Thursday, December 24, 2020

Esteban Salas, el Bach cubano (por Teresa Fernández Soneira)


Esteban Salas, el Bach Cubano(1)

por Teresa Fernández Soneira


“… fue el más sabio y el más ilustre de los músicos cubanos, el Presbítero Don Esteban Salas, el “Bach cubano” como se le ha llamado siempre; bajo su dirección aprendieron los pocos músicos que entonces cultivaban el arte en ese país”(2). Rafael Salcedo




Poco se ha escrito de él y mucho menos reconocido al primer gran compositor clásico que tuvo Cuba, el músico habanero Esteban Salas y Montes de Oca. Pero debido a la importancia del papel que desempeñó en la historia de la música cubana del siglo XVIII, nada más justo que colocar a Salas en el lugar que le corresponde.

El historiador José Luciano Franco encontró la partida de bautismo de Salas en la iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje. En ella consta lo siguiente:
Libro III de bautizos de blancos, del Archivo Parroquial del Santo Cristo del Buen Viaje, correspondiente al año 1726, figura inscrito con el número 77, el de Esteban Salas, que nació el 25 de diciembre de 1725 en la ciudad de La Habana. Hijo legítimo de Don Tomás de Salas y Castro y Doña Petrona de Montes de Oca, ambos naturales de Islas Canarias. Folio 13 (vuelto)(3).
Monseñor Ramón Suárez Polcari en su Historia de la Iglesia Católica de Cuba(4), relata: “Sus contemporáneos lo describen con tez morena, nariz aguileña, frente despejada, labios gruesos y carnosos, y sensibilidad tropical exuberante en su obra. Hombre de Iglesia, siempre vestido con el traje talar, muy escueto y pobre, con la tela envejecida hasta la trama”.

De joven, Esteban Salas se educó en La Habana. Primero estudió gramática, y luego ingresó como tiple de coro en la Parroquial Mayor. Algunos años más tarde se matricula en la Universidad de La Habana y estudia Filosofía y Teología, y aprende los oficios de organista y compositor, pero no termina sus estudios de Derecho Canónico por motivos de salud. Desde muy joven vive como un sacerdote aunque se considera indigno de ordenarse. Ha hecho votos de pobreza y castidad, y siempre viste de negro.


La Parroquial Mayor de La Habana (la ciudad aún no tenía catedral) poseía un alto nivel de riqueza material y actividad intelectual por el intercambio comercial, ya que las flotas que regresaban a España y que viajaban en la ruta de Veracruz-Habana-Sevilla, y luego Cádiz, hacían escala en La Habana. Por esa vía se cree vinieron a la Isla los maestros españoles que servirían en la Parroquial Mayor, y que pudieron preparar a un músico de la talla de Esteban Salas. Santiago de Cuba, aunque era capital de la Isla, no tenía la vida cultural que tenía La Habana, pues se encontraba en el extremo oriental de la isla, con pocos recursos económicos por la lejanía de las rutas comerciales. En La Habana, los instrumentos eran usados para los oficios religiosos, pero en Santiago se carecía hasta de libros de música, y Cuba los organistas y músicos permanecían en sus cargos por poco tiempo pues tenían su vista siempre puesta en La Habana.

En 1722, el Obispo Francisco Jerónimo Valdés funda en Santiago de Cuba el Colegio Seminario de San Basilio el Magno y establece una cátedra de canto llano. Eso, sin embargo, no soluciona el dilema de la música en la Catedral de Santiago. En diciembre de 1755 el Cabildo se dirigió al Rey Fernando VI, pidiéndole licencia y ayuda para finalmente establecer una capilla de música en Santiago de Cuba. No sería hasta diez años después que Carlos III (sucesor de Fernando VI), respondiera a la solicitud.


Mientras tanto, en 1753 el dominicano Pedro Agustín Morell de Santa Cruz había sido nombrado Obispo de Cuba y establecido su residencia en La Habana. Allí conoce a Esteban Salas y piensa que él es la persona indicada para constituir la capilla de música de Santiago de Cuba. Al recibirse el 26 de abril de 1765 la Real Cédula, Morell de Santa Cruz pide entonces a Salas que se traslade a Santiago.

Salas en Santiago de Cuba




Cuando Salas llega a Santiago es ya un hombre maduro. Su extremada modestia comienza a dar de qué hablar. Los canónigos, algo desconfiados, lo someten a prueba y le exigen la composición inmediata de un himno a la Virgen. Salas sale victorioso de aquel examen escribiendo el motete Ave Maris Stella. Algo tranquilizado, el Cabildo le hace otra encomienda: la composición de un salmo que Salas también escribe para beneplácito de los más exigentes. Finalmente le es concedida la plaza de Maestro. Muy pronto el Cabildo también le confía a Salas la enseñanza de algunas clases en el Seminario San Basilio el Magno, enseñando allí las cátedras de Filosofía, Teología y Moral. Salas lo acepta a condición de no recibir estipendio alguno. Escribe también varios textos de filosofía que son publicados.

