A don Agustín Mariscal.
De una yagruma encumbrada
Y un corpulento mamey,
Con dos jicos de yarey
Tengo mi hamaca colgada;
En ella el alma cansada
Goza de dulce recreo,
Y cuando del cielo veo
Los deslumbrantes colores,
Me divierten los rumores
De los montes que poseo.
Cuando de cantar me antojo
Lo hago meciéndome en ella,
Y su enjicadura bella
Es de pita de corojo.
En ella me hago un manojo
Cuando mi calor se aplaca,
Me embeleso en la oajaca
Que en el dagame halla abrigo
Y entusiasmado bendigo
Los vaivenes de mi hamaca.
Mecerme en ella es mi gloria,
Mi dicha es tenderme en ella
Y de nuestra patria bella
Recordar la triste historia.
Allí traigo a la memoria
Sin mal que me mortifique,
La dulzura del behique,
La humanidad del semí,
Las penas del naborí,
Y las glorias del cacique.
El ronco rumor del trueno
Retumba en la inmensidad
Y ruge la tempestad
De las nubes en el seno.
Más brilla el cielo sereno,
Alegre el sinsonte trina,
Y en mi hamaca peregrina
Gozo de dulce contento;
Y me duermo al son del viento
Y sueño con mi Rufina.
¡Oh! mi hamaca es un tesoro
Es una prenda preciosa,
Una joya primorosa
Que yo bendigo y adoro.
Sin ella suspiro y lloro
Y se desconsuela mi alma,
No encuentro placer ni calma
Del monte entre los verdores,
Ni me inspiran los rumores
Que el viento forma en la palma.
En las noches del estío
Hermosas, claras y bellas,
Al brillar de las estrellas
Meciéndome gozo y río.
Dentro de ella desafío
El calor de la estación,
Mi ardoroso corazón
Con sus vaivenes se inspira,
Y ufano pulso mi lira
Y entono alegre canción.
Con eficacia y vigor
Trabaja mucho el montuno
Bajo el sol como ninguno
Ardiente y abrasador:
Vierte copioso sudor
Tolerando su destino;
Más el viento vespertino
Del sol el ardor aplaca
Y halla el guajiro en su hamaca
El descanso peregrino.
Canta el labrador contento
Aunque el cansancio lo rinda,
Porque la hamaca le brinda
Cómoda cama y asiento;
Su pausado movimiento
Infunde al pecho alegría,
Por eso yo amo la mía
En el monte y en el yermo
Y de noche en ella duermo
Y en ella canto de día.
Ama la hermosa guajira
El agua de la corriente,
Do calma su sed ardiente
Y retratada se mira:
De la flor de la jejira
Ama los bellos colores,
Pero ama más que a las flores
Y quiere más que su vida,
La hamaca en que adormecida
Sueña sus dulces amores.
En otro tiempo a la hamaca
La idolatraban ufanos
Los indios camagüeyanos,
Y los indios de Macaca.
Por eso yo, cuando opaca
Brilla la luna en el cielo,
Cuando la noche su velo
Extiende triste y luctuoso,
En mi hamaca soy dichoso
Y en ella encuentro consuelo.
Bendígate Dios mil veces,
Dulce hamaca que poseo,
Tú que formas mi recreo
Y mis penas desvaneces.
Bendita tú, que le ofreces
Reposo a mi alma abatida,
Tú eres mi joya querida
Mi más preciado tesoro,
Rústica prenda que adoro
Y descanso de mi vida.
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