Monday, October 21, 2019

Un poema de Félix Luis Viera

Nota: Cada lunes la poesía de  Félix Luis Viera.  Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog,  en este enlace.  Traducción al italiano de Gordiano Lupi.   


Poema 52 de La patria es una naranja


52


Te he llenado palabra tras palabra, gota tras gota de semen hasta desbordar los interiores de tus uñas. Hemos iniciado y consumado todos los ritos en esta tierra tuya. Has tenido la naranja que es la patria en una bolsa transparente en ocasiones, y en otras has estado lejos de tu patria y has creído que esa naranja, que es la patria, no ha sido más que el recuerdo de una avenida ancha y una bandera cuyos colores entonces no has podido discernir. Jamás has sido tan pobre como aquellos que nunca hemos tenido una pecera; mas, el dorso de tus panes a veces se ha persignado por los menesterosos. Te he llamado Eugenia en medio de esa noche y todas las patrias de todos los hombres, aun las patrias individuales de hombres individuales, se han acercado a mis manos. Tu voz me ha tocado el vientre y he sentido el aroma de una legión de azahares que me ha sanado de una soledad tan vieja como el primer árbol, en esta mole donde yo andaba con la patria en los ojos y el olor de tantas hembras agregaba plomo a la nostalgia. Quisiera haber escrito una oración donde me doliera por la infinitud de tu soberbia, donde clamase perdón para tu egolatría, tu neurosis. Quisiera haberte orado una oración donde pidiese para ti el escaño clímax, donde aparecieras como la princesa de las putas de toda la gigantesca ciudad de México y las villas circundantes. Te he llamado, Eugenia, solitario yo en una tarde de sol, más bien para no olvidar tu nombre ni aquella luz almendrada de tus ojos ni tus senos donde confluyen los balines del fierro candoroso. Si al fin hubieses existido, de la manera en que parecía que existías, quizás también te hubiera odiado (aunque hubiera seguido esperando de ti ese estribillo de los niños cuando rompen las piñatas: dale, dale, dale/ no pierdas el tino/ porque si lo pierdes/ pierdes el camino). Pero algunas veces sí te he odiado a matar. Sólo algunas veces, porque las más te he querido, mujer que no llegas, que llegaste y no, que a veces te vas y parece que llegas y a veces llegas yéndote, Eugenia, en esta Ciudad infinita donde cada diez minutos nadie me ama, y donde hay días en que nadie a nadie ama. Mas, creo que alguna vez tendremos una pecera, que habremos armado con los materiales que esos tipos fastuosos habrán tirado en el camino. Los pececitos serán las voces de todos los niños de la inacabable Ciudad, incluidas las de los niños que no han tenido más voz que el terror. Entonces yo te llamaré Eugenia cuatro veces cuando el sol se esté poniendo. Cuatro veces te diré: corre, no demores, eres el faro que orienta a los ángeles cuyas alas se han roto. Y nuestra naranja, nuestra patria, tendrá la piel relucientemente dorada y la verán desde todos los astros colindantes. Entonces tendremos una patria. Esa naranja enorme y brillantemente dorada. Y nadie habrá de escribir un poema que diga "hemos sido tan pobres". Y ni las plantas ni los animales ni los hombres habrán de necesitar que una mujer como tú, evidencia en el sueño, en la realidad deslumbre, viaje desesperadamente con sus aguas a salvarlos.