Una vez asentado en Santiago en su nuevo cargo, Salas comienza a laborar intensamente y pide al Cabildo un estipendio de 1,400 pesos anuales para el mantenimiento de la capilla, y una asignación de 370 pesos para él. Expone la gran pobreza de los músicos que habrían de actuar bajo su dirección y la necesidad de que puedan llevar una vida digna. Después procede a la creación de plazas: tres tiples, dos altos, dos tenores; dos violines, un violón, dos bajones y un arpa, además del órgano: un total de catorce ejecutantes. No es mucho, pero es un buen comienzo para una iglesia que sólo había conocido, hasta entonces, organistas temporales y capilla de dos voces. Hace trabajar mucho a sus músicos y cantores, y les impone nuevas disciplinas. Forma a varios discípulos, entre ellos Manuel Miyares y Francisco José Hierrezuelo. Está siempre componiendo y escribe con letra clara y segura, lo que más tarde haría más fácil el descifrar sus manuscritos.

El entusiasmo que puso Salas por hacer de la capilla de música de la Catedral algo digno de ésta, se aprecia por los resultados. La capilla se fue enriqueciendo con flautas, oboes, trompas y violas, llegando a establecer una pequeña orquesta clásica que podía ejecutar sinfonías, convirtiendo a la Catedral en sala de conciertos. El historiador Pablo Hernández Balaguer(5) dice: “Salas fue el verdadero punto de partida de la práctica de la música seria en Cuba. Con él comienza a apreciarse en Cuba y a diferenciarse la música popular de la música culta en el templo y en el pueblo”.

Cuando en 1783 parecía haber llegado al punto más alto de su carrera, el Supremo Consejo de Indias le exige la devolución de las sumas suplementarias que le habían estado entregando para mayor lucimiento de la capilla de música. Sorprendido y desconcertado, sin saber cómo reunir aquella tremenda cantidad de dinero, dirigió una larga carta al Rey explicando lo ocurrido. Pero la respuesta se hizo esperar siete años, y en ese tiempo la angustia y la incertidumbre quebrantaron su salud hasta el extremo de que estuvo a punto de morir. Por entonces los canónigos lo instan a que tome las órdenes sacerdotales, pero por estimarse a sí mismo indigno de llevar el hábito o de decir misa, sigue en su propio mundo, llevando traje de abate.

En 1789, el Obispo Antonio Feliú y Centeno llega a Santiago. Mientras el Cabildo lo agasajaba, observa que Salas permanece en segundo plano, en medio de los monaguillos. El prelado va hacia él, le toma en brazos y le pide que solicite su ordenación. Esta vez el músico accede y recibe la primera tonsura en noviembre del mismo año, y en marzo de 1790 ya es sacerdote. El Viernes Santo de 1790 recibe la tonsura y oficia su primera misa, componiendo para aquella ocasión tan solemne un Stabat Mater monumental. “[Salas] llegó a vivir como un mendigo”, nos dice Monseñor Polcari(6) en la obra ya citada. “Su sotana se iba haciendo trizas y sólo se alimentaba con chocolate, pero seguía atendiendo a sus deberes ministeriales… aunque todo el dinero debía entregarlo para sufragar las deudas”, termina diciendo Polcari.

El 12 de noviembre de 1801, una Real Cédula pone fin a la deuda y a su preocupación, pero ya para Salas era muy tarde. Enfermo y deprimido, deja de existir, en la mayor pobreza, el 15 de junio de 1803, después de haber desempeñado su cargo por 39 años. Su cuerpo fue sepultado en la Santa Iglesia del Carmen(7), y el señor obispo dispuso que sus exequias se hicieran con la mayor pompa y solemnidad, y toda la ciudad de Santiago de Cuba se asoció al duelo. El día de sus funerales se leyeron estos versos:
No es muerto Esteban no, que vida ha sido/ de perdurable paz su monumento; por él con subterráneo apartamento/a la mansión de Dios se nos ha ido. Ya desnudo del hombre mal nacido/dejó la patria y valle turbulento, viajando en derechura al firmamento/por la lóbrega senda del olvido. Puerta dichosa fue, no sepultura/la que le abrió el destino en su partida.


Salas deja al morir un precioso legado al Archivo Catedralicio compuesto por más de un centenar de obras. En los años subsiguientes a su muerte se siguieron oyendo en la Catedral de Santiago sus villancicos y algunas otras obras como la Misa de Réquiem. Esta obra fue perpetuada por Juan París(8), el maestro de capilla que le sucedió, quien realizó numerosas copias de las composiciones de aquél de modo que pudo continuarse y renovarse su interpretación en los oficios de la Catedral. En 1855, el Semanario Cubano publicó el primer artículo dedicado a la memoria de Esteban de Salas, cuya obra fue calificada como ‘venerable”. En lo adelante, alguna que otra vez su nombre fue mencionado en estudios sobre la música cubana, pero una vez disuelta la capilla y con la entrada del nuevo siglo, su figura comenzó a ser poco a poco olvidada.

