta a Nuevitas. Su destino final: La Gloria City la entones incipiente comunidad de norteamericanos interesados en el cultivo de la tierra en lo que seria una prospera experiencia posterior.
Su primera mirada a Nuevitas tiene un valor significativo en cuanto a memoria retrospectiva, dice así la cronista en esta pieza rememorativa escrita muchos años después en un diario norteamericano:
Después que pasamos la aduana, visitamos la ciudad. La mayoría de las casas están rodeadas de jardines floridos. Las tiendas eran atractivas con su variada oferta de productos foráneos. Cerca de la Iglesia Católica ubicada sobre una colina hallamos un cementerio, en el cual un hombre desenterraban huesos en una tumba abierta. Al preguntarle por su labor nos dijo que la renta de 20 pesos por el sitio se había extinguido, por lo que aquellos restos fueron lanzados a una pila cercana a la tapia(1).
Luego de pasada esa noche, la viajera continuó rumbo a su destino. Para ello navegaron a través de la bahía, para alcanzar Puerto Viaro, por entonces el puerto de desembarco mas cercano a la colonia de la Gloria, distante unas cuatro millas. De allí, a lomo de mulas, alcanzaron el villorio que ya para la época contaba con una calle principal que llamaban Avenida Central, y que corría de norte a sur. Su descripción de la naturaleza circundante destaca por su admiración ante la novedad del paisaje, oigámoslo en su voz:
El viaje en mula fue muy interesante, el follaje circundante era muy distinto la dejado en casa, los arboles florecidos e incluso los arbustos y el pasto lucían distinto. Había orquídeas en los arboles, muchas de las que luego trasplantamos en nuestro patio.
Lo colonia de entonces, a su llegada acomodaba unos cientos de colonos, su extensión era de una milla cuadrada, pero su estado era muy parecido al de diez años atrás. Se destacaban dos iglesias principales, una Metodista y otra Episcopal. Igualmente existían tres asociaciones sociales, una escuela cubana, y otra norteamericana. Ya igualmente para entonces, existía un pequeño central, un hotel y establecimientos comerciales, incluyendo una panadería y una tienda de expendio de licores.
A su llegada la nueva colona se acomodó con su hermana y esposo, que les habían antecedido en la aventura, pero pronto compro un lote de tierra de 100 por 150 pies, por el precio de 150 dolares y allí construyo su casa, con espacios para la enseñanza y practica musical. Allí impartía lecciones de violín, piano, mandolina y guitarra. Con el tiempo llegaron a formar una orquesta que en sus minutos mas prósperos tuvo 15 instrumentos y todos los músicos eran vecinos del villorio. Nuestra heroína era, igualmente profesora de baile, de tal modo sus lecciones eran muy solicitadas.
La vida económica de la colonia se hizo mas y mas próspera con la llegada de nuevos colonos, a partir de entonces no solo se sembró caña, sino que florecieron las plantaciones de cítricos que darían tanta fama al valle de Cubitas, sobre todo por las naranjas y toronjas. La autora cuenta como abundaban otras frutas en los alrededores:
Muchas frutas deliciosas son cosechadas alrededor de la Gloria: frutabombas, cocos y aguacates Las piñas alcanzaban hasta catorce libras. En los primeros tiempos era costumbre que un grupo de nosotros fuera a caballo a una cercana plantación a recoger y empacar fruta, y luego volver a galope a casa.
Nuestra testimoniante vivió en carne propia los azotes del furiosos huracan del 32 que arrasó literalmente con la villa, y del que ella deja aquí su muy revelador testimonio:
La mañana del martes 9 de noviembre de 1932 amaneció despejada, pero una incesante bandada de palomas salvajes, nos sobrevolaban como segura señal de peligro. Cerca de la medianoche el viento comenzó a soplar, y el barómetro continuo bajando. Al amanecer un aviso telegráfico dio cuenta del paso inminente del huracan en una hora y media. El aire era del color del plomo cuando las casas comenzaron a derrumbarse. Los cubanos, norteamericanos y alemanes, permanecimos en un frágil porche por mas de dos horas mientras las ráfagas de viento alcanzaban los 150 km.
La historia del emplazamiento empezaba a declinar, como consecuencia del huracán, mas de la mitad de los norteamericanos perdieron sus propiedades, incluida la cronista, la mayoría de aquellos arruinados colonos se mudaron a la Florida y a otros territorios en Estados Unidos. Los cubanos ocuparon las ruinas y construyeron sus propias viviendas, la autora junto a un resto mínimo de norteamericanos persistieron en quedarse.
Nuestra testimoniante vivió en La Gloria por cuarenta años. Y sus experiencias vitales se entrelazaron con mas de un suceso de la vida local y nacional, y que sin dudas serán parte de otra interesante crónica rememorativa. Luego de la muerte de su madre, su hermana y cuñado, nos dice nuestra memoriosa cronista que creyó acabada su experiencia cubana, a la que puso fin el 1 de Agosto de 1948.
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1. "Mollie Jumper Led An Adventurous Life, 40 Years of it In Cuba". Lewiston Journal Magazine. Saturday May 16, 1959.
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