Wednesday, February 12, 2020

Arzobispo de Camagüey anuncia "presunto nuevo milagro" del Beato José Olallo Valdés

Fotos/Neidys Hernández
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Homilía de Mons. Wilfredo Pino, arzobispo de Camagüey, en la misa por el bicentenario del nacimiento del Beato José Olallo Valdés. Catedral de Camagüey. Febrero 12, 2020.


Foto/Fidelito Cabrera
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Queridos todos: Algo que está llamando la atención en nuestras calles desde hace pocos años, es el aumento de personas, hombres y mujeres, e incluso niños, vestidos de blanco, con sombrillas y zapatos blancos incluidos, que se están “haciendo santos”. No es ésta la santidad a la que nos llama Jesucristo. No es ésta la santidad del ya beato Padre Olallo y que nosotros estamos también invitados a alcanzar.

Porque todos estamos llamados a ser santos: el Papa, los obispos, los sacerdotes, las monjas, los diáconos, los religiosos y los laicos. Si revisamos la lista de santos de la Iglesia veremos que en ella hay santos y santas, hombres y mujeres.

Que hay santos que fueron Papas (como San Juan XXIII y San Pío X),sacerdotes (como San Juan Bosco) y monjas (como Santa Clara de Asís).

Que hay santos que fueron obispos (como San Antonio María Claret).

Que hay santos que murieron muy jóvenes como Santo Domingo Savio, Santa Inés, Santa Laura Vicuña y Santa María Goretti; y santos ancianos como la Madre Teresa de Calcuta.

Que hay santos que fueron casados (como el apóstol Pedro), y santos que fueron solteros (como el apóstol Juan), y santos que fueron viudos (como Santa Rita de Casia), y matrimonios en los que los dos, él y ella, han sido declarados santos (como los padres de Santa Teresita del Niño Jesús.

Que hay santos que murieron mártires (como San Ignacio de Antioquía y Mons. Oscar Arnulfo Romero) y otros que murieron de muerte natural (como el Papa San Juan Pablo II).

Que hay santos que fueron políticos (como Santo Tomás Moro), santos que fueron médicos (como San Lucas), santas que fueron amas de casa (como Santa Mónica), santos negros (como el ugandés San Carlos Lwanga), santos mulatos (como San Martín de Porres), santos enfermeros (como el Padre Olallo), santos Ministros de la Comunión (como San Tarcisio), santos que antes habían sido grandes pecadores (como San Agustín), santos que antes habían perseguido con saña a la Iglesia (como San Pablo), santos desde pequeños y por toda la vida y santos que alcanzaron la santidad en el último momento de sus vidas (como el buen ladrón crucificado al lado de Jesús).

Y hay también muchos, muchísimos santos cuyos nombres no conocemos.

“Sean santos como Dios es Santo”, nos pide la Biblia en el libro del Levítico (11, 44). “Sean perfectos como su Padre del cielo es perfecto”, nos pide Jesucristo en el evangelio (Mt. 5, 48). Que nadie se conforme con lo que ya hace, no sea que tenga su talento enterrado, y Dios esté esperando más.

Y esta llamada a la santidad no es un privilegio al que sólo pueden aspirar algunos cristianos. A veces pensamos que para ser santos “hay que haber nacido santos”. Los santos fueron personas de carne y hueso como nosotros. Tuvieron fecha de nacimiento y fecha de muerte.

Y la santidad es un deseo de todos los que nos rodean. Un mal olor es percibido enseguida. Pero también el perfume. El mal es contagioso, pero el bien también. Las malas palabras se pegan, pero las palabras de bien también. Los malos ejemplos arrastran pero los buenos ejemplos cautivan.

Y uno de esos buenos ejemplos nos convoca esta tarde en nuestra Iglesia Catedral.

Aquí están junto a nosotros los venerados restos del P. Olallo. Muchos de los jóvenes cubanos de las nuevas generaciones apenas conocen la vida y obra impresionante de este hombre extraordinario que pertenece al patrimonio histórico de la Iglesia, de la patria y de nuestro Camagüey.

