Otra entrega sobre cronistas –viajeros, a su paso por las llanuras del Camagüey, nos descubre la cercanía de un binomio de autores españoles, valencianos por más señas, los ya citados Segarra y Juliá, a su paso por la otrora ciudad de comienzos del siglo veinte, en un periplo que tenía a nuestra Isla como destino, dentro de un viaje mucho más generalizador por las tierras de América.
El proyecto viajero devino en libro bajo el título de Excursión por América. Cuba, y vería la luz como edición ilustrada con fotos bastantes singulares, en Costa Rica en la Imprenta de Avelino Elsina ese propio año.
El libro de marras, la primera entrega de lo que sería una futura continuidad editorial, lleva una singular dedicatoria: “En el Honorable ciudadano Don Tomás Estrada Palma, primer magistrado de la joven nacionalidad cubana a todos los ciudadanos del pueblo hermano, como homenaje a su cultura, hospitalidad y nobles sentimientos fraternales, dedican este libro”(1).
Pero entremos ya en detalles de la visita a tierras puertoprincipeñas. Los viajeros llegaron por tren a la ciudad camagüeyana, provenientes de Santiago de Cuba. No nos cuesta imaginar la por entonces nada insignificante estación local, con su parecido inevitable a cualquiera de sus pares norteamericanas en el centro sureste del vasto continente norteño. Y aunque silencian los detalles de su alojamiento, no es tampoco difícil colegir, que habrían de pernoctar, en el por entonces muy suntuoso Hotel Camagüey, al servicio directo de los viajeros que arribaban a la ciudad por vía férrea, como ya hemos visto en otra parte(2).
La estupefacción ante la imponente llanura principeña, los lleva a conceptuarla sin más rodeos como la “Mancha cubana”(3); y ante ella sienten sin rubor esa inigualable sensación de “no encontrarnos en Cuba…” por (el) “aspecto que ofrece en su conjunto este rincón de Cuba, el corazón de Cuba, que así puede considerarse a esta llanura central, a la provincia de Camagüey y a la típica ciudad, que es su centro(…)(4)".
La estupefacción ante la imponente llanura principeña, los lleva a conceptuarla sin más rodeos como la “Mancha cubana”(3); y ante ella sienten sin rubor esa inigualable sensación de “no encontrarnos en Cuba…” por (el) “aspecto que ofrece en su conjunto este rincón de Cuba, el corazón de Cuba, que así puede considerarse a esta llanura central, a la provincia de Camagüey y a la típica ciudad, que es su centro(…)(4)".
La ciudad camagüeyana de entonces todavía remedaba a los tiempos ancestrales, aunque algunas irrupciones del progreso(5) ya se empezaban a sentir; y que no quedan para nada veladas para estos viajeros primerizos; pues aunque el paisaje, en sus propias voces se sentía:”con la ilusión de que se ha trasladado por arte de magia, a la famosa meseta casteñana,”(6) y se vislumbra de igual modo “el aspecto de la ciudad clásicamente española (que) le recuerda cualquier ciudad manchega”(7); tenían a bien lamentarse por otras intrusiones en el ambiente de ”la medioval ciudad(…)las prosaicas claridades con que profanan sus callejas silenciosas los focos eléctricos del alumbrado público”(…)(8).
La descripción que sigue, apunta con verbo inspirado y hasta poético la vista que se regalaba de la ciudad a los visitantes:
Campanarios rojizos sobresaliendo por cima de un oleaje de parduscos tejados, sin una nota clara que interrumpa la monotonía de aquella masa de colores sombríos. En las afueras, algunos caserones cuadrados que bien pueden ser las clásicas bodegas o el oscuro lugar de algún hidalguejo lugareño, más o menos emparentado en saberes y en ochavos con el señor de Quijano, y formando horizonte por los cuatro puntos cardinales y sus correspondientes arcos intermedios, la llanura inmensa, uniforme en tono gris de sus ondulaciones apenas perceptible con alguna brevísimas zonas de cultivo(…)(9)
De ese mismo tenor, serán las observaciones con que los cronistas visitantes dan cuenta de la ciudad del Tínima y el Hatibónico, cuando afirman:
Sus calles, estrechas y demarcadas por casas de aleros salientes y grandes rejas voladas, los típicos patios y zaguanes que recuerdan los de Toledo; los grandes tinajones para el agua; los pasamanos de escaleras y galerías, la disposición interior de las viviendas, la relativa abundancia de iglesias y conventos; la vida patriarcal que allí se hace, la sencillez en la costumbres y en el vestir, el ambiente sosegado que rodea la existencia de una gente afable en grado máximo; todo predispone desde el primer momento a forjar la ilusión de que nos encontramos trasladados a la paz de la vida de hace cien años, en el tranquilo rincón de nuestros mayores(10).
