Ha sido una norma incluir dentro de las presentaciones del Festival Internacional de Ballet de Miami, obras de corte moderno y de danza contemporánea, lo que convierte a este evento en uno de los más inclusivo, posibilitando el poder disfrutar de una gama mucho mayor de estilos y géneros danzarios. Para esta nueva edición del evento concurrieron agrupaciones de Italia, Suiza, República Dominicana y Brasil, de las cuáles la italiana nos visita por segunda ocasión, la suiza por tercera, mientras que la dominicana es ya casi de la casa con diez presentaciones.
El espectáculo se realizó en dos escenarios, el del teatro del Miami Arts Charter School of Wynwood, el sábado 10 y en el del Amaturo Theater Broward Center for the Performing Arts, el domingo 11, teniendo ambas noches el mismo programa, presentando cada agrupación obras en las dos partes en las que se dividían dichas funciones.
Octavio de la Roza y Camilla Colella.
Foto/Emilio Héctor Rodríguez
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De Suiza, la Compañía Octavio de la Roza interpretó dos obras,”Tangocho” y “Pizzica”, según el programa, ambas de la autoría del propio de la Roza, quien es además el director de la agrupación, acompañado de la bailarina Camilla Colella. En dichas obras de la Roza interviene también con su voz interpretando algo que podría considerarse canto y ejecutando algunos acordes en una guitarra. Ambas coreografías resultan de una pobreza increíble, con un lenguaje a medio camino de todo, carentes de alguna demostración técnica, aburridas e incoherentes. En realidad dos trabajos que no debieran de presentarse en un escenario y menos en el de un evento de esta naturaleza.
Brasil es sin duda, un país con una larga y excelente tradición en la danza moderna en el continente, es por ello que la noticia de la asistencia de una agrupación de ese país, siempre crea cierta espectativa, algo que en este caso no tuvo el resultado esperado, defraudando totalmente. Compañia Nos de Danca, dirigia por Regina Sauer, fue la agrupación en cuestión, la cual contó supuestamente con la participación de Alan Rezende, Igor Silva, Janaina Ciodario, Nicoli Greco, Patricia Ruel, PriscilaMendes, Stela Maris, Thiago Manhaes y Victor Sampaio. Decimos ‘supuestamente”, ya que estos eran los nombres que aparecían en el programa pero que no coincidían con la cantidad de bailarines sobre el escenario, así como no coincidían tampoco en el programa el orden de las dos obras que interpretaron. Ambas piezas llevaban igual nombre “Bossa Nossa” y “Bossa Nossa II” y las dos dedicadas a homenajear a los maravillosos compositores de la música brasileña (Tom Jobim, Chico Buarque, Vinicius de Moraes, Baden Powel). En cuanto al elemento coreográfico, la segunda de las piezas presenta algunos momentos de mayor interés con un trabajo que solamente incluía un buen diseñado trabajo de brazos y medios cuerpos, sin desplazamiento alguno, pero en general el resto de la coreografía no ofrece nada que en realidad llame la atención. En cuanto a “Bossa Nossa” podemos considera que es un trabajo fallido en su totalidad, con una escena para el olvido en donde una bailarina hace algunos incoherentes movimientos, mientras el resto reposan estáticamente sobre unos pareos como si descansaran sobre la arena de las playas de Ipanema. Dos duos interpretados por los dos hombres del grupo, largos, aburridos, carentes de expresividad técnica y artística, para colmo con sus intérpretes pasados de músculos y pesos, mostró a dos personas sin preparación para estar en un escenario. Las expectativas fueron traicionadas.
Cia. Nos da Danca.
