El susodicho plano de aquella ciudad de finales de los años cuarenta del pasado siglo XX, era un obsequio de la firma de Amparo Rodríguez e Hijos, una ya próspera empresa dedicada al rubro de la fabricación de mosaicos, con dirección social en la calle Jesús María 120, y recogida en el Directorio Social, correspondiente a la edición de 1949.
El mapa de marras marca para el curioso lector que recorra las coordenadas de la ciudad de hace siete décadas, espacios en los que la ciudad actual ha superpuesto la nueva fisonomía de la ciudad de aquí y ahora.
Baste un recorrido a lo largo de la Carretera Central, de oeste a este, para corroborarlo. Desde el límite occidental que recoge el plano: el entonces Cuartel Ignacio Agramonte, hoy Ciudad Escolar, encontramos El Deleite, un pequeño reparto colindante con la entonces llamada Carretera de Palomino, que hoy sólo le queda el apelativo de calle, ero que para entonces todavía rememoraba la única salida que tuvo la villa del Príncipe con dirección a la capital.
Un poco más adelante, el mapa recogía un gran espacio de terreno donde sólo se acomodaban el entonces Orfanato Zayas Bazán y el Asilo Padre Valencia. Para entonces no se construía aún el edificio de la Liga contra el cáncer, conocida hoy como Hospital Oncológico, y el espacio se extendía hasta la actual Avenida de los Ancianos, y el entonces Callejón del Pollo, que hoy conocemos por Madame Curie.
Siguiendo por esa mano y colindante con el puente sobre el río Tínima se extendía una antigua finca de la ciudad conocida por San Francisco. Hoy día todo su espacio comprende las edificaciones del Politécnico de la Salud, y otras edificaciones del Reparto Previsora.
Pasado el río se hallaba La Caridad, otra espaciosa finca urbana, de la que sería segregado luego un terreno dedicado al Hospital General, y luego de pasada la calle Martí, y el entonces Reparto Sánchez Soto, se encontraba otra espaciosa finca La Ceiba, que se extendía hacia el sur, hasta la carretera de Vertientes, o igualmente conocido desde los tiempos coloniales como Camino de Carrasco.
A mano izquierda se localizaba el reparto Prieto, cruzado por la calle longitudinal, y justo cruzando la de 20 de mayo, del lado derecho, un espacio listo para urbanizar lo que sería luego el reparto Los Pérez. Su límite entonces era el callejón del Paso de Piedras, que cruzaba sobre el Tínima en su porción sur.
La Caoba, Las Ninfas eran dos fincas que continuaban al sur, por su parte la conocida como Santa Susana se mantenía paralela a la carretera y tenía por límite el conocido Camino del Jardín, en alusión al reparto de igual nombre que llega hasta nosotros, en la margen derecha del río Hatibonico. Parte de ese gran espacio lo ocupa hoy día el popular mercado, que popularmente conocemos con un apelativo muy sugerente: El Hueco.
Luego de cruzar el Hatibonico, la Carretera Central bordeaba el umbroso Casino Campestre, teniendo al otro lado la barriada de la Caridad. Y sobrepasada esta a la altura de la calle Sociedad Patriótica, colindaba por el lado derecho con un espacio todavía no construido, donde se destacaban un par de propiedades o quintas: Villa Feliz y Milla, los terrenos que continuaban estaban marcados como propiedad de Federico Castellanos, hasta limitar con el Arroyo de Juan de Toro, colindante hacia el norte con la ya prospera barriada de Garrido.
El último punto visible en el plano en ese recorrido de la carretera hacia el este eran el reparto El Diamante, y un poco más adelante el reparto Versailles, y algún atisbo del de Jayamá.
Hacia otros puntos geográficos descubrimos atisbos de la otrora ciudad principeña: hacia el Norte, el conocido Callejón de Pineda, enlazando por ese lado la Plaza de Méndez con lo que conocemos hoy como Reparto Puerto Príncipe, entonces, en sus comienzos de urbanización, y conocido como San José de Pineda, en alusión a la finca propiedad de aquel rico propietario del Príncipe.
Otra vía de enlace, con rumbo al Este, lo era como hoy el entonces Callejón de Quiñones, que bordeaba el reparto de Saratoga, limitando espacios no urbanizados entonces como las fincas San Andrés y la Granja San José.
Otras vías de comunicación a destacar en el plano son el Camino Viejo de Nuevitas, y el Camino Ganadero que se cruzaba con aquel en dirección al Sur.
El trazado de aquella ciudad de entonces nos sigue recordando que nuestra ancestral comarca ya tenía, una conformación que sustanciaba sus alcances como espacio singular. Siete décadas después, Camagüey se ha expandido hacia todos los puntos cardinales, desde el claro referente de aquel plan urbano primitivo que nos localizó entre los fundacionales ríos del Tínima y el Hatibonico.
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