Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.
El ballet “Petrushka” fue estrenado el 13 de junio de 1911 en el Théâtre du Châtelet, en París. La coreografía fue realizada por Michel Fokine, la música compuesta por Ígor Stravinsky, el argumento fue escrito por Stravinsky y Alexandre Benois, y el diseño de vestuario y decorados estuvo a cargo de Alexandre Benois, todos bajo la coordinación de Serguéi Diáguilev, porductor de la compañía Ballet Russes, para quien fue creada la obra. El día del estreno la orquesta fue dirigida por Pierre Monteux y los roles principales estuvieron a cargo de Vaslav Nijinsky (Petrushka), Tamara Karsávina (la Bailarina), Alexandr Orloff (el Moro o el Sarraceno) y Enrico Cecchetti (el Mago-Titiritero).
Esta obra recupera parte de la tradición y de la cultura rusa, tan preciada en la París de comienzos del siglo XX, y está inspirada en algunos recuerdos de infancia de Benois. Organizada en un acto y cuatro escenas bien definidas, la primera escena nos ubica en la plaza de San Petersburgo, en 1830, durante una feria. En ella, entre otras atracciones, hay un teatro de marionetas y, al abrirse el telón, vemos que comienzan a bailar tres marionetas: Petrushka, un payaso triste y melancólico, la delicada Bailarina y el Moro, tosco y posesivo. Petrushka y el Moro están enamorados de la Bailarina, pero ella claramente prefiera al Moro, por lo que el payaso, ante esta desventaja, lo ataca durante la presentación.
Comienza la segunda escena en cuarto de Petrushka, donde el Titiritero lo ha encerrado. El cuarto tiene colores azules y grises, es triste, apagado, como quien lo habita. Allí, el payaso se queja en soledad por la crueldad con la que es tratado. El Titiritero introduce a la Bailarina en la habitación, Petrushka se emociona al verla y, torpemente, le declara su amor. Eso la asusta y se marcha. Petrushka se queda solo nuevamente, triste y desesperado por el rechazo.
La tercera escena se inicia en la habitación del Moro. El cuarto es alegre, con colores cálidos y diseños vivaces, como el sarraceno, que vive feliz. Lo vemos jugando con un coco, primero en su cama mullida y luego por todo el espacio. El Titiritero lleva allí a la Bailarina, el Moro la halaga, la corteja, y ella se deja abrazar sin mostrar resistencia. En ese momento llega Petrushka y declara nuevamente su amor por la Bailarina. El Moro abusa de su fuerza y el payaso apenas logra escapar.
En la última escena regresamos a la feria, donde la gente ha continuado con la celebración. Aparece Petrushka siendo perseguido por el sarraceno y la fiesta se interrumpe. Finalmente el Moro da muerte al payaso. La gente se agolpa alrededor de la víctima, llega la policía que interroga al titiritero pero en suelo sólo encuentran un muñeco de trapo. Todos se van de la plaza, la fiesta terminó, el titiritero lleva al muñeco hacia el teatro y, cuando está por entrar, aparece el espíritu de Petrushka en el techo, amenazante y responsabilizando al Titiritero por su triste final.
“Petrushka” ha sido una de las obras más exitosas de los Ballet Russes y ha tenido diversas reposiciones luego de su disolución, por ejemplo la realizada por el propio Fokine en 1942, la de la Ópera de París en 1948 y la del Royal Ballet en 1957, entre otras. Así mismo se han realizado nuevas versiones de la obra, incluyendo la de Kurt Joos (1930), Maurice Bejart (1977) y la de John Neumeier (1982).
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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).
Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com
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