Conviene, pues, que recordemos algunos datos de la vida del P. Olallo que nos ayudarán a todos a mantener viva su memoria.

• El P. Olallo nació en La Habana un día como hoy, 12 de febrero, pero del año 1820. Y durante casi 54 años ininterrumpidos, a partir de 1835, con solo 15 años de edad, comenzó a servir a los pobres en Camagüey. Una calle que antes se llamaba “De los pobres” hoy día lleva el nombre de “Padre Olallo”.

• El P. Olallo no conoció quiénes fueron su madre y su padre. Nunca supo si tuvo hermanos, sobrinos, parientes, familiares. No supo quiénes eran sus abuelos. ¡Qué duro debió ser para el Padre Olallo tener que escribir, en tantos documentos oficiales, que él era “hijo de padres desconocidos”!

• Con solo un mes y tres días de nacido, su mamá lo depositó en el conocido torno de la Casa Cuna de La Habana, donde depositaban a los niños abandonados, fundada por el obispo Gerónimo Valdés y dirigida por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, sin otra señal que un cinta atada a su bracito que decía: “Nació el 12 de febrero último y no está bautizado”. Recibe el bautismo ese mismo día, 15 de marzo. Y, como a todos los niños de la Casa Cuna, se le dará el apellido Valdés, tal como lo había dispuesto el obispo: que los niños llevaran su apellido para que ninguno se sintiera huérfano.

• En la Casa Cuna, el niño, adolescente y joven Olallo se crio en un ambiente de cariño y amor, al amparo de monjitas que por amor se consagraron a infinidad de niños abandonados para cuidarlos y criarlos como si fueran sus hijos, tanto que los niños de la Casa Cuna les llamaban “mamá” a cada una de las monjas.

• Olallo aprendió, desde muy pronto, a ser querido, y eso le preparó su corazón para querer a los demás, para practicar con los demás la misericordia, que consiste en ponerle corazón a la miseria. Allí seguramente nació su vocación de consagrarse a los dolientes y sufrientes en la Orden Hospitalaria de los Hermanos de San Juan de Dios. No era sacerdote, pero su bondad era tan inmensa, que todos le llamaban “Padre”. En 1876, el Arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. José María Martín, le propuso ordenarlo sacerdote, algo que no aceptó para poder seguir atendiendo a los enfermos.

• La vida y obra del P. Olallo fue impresionante. Tratemos de simplificarla: Fue el Enfermero Mayor del Hospital San Juan de Dios, pero también médico y cirujano para cirugías menores, las que aprendió a hacer mirando a los profesionales. Que tuvo que hacerle frente a las epidemias del cólera en 1835, 1854, 1869 y 1888, con días de morir hasta 34 personas. La historia nos dice que visitaba uno por uno a los enfermos al amanecer y al atardecer, y era para ellos padre, hermano, amigo y apóstol. Que con mucha frecuencia los bañaba él mismo, los pelaba, barría los pasillos, incluso iba al cercano río Hatibonico para lavar las ropas, sábanas y vendajes de los enfermos. Y que, en el tiempo que podía, leía libros de medicina para ponerse al día. Y que todo eso lo hacía en el silencio propio de los humildes que no cacarean lo que hacen.

• El Padre Olallo no dejó escrito nada de su vida y de su obra. Él no se exaltó a sí mismo, se humilló, y como enseña la Biblia, por haberse humillado hoy es exaltado.

• Fue un hombre bueno, lleno de mansedumbre, apacible y, a la vez, firme y coherente con sus principios. Valgan cuatro ejemplos:

Primero: En una ocasión, durante la Guerra de los 10 años, no permitió que las campanas de la iglesia de San Juan de Dios tocaran “a degüello”, salvando así de una matanza a la población civil.

Segundo: Un día recibió una orden militar prohibiendo curar a los cubanos insurrectos enfermos o heridos y se negó a aceptarla alegando enérgicamente que primero estaba salvar vidas y que él lo seguiría haciendo.