Y otras, en coordenadas que van más allá de lo meramente anecdótico y superficial cuando son capaces de hacer un análisis somero pero eficaz de las potencialidades de la economía ganadera , el rubro más espectacular de la región al vaticinar, lo que con toda certeza sería una verdad como un templo en los años republicanos por venir:
(…) los nuevos horizontes que abre a la vida de esta región el Ferrocarril Central(11)(…) han de dar notable impulso a sus riquezas(…)Surgen diariamente y se acrecen de un modo prodigioso, a ambos lados de la línea, poblados y caseríos, potreros y zonas de cultivo, que en plazo no lejano, habrán transformado extensos eriales y dilatadísimas maniguas en otros tantos centros de producción que señalan para Cuba un espléndido porvenir.
El cierre de sus referencias a la ciudad y su gente no puede ser de menor brillo. Contrapuntean para el lector, las aseveraciones que sobre el terruño camagüeyano había expresado un amigo cubano de los autores: Manuel Marquez Sterling(12), (por más señas hijo de otro camagüeyano ilustre de su mismo nombre), a quien habían conocido en sus andanzas por los diarios habaneros de la época a saber: La Lucha, La Discusión, El Diario de la Marina y El Mundo. Marquez Sterling hijo afirmaba que:“en el Camagüey las cosas son como la leyenda las repite y las rectificaciones son tan odiadas que el pueblo protesta de ellas, y sigue viviendo en una especie de fanatismo lamentable”.
Con la aclaración que sigue, los cronistas y viajeros nos hacen un guiño de simpatía, que todavía les agradecemos en este hic et nunc, en la distancia inevitable que todo tiempo pasado, que siempre nos seguirá pareciendo, inevitablemente, mejor:
Con la aclaración que sigue, los cronistas y viajeros nos hacen un guiño de simpatía, que todavía les agradecemos en este hic et nunc, en la distancia inevitable que todo tiempo pasado, que siempre nos seguirá pareciendo, inevitablemente, mejor:
No nos atrevemos a desmentir(…) la primera parte del aserto, principalmente porque esa quietud de ánimo no está exenta de encantos y nos place mucho(…)Pero esa especie de fanatismo lamentable (…) parece suponer algo parecido a insensibilidad por parte del pueblo camagüeyano, no la hemos visto en ninguna de las manifestaciones de su vida(…) hemos advertido en ese pueblo bueno, patriota, valiente si los hay, nada que permita afirmar en absoluto que viva encerrado en sus creencias como si una muralla de amor a sus propias cosas y a sus propios hombres le impidiera ver el ancho horizonte de la vida universal(13).
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Citas y Notas
- Excursión por América. Cuba. Costa Rica. 1906. p.
- Ver lo que apunta al respecto Irene Wright en su libro de viajes Cuba. Detalles a los que aludimos en nuestra reseña: Viajeros ilustres… Camagüey 1910.,en este mismo blog.
- Excursión por América…op cit. p. 502
- Ibíd.
- El subrayado es mío, piénsese por ejemplo en la interrupción de la calle República, con la demolición de algunas propiedades, para facilitar el paso de inevitables y modernizadoras líneas férreas, amén de algún que otro cambio de tipo funcional en las zonas aledañas, por la presencia del Hotel Plaza ( también conocido inicialmente como Ike’s) y los muchos almacenes anexos a la estación ferrocarrilera con otros servicios añadidos como las zonas de tolerancia (Progreso, etc).
- op cit. p. 384
- Ibíd.
- . Ibíd. p.388
- Ibíd. p.384
- Ibíd. p. 386
- Ibíd. Sobre el particular hacen en otro momento una jocosa pero verídica observación que han escuchado al paso: “ los tres benefactores indiscutibles de Cuba han sido, Cristóbal Colón, que la descubrió; José Martí, que la independizó; y…Sir William Van Horne, que construyó el Ferrocarril Central”.
- Manuel Márquez Sterling, Lima Perú 1872 – La Habana Cuba 1934. Periodista, escritor, ajedrecista, diplomático y político cubano, presidente provisional de Cuba durante 6 horas en 1934. Desde los diez y seis años debuta su carrera periodística escribiendo para "El Pueblo" y "El Camagueyano" fundado por su padre. (…)Funda el periódico "El Mundo" junto a varios colegas y después colabora en "La Lucha" (1905) funda el "El Heraldo de Cuba". (1913) y "La Nación" (1916). (Tomado del artículo homónimo de Wikipedia. Fundación Wikimedia. )
- Ibíd. p. 390
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