Nuevamente el disfrute de un trabajo teatral nos hace sentirnos agradecidos por el bien que el arte nos hace en el existir cotidiano de los seres humanos. Es impensable el vivir sin tener a la cultura como compañera de andaduras en este tormentoso camino. Un poco de arte nos cambia nuestras vidas, nos ayuda a vivirlas, nos convierte en seres humanos algo más sensibles y por qué no, tal vez hasta en mejores personas.
Hago esta filosófica reflexión debido a los sentimientos que me produjo la visión en escena del actor cubano radicado en Madrid, Jorge Ferrera, con el excelente despliegue actoral de su muy bien concebido trabajo unipersonal "Peer Gynt", construcción creada a partir de esa obra del escritor noruego Henrik Ibsen, que se está presentando este fin de semana en la sala Artefactus Teatro, dentro de la segunda edición de Open Arts Fest que organiza dicha institución.
Desde 1997 no habíamos podido ver más el trabajo de este actor, fundador y director además del grupo de Teatro El Puente, cuando en aquella ocasión presentaba una de sus propuestas en el patio del Centro Cultural Wifredo Lam, en la Habana, durante una de las bienales de artes plásticas que organiza internacionalmente esa institución. Ya para aquella ocasión Ferrera era poseedor de una estética bien precisa y personal, que lo deslindaba del modo de hacer de la casi totalidad de agrupaciones teatrales del país, reuniéndolo en el selecto grupo formado por Teatro Buendía, dirigido por Flora Lauten y Teatro Obstáculo, en manos de Victor Varela.
Por ello, la noticia de la venida a Miami de Teatro El Puente, era un reencuentro con un viejo conocido, que había seguido construyéndose su camino, ahora en tierras españolas.
Concebir "Peer Gynt" como el trabajo de un sólo actor, resulta en una idea no tan solo atrevida, sino además en algo descabellada, teniendo en cuenta la diversidad de personajes (todos imprescindibles) y escenarios que contiene dicha obra, la cual se sale del realismo viceral del cual es un maestro este dramaturgo noruego, para incursionar en un mundo fantástico de duendes y renos voladores. El resultado es una síntesis aplastante y magistral.
El actor, que es a su vez el adaptador y el director de este trabajo, realiza una magnífica unión de los diversos pasajes de la obra y una excelente caracterización de los varios personajes a que da vida escénica. Con un muy preciso dominio de su cuerpo como instrumento de trabajo, se puede decir que el actor danza en escena, su plasticidad, limpieza y control, hacen que sus movimientos escénicos creen la ilusión de la no corporeidad, fluyen suavemente sin costuras. Sus cadenas de acciones son precisas y fluidas, no hay nada dejado a la casualidad o a la improvisación. Ferrera es capaz de hacernos visible en el escenario el lago en donde se hunde Peer o el cielo por donde cabalga al reno, tal es la magia de su acertado hacer. Si como la sabia y atormentada madre de Peer es una dulce ansiana, como el maligno rey de los duendes es maquiavélico y monstruoso. Sus personajes lo son y al mismo tiempo detrás está el actor y su cuerpo múltiple, no por gusto Ferrera se ha movido cómodamente por los caminos del teatro antropológico, que tiene al hombre como centro del mismo. No podemos dejar de mencionar el muy buen trabajo de voz del actor, utilizando registros, tonos, modulaciones, que son sólo posibles cuando se domina el uso de los diversos diafragmas que permiten ese variado universo vocal.
Otra magistralidad al momento de presentar sus personajes en escena es la idea de hacerlo a través de pañuelos de diferentes colores, que salen de una larga vara de bambú, con el que con cada uno de ellos se da vida a un personaje femenino. Hermoso, sutil e ingeniosa manera de hacer presente a personajes sobre la escena.
Tenemos que agregar que el hermoso y acertado diseño de luces, así como de la banda sonora completan la magia encantadora de la puesta en escena de este unipersonal, lo que demuestra que no está en el formato, sino en su entrega, la grandeza de un espectáculo.
Podríamos continuar hablando sobre las impresiones causadas por tan soberbio trabajo y no agotar el análisis de lo que es sin duda alguna ejemplo de perfección actoral, pero mejor los invitamos a que sean ustedes mismos quienes lo descubran en cualquier escenario en donde sea anunciado.
Wilfredo A. Ramos
Crítico de Teatro y Danza.
Fotos/Arturo Arocha.
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