Nota: Cada miércoles un fragmento de Un mariachi viejo, novela de Félix Luis Viera, en proceso de creación.
Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace.
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Fui par de veces a la casa del Cinthya y me aterroricé con los padres: en ambas ocasiones él batiéndose con un partido de fútbol, alelado, apenas atendiéndome mientras tragaba rositas de maíz o bebía el café que en dos o tres lances le sirviera la esposa.
Desde la primera ocasión le dije “mi gordita amada, creo que esto no funcionará”.
Aquí hay dos cuestiones con las cuales los medios de difusión y los poderosos —que tan bien se llevan— duermen a la población más inocente —inocente por decir lo menos—: el fútbol y las telenovelas.
Durante un partido de fútbol de mediana importancia, se embobece buena parte de la ciudad. Aun si es día y horario de trabajo pueden escucharse las exclamaciones de quienes desde viviendas o centros de trabajo celebran o maldicen.
En tantos de los puestos de venta callejeros —llamados ambulantes, si bien son estáticos— es posible admirar a vendedoras y vendedores disfrutando el partido mediante un televisor empotrado en el rincón más impensable, ausentes por momentos incluso de las peticiones de un cliente.
(Esa infección de puestos callejeros en uno y otro sitio de la inmensurable ciudad —cuyos dueños, en su mayoría, se roban la corriente eléctrica mediante un “diablito” en el tendido más cercano—, en los cuales se ofrecen los géneros más diversos llegados por las más espectaculares vías del contrabando).
El dictamen que mejor les cuadra a los narradores y comentaristas del fútbol será el de viles medradores de la pendejez ambiente. Unos tipos que gritan con desmesura histriónica al narrar, y al comentar bien sean dos o tres o hasta cuatro e igual si están tirando por la radio o por la televisión arman entre ellos un teatro para retrasados. —¿Pensarán ellos que en realidad es retrasada esa tanta gente que se alela al verlos o escucharlos en sus puestas en escena?— Estos tipos pertenecen a una fauna que sobra en el planeta. O que debería sobrar. Deberían fusilarlos.
En mis dos visitas la madre se hallaba en su recámara —un modo quimérico, presuntuoso de nombrar la habitación de dormir— y solamente salió a conocerme, saludarme, servirle café al esposo y de paso brindarme. ¿Por qué? En su recámara había un televisor. Allí ella veía la telenovela. Me contestó Cinthya.
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Félix Luis Viera, poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado, entre otros libros, siete poemarios, tres volúmenes de cuento y siete novelas.
Entre los premios que recibiera en su país natal, se cuentan el David de Poesía, en 1976; el Premio Nacional de Novela, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, galardón que ya le había sido otorgado a este autor, en 1983, por su libro de cuento En el nombre del hijo.
En 2019 recibió el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, otorgado por Neo Club Press, Vista Larga Foundation y otras instituciones culturales cubanas en el exilio.
Es ciudadano mexicano.
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