52


Ti ho riempito parola dopo parola, goccia dopo goccia di seme fino a straripare dalle viscere delle tue unghie. Abbiamo iniziato e consumato tutti i riti in questa tua terra. Hai tenuto l’arancia che è la patria in una borsa trasparente in alcune occasioni, e in altre sei stato lontano dalla tua patria e hai creduto che l’arancia, che è la patria, non fosse niente più che il ricordo di un viale ampio e di una bandiera i cui colori non potevi distinguere. Mai sei stato così povero come noi che non abbiamo mai avuto un acquario; inoltre, le croste dei tuoi pani a volte sono state segnate dai bisognosi. Ti ho chiamata, Eugenia, in mezzo alla notte e tutte le patrie di tutti gli uomini, persino le patrie singole di uomini singoli, si sono avvicinate alle mie mani. La tua voce mi ha toccato il ventre e ho sentito l’aroma di una legione di fiori d’arancio che mi ha guarito da una solitudine vecchia come il primo albero, in quest’immensità dove andavo con la patria negli occhi e l’odore di tante femmine rendeva pesante la nostalgia. Vorrei aver scritto un’orazione per lamentarmi della tua superbia infinita, per reclamare perdono del tuo egocentrismo, delle tue nevrosi. Vorrei aver supplicato un’orazione chiedendo per te il seggio più alto, dove apparire come la principessa delle puttane di tutta la gigantesca Città del Messico e delle cittadine circostanti. Ti ho chiamata, Eugenia, solitario in una sera di sole, soprattutto per non dimenticare il tuo nome, la luce color mandorla dei tuoi occhi e i tuoi seni dove confluiscono le pallottole di ferro ingenuo. Se alla fine fossi esistita, nella maniera in cui sembrava che esistessi, forse ti avrei anche odiata (anche se avrei continuato ad attendere da te il ritornello dei bambini quando rompono le pignatte: dai, dai, dai/ non perdere la testa/ perché se la perdi/ perdi il cammino). Ma qualche volta ti ho odiata da morire. Nella maggior parte dei casi ti ho amata, donna che non arrivi, che arrivasti e no, che a volte te ne vai mentre sembri arrivare e a volte arrivi mentre fuggi, Eugenia, in questa Città infinita dove ogni dieci minuti nessuno mi ama, e dove ci sono giorni in cui nessuno ama nessuno. Ma credo che una volta o l’altra avremo un acquario, costruito con i materiali che certe persone ricche avranno gettato per strada. I pesciolini saranno la voce di tutti i bambini della interminabile Città, incluso quelle dei bambini che non hanno mai avuto altra voce che il terrore. Allora ti chiamerò, Eugenia, quattro volte quando il sole si sta alzando. Quattro volte ti dirò: corri, non ti fermare, sei il faro che orienta gli angeli dalle ali rotte. E la nostra arancia, la nostra patria, avrà la pelle splendentemente dorata e la vedranno da tutti gli astri confinanti. Allora avremo una patria. Un’arancia enorme e splendentemente dorata. E nessuno dovrà scrivere un poema che dica “Siamo stati così poveri”. Le piante, gli animali e gli uomini non avranno bisogno di altro che di una donna come te, certezza nel sogno, nella realtà ingannevole, di te che viaggi disperatamente con le tue acque per salvarli.





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Félix Luis Viera, poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado siete poemarios; tres libros de cuento; cuatro novelas y una noveleta.
Entre los premios que recibiera en su país natal, se cuentan el David de Poesía, en 1976; el Premio Nacional de Novela, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, galardón que ya le había sido otorgado a este autor, en 1983, por su libro de cuento En el nombre del hijo.
Su poemario La patria es una naranja, que aborda el tema del exilio a la par que incursiona en la realidad mexicana, ha tenido una buena acogida de crítica y público y recibió en Italia el Premio Latina in Versi en 2013.
Es ciudadano mexicano por naturalización.

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Gordiano Lupi, periodista, escritor y traductor, nació en Piombino, Italia, en 1960.
Fundador, en 1999, junto con Maurizio y Andrea Maggioni Panerini de la editorial La Gaceta Literaria, ha traducido del español a varios autores cubanos, como Alejandro Torreguitart Ruiz, Guillermo Cabrera Infante, Félix Luis Viera y Virgilio Piñera, entre otros. Cuenta en su haber con un amplio trabajo sobre figuras del cine, entre ellas Federico Fellini, Joe D´Amato y Enzo G. Castellari. Ha publicado más de una decena de libros que abarcan diversos géneros, como Nero tropicale, Cuba magica, Orrore, ertorismo e ponorgrafia secondo Joe d´Aamto y Fidel Castro – biografia non autorizzata.  Gordiano Lupi es un luchador por la democracia para Cuba y un promotor de las artes y la cultura de la Isla.

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