Tercero: En 1868 recibió otra orden militar y judicial que convertía el Hospital San Juan de Dios en Hospital Militar y que, por tanto, tenía que desalojar a los enfermos cubanos, pero también se negó a ese desalojo.

Cuarto: Y cuando en Jimaguayú cayó muerto el Mayor General Ignacio Agramonte bajo las balas de las tropas españolas, y el ejército español trajo el cadáver ensangrentado y enfangado, amarrado al lomo de un caballo y lo dejaron caer en medio de la Plaza de San Juan de Dios, frente al Hospital del mismo nombre, el que se acercó con valentía, llevó una camilla, lo lavó y aseó, y lo colocó dignamente dentro del Hospital, desafiando todas las represalias que pudiera tomar el ejército español, fue el P. Olallo.

• Finalmente, cuando el P. Olallo vio cercana su muerte, en su testamento dejó el encargo de que su cadáver lo llevaran al depósito de todos los que morían en el Hospital y que, desde allí, lo trasladaran al Cementerio. Murió, el 7 de marzo de 1889, en su pequeña habitación (celda, le llamaban) donde tenía un catre, una mesita, un tintero y unas plumas de ave para escribir. Eran las vísperas del día de su fundador, San Juan de Dios.

• La historia cuenta que, por una parte, el pueblo del Camagüey se negaba a que fuera llevado al depósito del Hospital, y por otra parte, el albacea o ejecutor de su testamento, quería que se cumpliera la última voluntad del Padre Olallo. La voz popular ganó aquel pleito con una solución salomónica:

-El jueves lo velaron en el depósito de cadáveres del Hospital;

-El viernes, cuatro pobres llevaron en sus hombros el cadáver a la iglesia de San Juan de Dios;

-El sábado, lo trajeron a esta iglesia Catedral;

-Y el domingo lo trasladaron al Cementerio en medio de una gran cantidad de pueblo, mientras todas las campanas doblaban a duelo. Su entierro fue, sin embargo, un entierro de triunfo.

• Lo que el pueblo sintió, lo expresó con la multitud que acompañó al cadáver y con los varios epitafios que el pueblo puso en la plaza de San Juan de Dios y en su tumba:

“Pasó haciendo el bien. Desde este recinto perdigó los tesoros de su caridad inagotable el benemérito ciudadano a quien, interpretando los sentimientos del pueblo agradecido, consagra esta lápida, pobre homenaje a la grandeza de su abnegación”

• El relieve de mármol en su tumba con varios epitafios reza:

“Dejar de pertenecerse para entregarse todo entero al que gime en el lecho del dolor y de la miseria es ir detrás de la inmortalidad sin presentirlo ni apetecerlo”

“Los pobres que han muerto consolados por ti te esperan; los que dejaste sin consuelo ruegan por ti”

“Este monumento llegaría al cielo si lo formaran los corazones a quienes asistió el P. Olallo durante 53 años en el Hospital San Juan de Dios de Puerto Príncipe”

• Al Padre Olallo, la Iglesia, después de un estudio riguroso, le ha reconocido su intercesión por el milagro ocurrido en la curación, científicamente inexplicable, de la niña de tres años Daniela Cabrera Ramos, enferma de cáncer. Y por ello fue declarado Beato, por lo que es el primer Beato cubano que nació, vivió y murió en nuestra Patria. Otro presunto milagro, que deberá ser estudiado por la Iglesia, sería el de Antoine, joven francés, y cuyos padres han venido desde Francia para acompañarnos, agradecidos, en esta Misa.

• Hoy, en esta iglesia Catedral de Camagüey, a doscientos años de su nacimiento, todos le pedimos al Beato Padre Olallo que siga intercediendo por los enfermos y ancianos, por el Hogar que lleva su nombre, por los Religiosos Hermanos de San Juan de Dios, por esta ciudad de Camagüey y por cada uno de nosotros. Y que ojalá nosotros sigamos su ejemplo.

Fotos/Enrique Cabrera
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Ver en el blog
(Camagüey. Febrero 12, 2020) Homenaje al Beato José Olallo Valdés, en el bicentenario de su nacimiento

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