Saturday, June 20, 2020

Juan Cristóbal Nápoles Fajardo. "Cook Calambé: cocinero salvaje, de pampanilla o taparrabo". (por Orfilio Gómez)

Texto tomado del prólogo de  "Rumores del Hormigo, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé". José Muñiz Vergara, editor (La Habana, 1938)


Fué educado por su abuelo, don José Rafael Fajardo, que, a la muerte de su esposa, doña Micaela de Góngora, abrazó el sacerdocio, y fué durante largos años, párroco y vicario de las Tunas.

Inició su labor poética con motivo de la conspiración de 1848; y se comprometió en la de Joaquín Agüero, en 1851. Coadyuvó a esa conspiración y a otras posteriores con décimas y proclamas que enardecían al pueblo.

En 1855 comenzó a recopilar sus producciones políticas, líricas, jocosas y populares, principalmente en lo bucólico, y con ellas formó un volumen que se publicó, sin aprecio alguno por parte de sus editores y sin que el autor, a la sazón empleado del Gobierno, pudiera intervenir en su publicación, más que por la venta de la propiedad, por los graves disgustos de que al punto se vió asaltado. Ese tomo, es lo único que de Nápoles Fajardo ha llegado hasta nosotros; y para eso, en condiciones fraudulentas, mercantilistas, plagadas de incorrecciones.

Todas las iracundias llovieron sobre Nápoles Fajardo, que no acertaba a creer que fuera delito de lesa patria haber aceptado un empleo sin mando, sin compromiso y a la espera de cualquier movimiento revolucionario.

Atormentado por el conflicto moral en que se agitaba su vida, desapareció un día aciago del año 1862 de Santiago de Cuba, sin que desde entonces se volviera a saber de él. Apenas contaba entonces treinta y dos años de edad.

Faltó la evidencia material del cadáver; pero la lógica, certera y fatal, señalaba el suicidio como forzosa solución. Ni la esposa, con dos hijos, ni los padres o los hermanos recibieron jamás el más leve recado: todo quedó envuelto en un silencio verdaderamente de muerte.

Y el que admite la posibilidad de habérsele visto en Alemania o los Estados Unidos, no hace sino juzgar del corazón ajeno por el propio.

La vocación bucólica del Cook Catambé fué excitada por el presbítero Fajardo, quien por su forzado retiro campesino, encontraba consuelo en ella. A su discípulo le hizo traducir el Horacio del Beautus ille, el Virgilio de las Geórgicas y el Teócrito de algunas traducciones francesas. Desde luego, se requirieron las églogas de Garcilaso y las anacreónticas de Villegas. Con más empeño le incitaba a la emulación en recitaciones de la bucólica cubana, que, desde 1792, se había mostrado fragante y sincera en la famosa égloga Alabano y Galatea con que sorprendió a todos en el Papel Periódico, de la Habana, el misterioso Ismael Raquenue; en otra, como "La piña", de Zequeira, y mejor, en la Silva Cubana y Eglogas, de Rubalcava, que había muerto, en Santiago de Cuba, en 1805. Bien se nota la influencia de estos autores cubanos en la obra de Cook Calambé.

Este, no obstante, quería para su bucólica más intensidad campesina en el sujeto y en el ambiente.

No quería que su dicción fuese la de un hombre culto que, por condescendencia o alarde de habilidad hablase de cosas del campo sin perder nada de su porte, modales y expresión. Para su objeto, rehusando endecasílabos y heptasílabos en silvas, liras y cuartetos, adoptó el metro popular en Cuba, la décima de octosílabos; y en vez de la elocución narrativa del espectador, usó con preferencia la subjetiva o íntima del actor, que habla espontáneamente de lo que en su propio interior experimenta. Y así, cuando relata, refiriéndose a campesinos, se identifica de tal modo con ellos, que parece uno de tantos. Y siendo el sujeto campesino, la dicción, para ser sincera y adecuada, había de mostrarse cual si fuera de un campesino. Y he aquí el arte especial del Cook Calambé: la dicción de sus décimas es perfectamente gramatical, sin vocablos toscos o desfigurados; pero la ideación, el mecanismo interno del raciocinio es enteramente rural. Las décimas están pensadas en guajiro, y con esto se logra el éxito completo, sin necesidad de desfigurar las palabras para disimular el culto decir.

Muchos fueron donosamente engañados, y le creyeron labriego. Por eso compuso, aparte de numerosas y fáciles poesías sentimentales y festivas, muchas y largas en esdrújulos asonantados y de consonancias, que por su fluidez demuestran que su autor era persona de copioso léxico. Abundaban tales juguetes en España, durante aquélla época, pero eran muy raros en Cuba; y ante el dualismo literario de que disponía el Cook Calambé, es forzoso reconocer su arte y aplaudir su esfuerzo, asignándole preferente puesto en la bucólica cubana.

Los enemigos políticos de Nápoles Fajardo, como él había vivido mucho tiempo en el campo, le llamaron salcochador de yerbas del monte, indio escondido o negro cimarrón; pero él sin desconcertarse, adoptó en seguida el pseudónimo de Cook Calambé, en que la palabra inglesa significa cocinero, y la indígena, delantal, taparrabo, como explica Pichardo, o pampanilla, como quieren los antiguos diccionarios castellanos.

La pronunciación cuc de la primera palabra, ligada a la segunda, producía la variante Cucalambé, muy del gusto del pueblo, porque es el perfecto anagrama de la frase Cuba clamé"




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