Notal del blog: Cada jueves publico en el blog,
gracias a la cortesía de Marcos Antonio Tamames-Henderson, una selección de su libro Calles y callejones de Camagüey. Entre la leyenda y la historia.
Santa Ana es uno de los ejes que definieron la morfología urbana de Camagüey y se erigió en expresión del universo sociocultural de sus habitantes a lo largo de la historia. Nace en la plazuela de Avellaneda y atraviesa en su recorrido la calle de la Reina, da inicio al callejón de las Apodacas (I), corta a la calle del Comercio, de la Candelaria, de Mayor y San Ramón. Da origen, además, al callejón de Masvidal (D) y cierre al del Príncipe (I). Traspasa de la Carnicería o Contaduría y limita al callejón de Santa Gertrudis o del Perro (I); intercepta San Miguel, finaliza a la del Carmen (I), da apertura al callejón de las Niñas (D), supera San Ildefonso, inicia el callejón de Aruca o del Rosario (D); intercepta al de Sedano (I) y culmina el de los Martínez (I); fragmenta la calle de las Damas y luego intercepta el callejón de Herrera o Pasaje B Estrecho (I); da culminación al callejón de la Condesa o Pasaje de General Gómez no. 558 (D), termina a San Ramón (I) y da lugar a la avenida Amalia Simoni (D); abre calle Primera (I), cierra Segunda (I) y origina a Pasaje A (D) para una vez que pasa el puente de San Lázaro dar inicio a Palomino (D) y culminar en Calle no. 7 del reparto Simoni y la Carretera Central Oeste.
La primacía de que la advocación a santa Ana esté entre los primeras en encontrar expresión en la toponimia urbana podría estar determinada, en primer orden, por el hecho de que sea esta santa la titular de la Catedral de Canarias y patrona de la ciudad de Las Palmas de Gran Canarias en España, importante núcleo en la conformación cultural del Puerto del Príncipe. En segundo, por la relación que guarda la santa con Jesús dentro del pensamiento católico. En el texto El arte y la pintura, publicado en 1649, Francisco Pacheco, en su descripción de las pautas para pintar el tema de san Joaquín y santa Ana ante la puerta Dorada, subraya: “Habremos de dar principio a la pintura de los misterios de Nuestro Salvador Jesucristo por la vida de su Madre santísima”.
Existe en la historia de santa Ana y san Joaquín un pasaje estrechamente vinculado al pensamiento de los principeños de las primeras centurias. Cuenta la leyenda que Joaquín y Ana formaron una pareja acomodada, pero estéril y por no poseer descendencia Joaquín fue rechazado en el templo, motivo por el cual se dirigió a la montaña y bajo un ayuno de 40 días y 40 noches rogó a Dios le diera un hijo. La respuesta al exvoto fue anunciado por un ángel y en gratitud Ana dedicó el fruto, la pequeña María, al servicio de Dios. En la contemporaneidad pudiera parecer dicho fragmento inverosímil, sin embargo, no fueron pocas las familias en el Camagüey de los siglos XVII y XVIII que hicieron gala de este proceder: la promesa del matrimonio integrado por don Carlos Bringas y de la Torre y doña Juana de Varona y Barrera; la manifiesta consolidación de un personal eclesiástico de origen local y el fomento del Monasterio de las Ursulinas en la primera mitad del XIX.
A ello habría que añadir que a Ana se le ha considerado patrona de las mujeres trabajadoras y los mineros, pues se considera a Jesús el oro y a María la plata; y en relación con ello debemos recordar que existe en la historia de esta ciudad una etapa que aunque corta (1516-1527) no deja de ser importante para la formación de su imaginario; aquella en que “en un llano que llaman sabana”, sus hijos se dedicaron a la explotación de las minas. No en vano a la plata aluden importantes elementos del escudo de la ciudad: uno de los dos cuarteles, en representación de limpieza, riqueza e integridad, y las palomas que en símbolo de amor, pureza, sencillez y fidelidad portan en sus picos dos hachones encendidos.