No sería hasta la década de 1940 en que el escritor, investigador y musicólogo Alejo Carpentier se da a la tarea de desenterrar la obra de Esteban Salas y Montes de Oca. Los documentos y las obras se encontraban en estado lamentable y en gran desorden en un armario de la Catedral, y su estudio fue tarea larga y paciente. Algunas partituras no sólo estaban semi destruidas, sino que fue preciso hacer un estudio minucioso de muchas otras obras para determinar lo que era realmente obra suya. “Las prolongadas búsquedas que nos llevaron a dar con un buen lote de partituras de Salas”, dice Alejo Carpentier, “arrojan plena luz sobre una figura que no sólo es adquisición para Cuba, sino para la historia musical de todo el continente”(9).

A raíz de este hallazgo, los investigadores se dedican a estudiar la figura de Salas, y en 1953, al cumplirse los 150 años de la muerte del compositor, José Luciano Franco escribe para la revista Carteles un artículo titulado “Salas, el compositor olvidado”. Tres años más tarde, Pablo Hernández Balaguer(10) comienza la ardua labor de catalogación de la obra. “De toda la música conservada de este compositor, 146 obras en total, sólo 80 y tantas pudieron ser devueltas a la vida; las demás solamente nos dan una pista de lo que fueron”, dice Hernández Balaguer. “No obstante, tal pista es en extremo valiosa para la investigación, pues nos brinda la oportunidad de estudiar mejor la naturaleza de su música, el conjunto vocal e instrumental de que se valía Salas, a más de otros aspectos de su obra”, termina diciendo Hernández Balaguer.

Salas compuso misas, lecciones, las Siete Palabras, un Himno a la Virgen, pasionarios, salmodias, Letanías del Corazón de Jesús, Letanías del Trisagio; 16 salves y motetes para la Octava de la Asunción; te deums, stabat maters, motetes, pastorelas y 30 villancicos, así como un himno titulado Saludad a la Aurora Divina, autos sacramentales y unas canciones compuestas junto con Pérez y Ramírez. Carpentier añade: “[…] la finura, el buen gusto, el frescor de ideas, nunca abandonan a Salas. Su lenguaje es además conciso y directo. No hay espacio perdido. Se vale del canon y de la fuga con frecuencia, pero no abusa gratuitamente del juego contrapuntístico”(11).

Conciertos, grabaciones y publicaciones

En 1959 el Coro de Madrigalistas, dirigido por el maestro Manuel Ochoa, grabó un disco de villancicos en el que aparecen varios villancicos de Salas. En 1960 se interpretó la música de Salas en la Catedral de Santiago, repitiéndose el mismo programa en La Habana. Después, el viernes 15 de abril de ese mismo año, Viernes Santo, en la iglesia del Espíritu Santo de La Habana, Monseñor Ángel Gaztelu(12), su párroco entonces, predicó el Sermón de las Siete Palabras a la par que se interpretaba, por primera vez la versión musicalizada de este texto atribuida a Esteban Salas. Este oficio de Semana Santa fue dirigido por Juan Viccini y estuvo a cargo de un coro, dos solistas y un conjunto de cuerdas(13).


En 1996 el coro Exaudi de Cuba, bajo la batuta de María Felicia Pérez, graba los tres primeros discos compactos con música de este compositor, y más tarde el conjunto Música Antigua Ars Longa, bajo la dirección de Teresa Paz y Aland López, continúa el “rescate” y difusión de la obra de Salas con los discos: Nativité en Santiago de Cuba, y Cantus in honore Beatae Mariae Virginiae. Estos coros han seguido ofreciendo conciertos y dando a conocer la música religiosa de Salas en Cuba y en el extranjero. También se han venido celebrando los Festivales de Música Antigua Esteban Salas en La Habana. Importante es la colección de libros Música Sacra de Cuba, siglo XVIII, escritos por la musicóloga cubana Miriam Escudero.

En Miami, el grupo coral Seraphic Fire, con residencia en esta ciudad, presentó en septiembre del 2008, y luego en enero del 2019, unos conciertos de música religiosa de Latinoamérica, y escogió de Cuba la música de Salas. Como dijo esa noche su director, Patrick Dupré Quigley, “oirán las composiciones de Esteban Salas como hubieran sonado en la Catedral de Santiago de Cuba en el siglo XVIII”. Para los que pudimos asistir, estos conciertos fueron memorables.

