A siete décadas ya cumplidas de distancia, los anuncios aquí revisitados, son alusiones que a muy pocos podrán evocar alguna especial circunstancia emotiva de aquel Camagüey de ayer.
Pero igual, otro grupo etario, de segunda y tercera generación que habita este espacio circunstancial, al menos hasta este minuto, y junto a los que lo han permutado en el tiempo por otras coordenadas geográficas, tiene al menos, la satisfacción de poder reconocer aquellas raíces fundacionales, las mismas que han hecho posible, que el viejo árbol familiar, plantado con amor hace tanto tiempo se expanda con ramas de potencia infinita hacia cualquier futuro posible.
Y si recordar es ciertamente volver a vivir, desandemos la ciudad de antaño, en pos algunos de aquellos comercios citadinos, quizá no los más prósperos o conocidos, en el plan más vital posible, que estos setenta años nos marcan con referentes tan singulares.
Remontando la calle Estrada Palma, en la vivienda marcada con el número 444, se ubicaba la Joyería “Casa Kuryski”, especializado en prendas y relojes.
Era su propietario el Sr. Hirsh Kuryski. El slogan de su negocio, tal y como lo publicaba en el Directorio Social de aquel año, editado por Mario R. Silva y Llopis, aludía a la dignidad inclaudicable de un ciertamente pequeño, pero muy digno comerciante local: “Aquí No hay lujo, pero si buenos precios”
En la misma página del Directorio, bajo la letra K, se listaba también a otro propietario del mismo giro, el Sr. Juan Knoll Lachenmayer, con negocio en la calle República en el número 563, y vivienda particular en la calle Fernando de Zayas, en la barriada de La Vigía.
Y aunque el tiempo ha pasado y también, más de un águila sobre la mar, tuve a un compañero de la primaria en una escuelita en la calle Capdevila, a comienzos de los setenta en aquella misma barriada, con aquel mismo apellido, acaso ¿familia de aquel? qui lo sa…
Aquel muchachito, también nombrado Juan, y a quien perdí de vista, desde aquel tiempo, quizá tenga la respuesta, doquier pueda vivir.
De vuelta al recorrido imaginario que hoy nos ocupa topamos muy pronto con otro espacio comercial de aquel minuto en el Camagüey de 1949. Se trataba La Especial, una de aquellas tan populares “quincallas” que abría sus puertas en la calle San José, en el número 264. Su slogan comercial rezaba “Artículos Finos para un Regalo Elegante”.
En el anuncio de marras, no se aludía al nombre de su propietario, y que podemos barruntar regentaba su pequeño comercio desde su misma vivienda, tal y como era costumbre en la época, que era común no solamente en los negocios mas modestos.
Posiblemente pudiera tratarse de uno de entre tantos comerciantes judíos que se afincaron en la ciudad, en los años de la Segunda Guerra Mundial, y que entre nosotros se conocieran como “polaquitos”, quizás en alusión a su país de origen.
Siguiendo nuestro paseo, y en la hora del mayor calor, sorprendía los paso del caminante por la otrora ciudad, a la altura de la calle Jorge Rodríguez ( )la Fábrica de Helados Sunky.
Sus propietarios, hasta aquí desconocidos para este cronista, anunciaban oportuna y profusamente su gélido y alimenticio producto, de crema de leche y también de frutas, aludiendo que:
Los ricos helados Sunki tienen la exclusividad de su rigurosa elaboración y sabor ideal. Por eso se convierten en ansiada delicia de cada consumidor todos los días(1)
En otro giro muy bien representado en la otrora ciudad, el de las Farmacias, nos topamos en nuestro recorrido con un particular anuncio de uno de tales sitios que todavía en la ciudad se le conoce con el antiguo nombre de antaño: la de Ibarbia, en alusión al de su propietario el Dr. Pedro Ibarbia Caballero, sita en la esquina de República e Ignacio Sánchez.
Para la época su dueño la identificaba con el apelativo de la “Farmacia del Pueblo”, y de ellos da fe la foto que publicaba para graficarlo y que le compartimos al curioso lector, tal y cual hubo de lucir en aquel minuto.
No muy lejos de allí, por la calle de San José con frente a la calle Industria, que nace o muere en esa misma intercepción, según se mire, se localizaba otro negocio de cierta notoriedad en la ciudad, el de Vallvey y Compañía, dedicados al rubro de la fabricación de jabones. Sus productos se expendían entre marcas distintas: “Cocodrilo, Tinajón y Foca”. El negocio pareció perdurar durante la década de os años cincuenta.
Y si de belleza femenina se trataba, no faltaban sitios. Tal era el caso del Salón de Belleza Beatriz, ubicado en la calle Estrada Palma, en el número 425. El anuncio que lo identificaba, y que copiamos para el amable lector, como oportuno cierre de esta rememorativa faena, daba fe de los no pocos atractivos de aquella casa:
La personalidad y encanto físico de la mujer de hoy, tan celosa de sus elegancias estriba principalmente en el mejor cuidado de su pelo. Beatriz le ofrece en su moderno salón todo el refinamiento necesario y la técnica de embellecimiento y realce e la ultima moda social deportiva(2).
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- Directorio Social de Camagüey. Editores Mario R. Silva LLopis y El Camagüeyano. Primera Edición. Época de 1949. p. 2.
- Ibíd. p. LXVI
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