Nota: Cada miércoles un fragmento de Un mariachi viejo, novela de Félix Luis Viera, en proceso de creación.
Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace.
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8
Le prometí a Érika y a mí mismo que le daría, caminando, dos vueltas a la pista de Viveros. Pero me tentaron los caminillos bucólicos que cortan a campo traviesa y conectan con la pista en uno y otro sitio. Atajos de un verdor sedoso diría. Vi no pocas ardillas en el primero que consumí; y una hembra y un macho que se amaban junto al tronco de un árbol que estaba a mi derecha: me detuve a observar la fornicación y me llamó la atención que no les importara que los estuviese viendo —es decir, casi siempre los animales se molestan cuando un cristiano se pone a observarlos si están cogiendo; y bien recelan amenazando con atacar, o huyen. O quizás no; quizás han sido ideas mías, traiciones del recuerdo o de la mente, o de ambos; porque a fin de cuentas no me imagino a un caballo desmontándose de la yegua porque haya visto cómo los contemplo copular desde media distancia digamos.
Un poco después del mediodía Érika iba por su cuarta vuelta a la pista. La veo desde lejos trotando por allá o por acá con su estatura tan derecha, la estela azul que va dejando su vestimenta, cuando circulo por uno u otro de los atajos pastoriles.
Tal vez sea ella la única de las tantas mujeres en la pista, que tiene el cabello corto. Unas lo llevan, suelto, aun más abajo de los hombros; otras tomado en un moño en lo alto de la cabeza; las más con coletas que se mueven hacia uno y otro lado, contra la espalda, según corran, troten, o caminen. Érika tiene el cabello —suelto, libérrimo— recortado al final de la nuca, e igual a casi la misma altura a los lados, y por delante en lo alto de la frente.
En la dirección en que corre la mayoría, la pista allá, en la primera curva —que tira hacia la izquierda—, hace un ángulo que, en la linde derecha, deja una porción de espesura, aun sombría por tramos, junto a la barda.
Salí a la pista culminando mi último andar por uno de los idílicos caminitos y conecté con Érika, que amainaba la velocidad ya con su meta cumplida.
Tenía la cara anegada de sudor y la cabellera húmeda a simple vista.
(Aquí no he visto a nadie sudar a chorros, como en Cuba —y yo nunca he sudado siquiera de manera interesante).
La convidé a caminar hacia el término de este tramo de la pista, ¿o tal vez se hallaba tan agotada que no podría? “Ah, vamos, vamos, te complazco con mucho gusto”, me respondió y ya de camino le pregunté si en ocasiones se vestía de azul, como ahora, para subrayar el color de sus ojos. “Vaya... qué ocurrencia la tuya...”, comentó mirando hacia la tierra.
Desde hacía unos minutos me preguntaba cómo estarían, húmedos por tanto sudor, su vulva, su clítoris, su pubis. Sería posible que allá en el recodo, junto a la barda, entre la maleza de alto porte y suma frondosidad, pudiera poseerla; es decir, iba yo tomado por uno de esos latidos que pulverizan la lógica, la paciencia, el “no tiene sentido”.
Al llegar la invité con un gesto a que penetráramos en la fronda. Accedió, pero en su expresión había, más que duda, desconfianza..., o cierto abatimiento.
Próximo a la barda, casi ocultos por la espesura, fui a besarla, pero rehuyó con un gesto, para finalmente recostar su cabeza en lo alto de mi pecho.
Entonces quise ceñir su pelvis con mi mano derecha; la detuvo agarrándome la muñeca.
Separó su cabeza de mi pecho. Me miró de frente. Me tomó, leve, por la barbilla. Puso en la expresión y la voz quizás toda la dulzura de la que era capaz.
—Soy virgen.
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Félix Luis Viera, poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado, entre otros libros, siete poemarios, tres volúmenes de cuento y siete novelas.
Entre los premios que recibiera en su país natal, se cuentan el David de Poesía, en 1976; el Premio Nacional de Novela, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, galardón que ya le había sido otorgado a este autor, en 1983, por su libro de cuento En el nombre del hijo.
En 2019 recibió el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, otorgado por Neo Club Press, Vista Larga Foundation y otras instituciones culturales cubanas en el exilio.
Es ciudadano mexicano por naturalización. Reside en Miami.
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