Saturday, August 3, 2019

Una nueva mirada al feminismo en Cuba (por María del Carmen Muzio)


Recientemente la profesora y Dra. Teresa Díaz Canal ha publicado por la editorial Ciencias Sociales su investigación Mujer-Saber-Feminismo. Con prólogo de la Dra. Dolores Vilá Blanco y un exordio de la Msc. Natalia Soto Quiroz, en tres amplios capítulos nos devela la permanencia histórica de la presencia de la mujer a través de los siglos, no suficientemente visibilizada.

En su introducción la autora aclara el objetivo de su libro: «El eje de la relación mujer-saber-feminismo rige este estudio, tiene que ver con la presencia y la creación de las mujeres en lo que se refiere a pensamiento, con las dificultades que tuvieron a lo largo de la historia para acceder al conocimiento». (p.1) Ricas anécdotas de los avatares de la investigadora también se narran en estas páginas introductorias.

En el primer capítulo «Estar -de-otra-manera» novela interesantes vidas femeninas prácticamente desconocidas: Eloísa de Paracleto, Hildegarda de Bingen, Hrostvitha de Gandersheim y Christhine de Pizan por «ser la primera mujer escritora que vivió de su pluma». (p.17). Además de un estudio sobre las llamadas amazonas, las mal denominadas brujas en el Medioevo y aclaraciones sobre el surgimiento de las luchas femeninas en otros países como Inglaterra. Y se adscribe al concepto de feminismo brindado por la profesora Mirta Aguirre, 66 años atrás.

Importante la presencia de Ana Betancourt durante la Asamblea de Guáimaro en 1869 al solicitar la participación de la mujer, hecho que destaca la investigadora como «la primera vez que una latinoamericana tomaba tal iniciativa en el plano político». Después nos ofrece unas valiosísimas tablas por países y las fechas en que estos aprobaron el sufragio femenino.

Destaca la importancia de la revista Minerva, realizada por mujeres negras tanto en la etapa colonial como la republicana. Únicamente en 1883 las cubanas pudieron acceder a estudios universitarios, en especial como parteras al crearse la cátedra de Obstetricia. Mercedes Riba y Pinos –barcelonesa– fue la primera en matricular la literatura; pues la mayoría escogía farmacia, medicina, etc. Menciona algunos nombres dignos de figurar en nuestra historia universitaria: Francisca de Roja Sabater, Digna América del Sol y Gallardo, Laura Martínez de Carvajal y Camino, María Asunción Jiménez de Luarca, entre otras.

No podía la autora dejar olvidada la importante labor educativa de María Luisa Dolz Arango a la que le dedica un profundo esbozo biográfico en el cual resalta la labor de esta educadora cubana.

Destaca la relevancia del olvidado Alexis Everett Frye, superintendente de escuelas norteamericanas y gestor de los cursos para maestras de enseñanza primaria en la Universidad de Harvard; y el llamado que hiciera en 1898 para que aquellos –tanto mujeres u hombres– capaces de enseñar se incorporaran a las escuelas públicas.

El segundo capítulo «Mujeres y pensamiento social. Una mirada desde Cuba» posee el mérito de profundizar en una figura femenina apenas recordada: Dulce María Borrero. Destaca el hecho poco conocido: el Club Femenino de Cuba quiso rendir homenaje a la poetisa uruguaya Paulina Luissi, en cuya organización cooperó la Borrero, se realizó en la antigua Academia de Ciencias –Cuba entre Amargura y Tte. Rey– al que asistió el entonces ministro Regüeiferos; y es precisamente en este acto feminista donde irrumpen los jóvenes de lo que será denominada por la historia la Protesta de los Trece.

En este mismo capítulo nos ofrece una relación de los diferentes Congresos Nacionales de Mujeres, y sus acciones en una extensa relación y estudio.

Considero necesario destacar esta opinión de la investigadora: «Dulce María Borrero tiene un discurso que no se quedó solo en el acto de pensar. Es en esencia idea, poesía y escritura, pero hace mucho más que eso: todo lo resume en su praxis». (p. 53).

Es necesario destacar también cómo la autora realiza un estudio biográfico de la gran etnóloga Lydia Cabrera. Parte del original epígrafe Mundele quiere bundanga (Mujer blanca quiere saber) para retratárnosla como un «alma cimarrona» porque «no se sujetó nunca a las ataduras de una ciencia; en todo caso, sus estudios tuvieron la peculiaridad de unir investigación y arte». (pp. 61-62)

No es desconocida la relevancia para la cultura nacional de libros como Cuentos negros de Cuba o esa obra monumental que es El Monte para los practicantes de la religiosidad popular ni para los investigadores. Por desgracia, acota la Dra. Díaz Canals, en los actuales estudios apenas se le menciona, con la excepción de la recientemente fallecida profesora Ana Cairo en su Bembé para cimarrones. (p.68)

Y más adelante apunta: « ¿Qué sociólogo ha logrado en esta Isla ese nivel de penetración con sus entrevistados? En esta técnica ella constituye un paradigma junto a su cuñado Fernando Ortiz, en una época en que incluso los viejos negros desconfiaban de los blancos». (p.70).

También desfilan otras féminas importantes para nuestra Isla: es el caso de la filósofa María Zambrano y la villaclareña Marta Abreu. Algunas nombres se escapan, lo que resulta natural debido a la ausencia de estudios sobre otras mujeres notables.

Por último la autora quiso, según sus palabras, reflejar a una cubana «viva» para lo cual escogió a la investigadora Zaida Capote cuyos estudios sobre la literatura femenina son bien conocidos.

El tercer capítulo «La querella de las cubanas y la esperanza creadora» entre otras cuestiones, trata la asociación femenina que se reunió en el Lyceum-Lawn Tennis Club por iniciativa de Berta Arocena y Renée Méndez Capote donde ocurrieran tantas actividades importantes para nuestra cultura.

Para no extenderme más, en sus «Conclusiones: la imprudencia como método» nos cuestiona: « ¿Existe feminismo en Cuba? Un feminismo creador cubano tendría que engendrar un acto naciente, un centro de simpatía irradiante, para ello hay que partir del animismo de lo cohesivo» (p. 157). Y concluye con una relación de lo que denomina puntualizaciones sobre el feminismo cubano.

Enjundiosa investigación, profunda, es probable que al circunscribirse a un número determinado de páginas la Dra. Díaz Canals haya guardado algo en su tintero; no obstante, mientras, disfrutemos ahora de esta otra mirada a la mujer.


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María del Carmen Muzio Zarranz (La Habana, 1947). Tiene publicadas las novelas El camafeo negro (1989), Sonata para un espía (1990), La Cuarta Versión (2000) y Dios no te va a entender (2015), así como los ensayos Andrés Quimbisa (2001), María Luisa Milanés: el suicidio de una época (2005) y el libro de cuentos para niñosLos perros van al cielo (2004). Ha merecido varios galardones y reconocimientos entre los que destacan su mención en el Concurso Internacional Relato Policial, Semana Negra, Gijón, España (2002) y la del centro “Juan Marinello” por su ensayo sociocultural sobre la figura de Andrés Petit.

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