Leí hace muchos años El largo camino hacia la libertad (Autobiografía de Nelson Mandela). Texto que llegó a mis manos, gracias a una de las donaciones a la Biblioteca Diocesana de Camagüey. Libro que más que leer, disfruté cada rato que compartí con sus páginas.
La lectura de la vida de Mandela, me aportó conocimientos de historia, cultura, ..., de Africa, pero lo que más recibí fueron lecciones de amor.
Me llamó la atención, su mirada positiva a la educación que recibió en una escuela cristiana. Plantea que se objeta la presencia de estos colegios en Africa, porque se les acusa de colonialistas. Según Mandela, el bien que hacen los misioneros desde las escuelas es inmenso, frente a lo pequeño que pudieran representar sus aspectos menos loables.
Admiré en este líder, el que abandonara durante los años en prisión la via violenta, de oponerse al Apartheid. Se enfocó en eliminarlo por medio del encuentro y el diálogo. Encuentro y diálogo, no para ser cómplice del régimen opresor, sino para dar fin a ese estado de cosas, de forma radical y definitiva.
Admiré en este lider, que sin doblegarse ante el otro, sin falsos afectos, predicó e implantó una democracia incluyente. No predicó el revanchismo, ni la "superioridad de la víctima", al contrario, no se victimizó.
Admiré en este lider, la forma caballerosa que se refiere a la compañera de casi toda su vida Winnie Mandela. Describe de manera real, pero respetuosa la separaciôn de ella.
Críticas a Mandela, muchas y eso es parte de su grandeza. Con todos sus límites, entregó su vida a multiplicar el amor y no el odio. Predicando que aquello que es bueno para unos, lo es para todos por igual.
No se desvinculó de la dictadura de los Castro. El sentía agradecimiento, porque creyó que el régimen de La Habana lo apoyó con sinceridad. Esto es discutible por supuesto.
A seis años de su fallecimiento y a varios de la lectura de su Autobiografía, le recuerdo como una de las personas que han influido, en la manera de asomarme a la vida.
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