En palabras de Carpentier, Salas “fue un verdadero místico” y el primer gran compositor serio de música religiosa clásica que tuvo Cuba. De él parte en línea recta la tradición que luego continuarían Laureano Fuentes, Ignacio Cervantes, Cratilio Guerra, Antonio Raffelin, Manuel Saumell y otros. La vida de Salas estuvo llena de dificultades y siempre tuvo que luchar contra los que, celosos de su talento, se empeñaban en amargar su productiva vida. Pero nos ha quedado su música que le ha conquistado, aunque dos siglos después de su muerte, un lugar cimero en la historia de la música religiosa de Cuba.


Discografía:

Esteban Salas: Les Grandes Heures du Baroque Cubain, 1996

Esteban Salas: un barroco cubano del siglo XVIII, 1996

Nativité à Santiago de Cuba, 2001

Cantus in honore Beatae Mariae Virginis, 2002

Esteban Salas: un barroco cubano, 2003

Esteban Salas. Passio Domini Nostri Jesu Christi, 2004


Citas y Notas

1. Publicado en la Revista Herencia Cultural Cubana, Miami, marzo 2009, pp. 87-91.

2. Carlos M. Trelles: Bibliografía Cubana de los siglos XVI y XVIII, La Habana, Imprenta del Ejercito, 1927.

3. Pablo Hernández Balaguer: Los villancicos, cantatas y pastorelas de Esteban Salas, Editorial Letras Cubanas, La Habana 1987, cédulas y órdenes, legajo 2, núm. 198.

4. Mons. Ramón Suárez Polcari: Historia de la Iglesia Católica de Cuba, vol. I, Ediciones Universal, Miami, 2003.

5. Pablo Hernández Balaguer, Ibid.

6.  Suárez Polcari, Ibíd.

7. Según Alejo Carpentier en obra citada: Libro de Entierros No. 7, folio 25 vuelto, no. 50, Catedral de Santiago de Cuba.

8. Juan París (Barcelona, 1759 – Santiago de Cuba, 1845) sacerdote y compositor.

9. Alejo Carpentier: La Música en Cuba, Fondo de Cultura Económica, México, 1972.

10. Hernández Balaguer, Pablo, Ibid.

11. Carpentier, Ibídem.

12. Ángel Gaztelu, (Puente la Reina (Navarra, España), 1914-Miami, Florida octubre 2003). Emigró con su familia a Cuba y se naturalizó cubano. Sacerdote, escritor, poeta, y una de las figuras principales del grupo literario Orígenes que marcó el desarrollo de la poesía en Cuba en los años 40 del siglo XX.

13 Miriam Escudero: “Esteban Salas in aeternum”, Opus Habana, La Habana, 11 julio 2003.

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**Este artículo fue publicado en la revista Herencia Cultural Cubana, vol. 15, no. 1, marzo 2009.



Referencias:

  1. Pablo Hernández Balaguer, Los villancicos, cantatas y pastorelas de Esteban Salas, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1987, cédulas y órdenes, legajo 2, núm. 198.
  2. Mons. Ramón Suárez Polcari, Historia de la Iglesia Católica de Cuba, Vol. I, Ediciones Universal, Miami, Florida, 2003.
  3. Hernández Balaguer, Pablo, Ibid.
  4. Según Alejo Carpentier en obra citada: Libro de Entierros No. 7, folio 25 vuelto, No. 50, Catedral de Santiago de Cuba.
  5. Alejo Carpentier, La Música en Cuba, Fondo de Cultura Económica, México, 1972.
  6. Balaguer, Pablo Hernández, El Más Antiguo Documento de la Música Cubana, Editorial Letras Cubanas, 1986.
  7. Carpentier, Alejo, Ibid.

Bibliografía


  1. Arrate, Martín Félix de: Llave del Nuevo Mundo, Antemural de las Indias Occidentales, Fondo de Cultura Económica, México.
  2. Balaguer, Pablo Hernández: Los Villancicos, Cantatas y Pastorelas de Esteban Salas, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1986.
  3. Carpentier, Alejo: La Música en Cuba, Fondo de Cultura Económica, México, 1972.
  4. El Más Antiguo Documento de la Música Cubana, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1986.
  5. Miriam Escudero: “Esteban Salas in aeternum”, Opus Habana, La Habana, 11 de julio de 2003, en www.opushabana.cu/noticias.
  6. ____________: Esteban Salas, maestro de capilla de la Catedral de Santiago de Cuba (1764-1803). Libros I-VIII, Ediciones Boloña, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, Universidad de Valladolid, España, Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana.
  7. Suárez Polcari, Mons. Ramón: Historia de la Iglesia Católica de Cuba, Vol. I, Ediciones Universal, Miami, 2003.
  8. Trelles, Carlos M.: Bibliografía Cubana de los siglos XVII y XVIII, La Habana, Imprenta del Ejército, 1927.



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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.

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