Foto/Emilio Héctor Rodríguez
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Lyric Dance Company, compañía dirigida por Alberto Canesto, fue la propuesta que por segunda ocasión llega desde tierras italianas al Festival internacional de Ballet de Miami. En esta oportunidad participaron solo cuatro bailarines, Benedetta Pollini, Reika Vigilucci, Leandro Salvischiani y Nicola Giannelini, los cuáles presentaron las obras “Omaggio a Edith”, con música de F. Chopin, en la primera parte del programa y “Frida, Kaus Dentro”, con música de Gabriel Faure, en la segunda parte de la noche, ambas coreografiadas por el propio Canesto. Esta agrupación presenta una línea de trabajo ecléctica, que puede desorientar algo al espectador, ya que se mueve entre lo neoclásico y lo moderno de manera indiscriminada, sin una coordinación lógica entre ambos estilos, lo que provoca que no exista mucha coherencia en el lenguaje danzario, otro aspecto que hacen algo densas las obras, es la elección musical que se realiza para las mismas y su manera de manejarlas a través de las obras. En cuanto a los intérpretes, tenemos que destacar las hermosas líneas que poseen las bailarinas y su buena técnica, lo que las convierten en un punto de observación constante. Con respecto a los hombres, aunque resultan buenos compañeros de travesía, se quedan en lo correcto. Al ver el trabajo de esta agrupación, siempre nos quedamos con el deseo de que rompan con el cerco que les impone el trabajo de un solo coreógrafo, para verlos alzar vuelo en otras maneras de hacer la danza.
Lyric Dance Company.
Foto/Emilio Héctor Rodríguez
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Por último, el Ballet Nacional Dominicano bajo la dirección del cubano Armando González, asiduo a este evento, se presentó con tres obras, dos solos y un trío, todas dentro del género de la danza contemporánea, aunque en el programa apareciera un duo y el trio ya mencionado. “Naboria Daco”, fue el título del primer solo interpretado por el bailarín cubano Maikel Acosta, quien desde algún tiempo forma parte de esta agrupación, que cuenta con coreografía de Carlos Veitía y música del conocido compositor dominicano Juan Luis Guerra. Esta es una obra que responde a un canto aborigen y que como tal trata de llevar en el lenguaje coreográfico la impronta de esa cultura, pero que por momentos la pierde, cediendo al impulso de la técnica clásica. El intérprete defiende con profesionalidad su trabajo, el cual resulta algo breve, dejándonos con los deseos de ver un mayor desempeño en la escena. El segundo solo estuvo a cargo de Joel Rodríguez, autor también de la coreografía, que contó con música del grupo australiano Dead Can Dance, llevando por título “Alma Desnuda”. Joel es un bailarín de excelente figura, lo que hace que su presencia escénica sea impresionante, su desenvolvimiento es ágil, domina el espacio, es limpio en sus movimientos, presenta buena técnica y dentro de la danza moderna se mueve como pez en el agua, aunque su quehacer dentro de los cánones más rígidos del ballet también resultan halagadores. En cuanto al trabajo coreográfico, la obra se mueve en una discreta pero acertada línea que le permite al intérprete demostrar sus cualidades. Algo que si no nos convenció del todo fue el que a la mitad de la obra se quitara una larga saya azul que solo tenía una función estética, pero no semántica dentro del lenguaje coreográfico, acción a la cual no le hayamos justificación escénica alguna. Sin duda este resultó uno de los trabajos mejores de la noche.
María Valerio Melogno, Maikel Acosta y Joel Rodríguez.
Foto/Emilio Héctor Rodríguez
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Como tercera obra, la compañía dominicana ofreció el trío o “pas de trois”, si nos acomodamos al lenguaje balletístico, titulado “Una vida, dos vidas”, coreografía de Pablo Pérez y con música de Yann Tierseu, el cual contó con las interpretaciones de María Valeria Melogno, Maikel Acosta y Joel Rodríguez. Esta obra trata de moverse dentro de un ambiente psicologista, al querer contar una historia de amores y desamores que no llega a resultar muy clara para el espectador. No obstante el trabajo de los intérpretes resulta convincente tanto en su desempeño técnico como expresivo, aunque podría haberse trabajado esto último un poco más, de acuerdo al concepto de la pieza. Algo que nos resultó chocante y fuera de lugar, fue el vestuario utilizado para la misma, el cual le restó la sobriedad adecuada que el tema merecía. No obstante, esta pieza podemos incluirla también entre lo más acertado de la noche.
Para cerrar nuestro trabajo, nos vemos obligados a hacernos varias preguntas ....¿cómo es que en un evento como este no hay participación local, conociendo la existencia de agrupaciones que desarrollan su trabajo en esta ciudad de Miami? ¿Por qué no hay tampoco participación de compañías de otras partes del país, que siempre resultarían más fácil de mover que las provenientes del exterior? Considero que se debe trabajar más en superar estas lamentables ausencias, que enriquecerían aún más el evento y lo convertirían en realidad en una fiesta de la danza.
Wilfredo A. Ramos Vázquez
Crítico de Teatro y Danza.
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