En vínculo con el topónimo que nos ocupa su origen está en los lazos que establecen la ermita que la india Carmona construyera en 1587 en el entorno de la plaza San Francisco y la erigida por el vicario Lope Recio de Zayas en 1697, en el lugar que ocupa actualmente la iglesia Santa Ana. De que fue este último edificio el que dio nombre a la calle lo muestra una nota redactada por el notario Juan Antonio Alcántara González como parte del testamento de don Antonio Puebla y Barrero, fechado el 6 de abril de 1734: “Declaro por mis bienes la casa de mi morada de madera y teja que está en la calle que va para Santa Ana”. Santa Ana estuvo entre las iniciales advocaciones de los principeños, a ella consagraron un templo y este dio nombre al eje que en perspectiva encuentra pintoresco cierre en su fachada de torre central. De fiesta habrían de estar sus vecinos en su nombre cada 26 de julio.
Su nombre popular, del Calvario, se asocia a la procesión del Vía Crucis establecida por los franciscanos en el siglo XVII, un recorrido que según Lasqueti se extendía por los 1575 m existentes entre el convento San Francisco y la iglesia Santa Ana; de ahí el nombre popular de la ceremonia en que se recordaban las escenas de la pasión y muerte de Jesucristo en la cruz, auténticas muestras del espíritu medieval latente en la barroca villa de Puerto Príncipe hasta entrado el siglo XIX.
Un momento clave de su imagen aparece en la segunda mitad del siglo XIX, cuando los comerciantes de la ciudad proyectan un paseo en el tramo comprendido entre la iglesia Santa Ana y la plaza de La Habana. La pavimentación y la siembra de árboles a ambos lados marcaron la diferencia con el tramo original y en lo toponímico, en honor al gobernador general de la isla, se le nombró Calzada O’Donell.
El cambio de su nombre por General Gómez resultó una propuesta de varios vecinos y propietarios de casas situadas en esta calle en diciembre de 1898 y cumpliendo con lo establecido para estos casos se aceptó “en principio, a fin de que cualquiera que se crea perjudicado pueda alegar lo que en derecho juzgue le corresponde, se haga pública la petición de referencia, señalando el término de ocho días a la publicación”. Definitivamente la calle Santa Ana o del Calvario pasó a llamarse General Gómez en enero de 1899, figura con la que el Ayuntamiento de la ciudad sostenía franca y abierta correspondencia tanto en relación con cuestiones políticas como en lo personal. Recuérdese que con su presencia en las tropas camagüeyanas a partir del 3 de julio de 1873, fecha en que Máximo Gómez Báez (República Dominicana, 1836- La Habana, 1905) asumió el vacío dejado por el mayor general Ignacio Agramonte en la jefatura del Tercer Cuerpo de Camagüey, se establecieron profundas relaciones entre el militar y los camagüeyanos. Los combates de La Luz, Atadero, La Sacra, Palo Seco y Camujiro; los ataques a Nuevitas y Santa Cruz del Sur, a San Miguel de Nuevitas y Cascorro debieron contribuir a ello.
Con el nuevo nombre, en Santa Ana rindieron homenaje los lugareños a quien desarrolló la táctica y la estrategia al más alto grado, al maestro de los principales jefes militares cubanos, y probablemente el movimiento comercial y administrativo que ha caracterizado este eje incidió en la aprehensión del nuevo topónimo. Pocos son los que recuerdan el nombre de Santa Ana.
En su totalidad está comprendida dentro del CH, pero solo las cuadras limitadas por San Juan y San Ramón, participan del área PCH.
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Marcos Antonio Tamames-Henderson (Jamaica, Guantánamo, 1961). Lic. Historia del Arte (1997), MSc. en Historia del Arte y en Conservación y Rehabilitación de Centros Históricos (2007). Miembro de la Uneac, Unaic, Unhic. La Editorial Ácana ha publicado sus libros De la Plaza de Armas al Parque Agramonte. Iconografía, símbolos y significados (2001, 2da ed. 2003); Tras las huellas del patrimonio (2004); La ciudad como texto cultural. Camagüey 1514-1837 (2005); Una ciudad en el laberinto de la ilustración (2009) y La cofradía de los signos urbanos (2012). Premio Especial Roberto Balmaceda (Uneac, 2002), Juan Marinello (2006), Juan Torres Lasqueti (2005, 2010, 2011 y 2012), Ensayo Histórico Enfoque (2007), Crítica Histórica José Luciano Franco (2005), Publicaciones, teoría y crítica en el V Salón de Arquitectura (2005) y Jorge Enrique Mendoza (2004), entre otros.
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